10. Eres lo que más quiero en mi vida

18 2 0
                                    

Me dispuse a despedirme de tía Rebeca, le agradecí todo lo que había hecho por Rober y por haberme avisado después de todo.

Mi mente se encontraba dispersa, iba caminando por los pasillos de aquel hospital, medio perdida en mis pensamientos. De camino a la puerta principal para dirigirme hacia la parada del autobús, cada palabra que había oído simplemente me parecía tan incierta, intentaba analizar cada cosa que había podido apreciar, cada gesto, cada movimiento o cualquier señal que me diese algo de coherencia en el asunto.

Pero había demasiadas personas en oposición a mí... ¿Y si simplemente escuché mal a Rober? Nada me cuadraba, estaba segurísima de lo que Rober me dijo...

Cuando casi llegaba a la puerta, una silueta que se me hacía bastante conocida estaba de espaldas a mí, llegué hasta ella. Por la forma y textura de su cabello, todo parecía indicar que se trataba de Dylan.

—Dylan... —Lo nombré con algo de inseguridad.

Se dio la vuelta y supuse que me miró, pues aún llevaba las gafas de sol.

—Vaya, hola Evelyn.

—¿Qué haces por aquí?

Pareció dudar un segundo antes de contestar.

—Eh... Nada, simplemente vine a ver un familiar.

—Oh... - Expresé. Tenía curiosidad por saber más de él, de su familia, de sus amigos, de su vida en general, pero no sabía cómo hacérselo ver. ¿Sonaría muy atrevida si le pidiese una cita?... Espera, ¿acababa de olvidar la promesa a mi padre sobre ver a personas desconocidas?... Suspiré, y él se me quedó mirando extrañado.

—Debo irme, pero antes me gustaría que me respondieras a lo que te pregunté esta mañana... —Se acercó muy decidido a mí. Bastante cerca para ser sincera.

—N-no... —Mi voz sonó estúpidamente entrecortada —. No escuché nada fuera de lugar.

Se quedó analizándome por un momento, y sudor frío comenzó a correr por mi frente, después decidió dar media vuelta y desaparecer por la puerta.

Realmente aquel chico me imponía demasiado, era como sentir varios sentimientos contradictorios entre sí, me atraía de una manera increíble, casi indescriptible, pero aun así, eso no quitaba el hecho de que, en ocasiones, algunos escalofríos de pánico, y otras veces no tanto pánico, recorrieran mi cuerpo.

Definitivamente salí del hospital para dirigirme hacia la parada, esperé unos diez minutos a que llegara y finalmente, después de otros quince minutos, llegué a casa.

Entré y me pareció bastante extraño que Lidia no llegara corriendo a recibirme...

Le pregunté a mi madre que dónde se encontraba mi hermana y ella también parecía más distante aun que de costumbre, solo me dijo que la última vez la había visto encerrada en su habitación.

Toqué suavemente la puerta de la habitación de Lidia, pero no recibí ninguna respuesta a cambio, por lo que, me decidí a abrirla despacio...

Mi hermana estaba acostada en su cama, de espaldas a la puerta. Era demasiado chocante que no se encontrara haciendo de las suyas, corriendo por toda la casa, tirándose en la piscina o jugando a las aplicaciones del móvil.

—¿Lidia? —Pregunté con recelo.

No hubo respuestas de nuevo...

—¿Estás despierta?

—Mm... —Masculló casi de manera inaudible.

—¿Te encuentras bien? —Me acerqué hasta su cama y me senté en el borde de ésta.

El Último Rayo De SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora