Un café amargo

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Estaba despertando, como era su costumbre tan temprano que no podía aún verse el sol en el cielo, sabía por simple lógica que estaba ahí, pero con el poco interés que tenía en ver al cielo bien podría todo haber caído a su alrededor y él no notarlo en absoluto.

Tenía un nulo interés por el mundo que lo rodeaba, y no ayuda en absoluto que fuera un hombre totalmente funcional pero incapaz de despertar, fácilmente se podría decir que siempre estaba durmiendo incluso mientras caminaba por las calles o hablaba, su mirada era lejana y una constante barrera, no hablaba mucho de todas maneras.

Hacía frío pero estaba ya acostumbrado a aquel inconveniente clima de su residencia, se había quejado mil veces al respecto pero poco caso le habían hecho, en realidad poco importaba las veces que intento porque fue más fácil para él darse por vencido y acostumbrarse que en verdad hacerse escuchar, la simple acción de pedir una solución se le hacía un gasto innecesario de energía. Como casi todo.

Así que se vistió para sus ejercicio matutinos, no que le viera un sentido real a ello, no lo hacía por cuidar de su salud, por vanidad sino por costumbre y porque básicamente de eso dependía su trabajo; de su condición física y eso para variar si se lo tomaba con mucha seriedad.

Aunque hoy tenía una entrevista para un nuevo trabajo después de ya un tiempo desempleado no se encontraba en absoluto nervioso y no quería frenar su entrenamiento por la pequeña posibilidad de ser contratado.

5:00 am.

Tenía tiempo.

Salió a correr, lo suficientemente abrigado, hacía mucho frío a esa hora pero prefería la ausencia de las personas y del sol.

¿No tienes algo a lo que llamar hogar cierto? No, pero Souichi tenía una estricta rutina y eso era todo lo que necesitaba, seguía un largo y recto camino, cruzaba un parque y llegaba hasta el centro ya fatigado, las tiendas aún cerradas como de costumbre así que seguía su camino.

Una cafetería abría justo cuando el pasaba, lo que lo había convertido en un cliente regular del establecimiento, entraba y saludaba educadamente pero sin saber contacto visual, una voz dulce lo saludaba, Souichi no sabía su nombre y probablemente no reconocería su rostro fuera de aquella cafetería pero recordaba esa voz que era la primera en saludarlo cada mañana.

La joven ya ni le preguntaba que quería y mientras preparaba su café y el resto de su pedido Souichi se sentaba lo suficientemente lejos de la barra a esperar que le indicarán que estaba listo para pagar y marcharse.

Unos cinco minutos después y ya había salido del establecimiento con amargo café en la mano y una bolsa con un poco de pan que a veces le duraba más de lo que quería, no era fan de lo dulce en absoluto pero le gustaba la sensación que le daba comer aquel pan azucarado, algo que hiciera de su apartamento un lugar menos frío.

Y volvió a casa.

Subiendo las escaleras ya oxidadas porque el ascensor no funcionaba, todavía en silencio, todavía nadie de su edificio saludando.

Coloco el pan en la mesa, tiro el vaso de su café ya terminado y puso su agua a calentarse, dispuesto a seguir ejercitándose mientras se calentaba el agua.

No tenía muchos muebles, una silla, un sofá, una pequeña mesa podía verse, ni un televisor ni nada especial, aunque todo se veía limpio carecía de vida.

La falta de muebles le daba mucho espacio, lo que era perfecto para él que necesitaba el espacio, no le gustaban los gimnasios, lo intento una vez pero simplemente no se sintió cómodo así que acopló su pequeño departamento para ocuparse de su trabajo.

El sol había salido, miro el reloj colgado en la pared, tenía tiempo.

Tomo un largo baño, el agua en su piel deslizándose, enjuagando la espuma.

En toalla se dirigió a la cocina, el lugar con más muebles de su casa, no era un experto en cocinar ni mucho menos pero se le hacía más saludable y practico comer en casa que en la calle. Reviso su refrigerador, tendría que hacer compras pronto pero por ahora estaba bien.

Hizo su desayuno y se sentó de mala gana en su silla frente a su pequeña mesa y su solitario desayuno.

No se sentía solo, no aún, de hecho le gustaba no tener contacto con las personas.

Pero lo estaba, estaba increíblemente solo.

7:30 am. Su entrevista era en una hora.

Lavo los platos y fue a vestirse.

Tenía una colección ya inquietante de trajes negros lo que eran sus uniformes de trabajo, fuera de eso ropa deportiva de todo tipo, zapatos, tenis, y bueno unos abrigos, suéteres, todo en tonos grises, negros y blancos, incluso las corbatas carecían de color.

Tomo un traje cualquiera y se vistió cuidadosamente.

Tenía un gran espejo en su habitación que compró porque estaba convencido de que lo utilizaría y le facilitaría el asegurarse de estar correctamente vestido pero que ahora se arrepentía de haber adquirido, le incomodaba de sobremanera verse a sí mismo.

Hora de peinarse, cepillo lentamente su largo cabello y se hizo una coleta baja.

Le han dicho muchas veces que el cabello largo no se ve profesional, asiente pero nunca se lo corta, no es tonto y sabe que poco importa eso, para su trabajo no se necesita ser exactamente profesional, no es lo más importante.

Y también es una forma de revelarse, lo único que no le han podido arrebatar aunque lo han intentado.

¿Tiene tiempo? Ahora debe correr, no le preocupa es bastante rápido.

Un enorme edificio, saluda a la recepcionista y le indica quien es y a que viene. Ella con la amabilidad ya ensayada le indica que puede pasar y que lo esperan.

Son 8:27 am, llego a tiempo.

Toma el ascensor que para su infortunio se encuentra demasiado lleno, empieza a arrepentirse de tomar esta entrevista, lo que menos quiere es lidiar con tanta gente. Esta ahí por recomendación así que no tiene tan claro cuál será su función.

Sabe sin embargo por ser el último en bajar en lo más alto del edificio que su posible jefe o jefa es uno de los Morinaga, poderosa familia de Japón, conocida por sus negocios y claro su dinero.

A Souichi no le gusta la gente con dinero, la repudia, en parte porque su trabajo se ha tratado siempre de cuidar de ellos, como un jodido caballero.

Una mujer le indica que tome asiento.

8:37 am.

Souichi odia la impuntualidad, pero no se puede hacer nada cuando eres quien "necesita" el trabajo.

Al fin la mujer le indica que puede pasar, el agradece y la sigue.

Una enorme puerta es abierta y la oficina bien iluminada lo molesta, lo hace irónicamente sentir a oscuras.

Los puede ver al tiempo que la mujer sale y cierra a sus espaldas.

Son ellos, los Morinaga, esperaba a uno de los dos pero no a la pareja.

Misterio en sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora