6. Dama de noche

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Mi madre se empeñó en que debíamos ir todas, pero le recordé que era algo innecesario, con una sola persona bastaba para comprar lo necesario, ella insistía por miedo al vampiro de Castellar. Pero yo, no quise discutir más y decidí marcharme.

Iba caminando por las calles, y realmente parecía mi pueblo de siempre, exceptuando el hecho de que apenas pude contar a lo largo de todo mi recorrido a dos parejas y un hombre mayor de la mano de su hija. Mi madre también se ofreció a ir ella sola, pues, es la única en este momento que podría conducir, yo aún no tenía permiso de conducción, pero era algo que estaba dentro de mis planes.

Pero me negué a ello, no quería que mi madre en esas circunstancias en las que se encontraba condujera y más si pensaba ir sola.

Aunque el chalet que habíamos alquilado se encontraba a las afueras del pueblo, había un supermercado que estaba bastante cerca, tal vez a un kilómetro y medio, por lo tanto, no debía haber ningún problema, aún no era totalmente de noche y apenas tardaría unos quince minutos en llegar.

Podía apreciar en el cielo aquel color anaranjado del atardecer, con una luz tenue indicando como el sol se comenzaba a ocultar.

Llegué y en el supermercado había algunas más personas de lo que me esperaba encontrar, aunque no tantas como se suponía que debía haber en pleno verano. Comencé a coger todas las cosas que llevaba apuntadas en la lista. Papel higiénico, agua, frutas... Justo cuando dirigí mi mano para alcanzar una botella de vino, choqué contra otra que parecía tener las mismas intenciones.

Perdón... Mencioné rápidamente, fue casi involuntario.

—Perdonada. 

Realmente me sorprendió aquella respuesta, así que, dirigí mi mirada al propietario de aquellas manos frías con las que había chocado tan solo un segundo. Era Dylan.

Sonreía de manera sarcástica, en mi rostro se formó una delicada sonrisa también. Ahora con la luz del supermercado pude ver claramente su rostro con más detenimiento y era hermoso... Simplemente cada día estaba más convencida de que aquel chico debía ser famoso, jamás había coincidido con un chico como él por aquí, en nuestro pueblo. Además, tenía un acento diferente... Me encantaría tanto poder conocer más de él, odiaba que todo esto, estuviese pasando justo en estos momentos que se me presentaba la oportunidad de conocerlo.

Me giré hacia él mientras su mirada parecía clavada en mí, me resultaba extraño que usase gafas de sol justo dentro de un supermercado, parecía otro motivo más para ser un famoso, intentando ocultarse del resto de personas, pude ver entonces, como una cicatriz le recorría desde la cien al lado de su ojo derecho hasta un poco más al lado, cerca de su oreja.

Llevaba puesto una camiseta de mangas cortas lisa de color celeste, acompañado de unos vaqueros sencillos, yo en cambio, opté por algo mucho más cómodo y rápido de vestir, un vestido corto rojo con algo de vuelo adornado con flores blancas. Eso era otra de las cosas que me gustaban del verano, el poder vestirse con cualquier cosa que vieras y rápidamente.

Él pudo percatarse de mi observación, decidió entonces apartar la mirada y coger aquella botella de vino.

—Qué oportuno... —Declaré.

—Es para ti. —Dijo mientras me entregaba la botella —. Pero no te alcoholices mucho. —Reí ante semejante ocurrencia, aunque se me pudo notar la cara de tonta que se me quedó por pensar que la había cogido para llevársela él.

—Realmente no es para mí, no me gusta beber. —Se quedó extrañado mientras me observaba —. Es para mi madre.

Entonces, cogió otra más para él y yo decidí dar media vuelta para marcharme.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora