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"¿Quiénes tienen el derecho de ser nosotros mañana?"
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Armin.
El sonido de las gotas chocar contra mi paraguas negro me distrae, el sonido es reconfortante, viaja hacía mis oídos.
Me gusta esto.
Me gusta como las olas del océano cuando chocan con la arena.
Es un sentimiento que se asienta en mi corazón. Me tranquiliza.
Salgo de mi casa a explorar cada vez que el clima es lluvioso, como si alguna aventura está esperando bajo el torrencial líquido.
De todos modos nunca sabes como y cuándo va a llegar algo a tu vida o como y cuando se va a ir algo de tu vida, algo que al principio piensas que te pertenece eternamente pero que en segundos o en dos días desaparece y ya no pertenece a nada más que la muerte.
Simplemente dejas que suceda, es todo, aún cuando no es lo que quieres aceptar.
Pero siento que entre más lo estoy buscando menos oportunidades tengo de olvidarlo, ya han sido días en los que la conciencia me lleva hacía ello, un mal recuerdo que es real.
Las calles están vacías, todos deben estar en sus casas abrigados y tomando libremente un café, un té o un chocolate para calentarse.
Es lo más obvio, es lo que haría cualquier persona en estos momentos.
La lluvia es más que un estado para mí, me recuerda a tantas cosas que he vivido, me recuerda a la melancolía, a esa bilis negra que nunca va a marcharse.
Me recuerda a la inmensa tristeza por la que paso cada momento, en cada paso hacía ese lugar...
Hay un poco de neblina flotando por las calles, hace menos visible cualquier vista, aún con eso es una escena maravillosa.
Me detengo cuando ya he caminado y cruzado más de la cuarta parte de la pequeña ciudad en la que vivo.
Porque debo ir más allá de una pequeña ciudad, debo encontrarme con Eren, para hablar de lo mal que estuve al dejarlo...
