CAPÍTULO 2- "Despertar"

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CAPÍTULO 2

"Despertar"

Estaba inmersa en oscuridad. Caminaba y caminaba sin llegar a ningún lugar. Intentaba gritar, pero nadie me oía. Me di cuenta de que estaba completamente sola en un mundo de penumbra. Era una pesadilla de la que quería escapar, pero no podía. No había lugar a dónde ir, no había puerta por dónde salir. Estaba atrapada.

En este lugar, los días no pasaban, el tiempo no pasaba y lo que a ciencia cierta se sabía en nuestro mundo, en el mundo de la oscuridad no era tal. No entendía qué era este lugar donde solo estaba yo y nada ni nadie más. ¿Acaso era la única sobreviviente de un ataque nuclear? ¿El mundo se había terminado y solo yo había quedado en pie? Ninguno de estos pensamientos parecían tener coherencia. Tampoco entendía cómo había llegado a este lugar. ¿Mis padres serían capaces de abandonarme así como así? En mi cabeza no encontraba ninguna respuesta posible para todas estas preguntas.

De repente, una luz muy pequeña que venía de arriba comenzó a iluminar ese mundo y de allí se escuchaba algo así como un balbuceo, que luego se convirtió en un susurro, pero aun así no podía entender qué era lo que esa voz decía. La luz empezaba a cobrar fuerza, mi cara se bañó con esa luz blanca y la voz se escuchó con más claridad. La voz era de un hombre que me decía:

─Vamos pequeña, es hora de que abras los ojos.

La voz me parecía tan familiar, pero no lograba identificar a quién pertenecía y todo el tiempo repetía la misma frase:

─Vamos pequeña, es hora de que abras los ojos.

Poco a poco el mundo de la oscuridad comenzó a llenarse de luz. No obstante, descubrí que en esa oscuridad que me rodeaba y que ahora era pura luz, no había nada en absoluto. Estaba sola. Completamente sola.

Comencé a correr desesperadamente de un lado a otro, sin poder encontrar una salida. Mi única compañía era esa voz.

Pensé que tal vez debía confiar en esa voz y dejarme guiar por ella. La seguí, y a cada paso que daba podía escucharla con más y más fuerza; pero esa luz que me acompañaba se hizo niebla en cuestión de segundos y la voz que me ayudaba desapareció. Nuevamente me encontraba atrapada, aunque esta vez una idea penetró en mi cabeza: quizás podría quedar atrapada para siempre.

Me recosté en el suelo y la niebla me cubrió por completo, al punto que simplemente desaparecí. Era como si no existiese, como si la niebla me hubiese sepultado. Y así, me quedé tendida un largo rato. Ya nada importaba. No había forma de salir de ese mundo. No había nadie que pudiese rescatarme.

Por un momento creí que me había dormido, pero no. Solo me quedé pensando, inmóvil. El tiempo no pasaba. Comencé a preguntarme porqué me encontraba en ese lugar y cómo había hecho para llegar allí. Y como por arte de magia, la voz se escuchó nuevamente, sin dejarme responder todas esas preguntas que rondaban mi cabeza. Nuevamente, repetía exactamente las mismas palabras:

─Vamos pequeña, es hora de que abras los ojos.

Esta vez, me decidí a salir de ese lugar. Me dije a mí misma que no importaba cómo, pero que encontraría la manera de salir de ahí. Seguí la voz que cada vez se oía con mayor intensidad. Comencé a correr. Corría lo más rápido que podía. Trataba de no parar, pero me quedaba sin aliento. Eché a correr una vez más y esta vez no paré. La voz me indicaba el camino al hacerse cada vez más enérgica.

La niebla que me rodeaba empezaba a disiparse lentamente, muy lentamente. Detuve el paso por un instante. Una extraña sensación recorría mi mano derecha. Era una especie de cosquilleo que iba y venía por cada uno de mis dedos. Rápidamente me di vuelta para verificar si había alguien detrás de mí, pero nada. Como lo había confirmado antes, estaba sola. No comprendía lo que me estaba sucediendo. ¿De dónde venía esta sensación? Posiblemente estaba perdiendo la razón, por lo que ahora sí o sí debía salir de este lugar.

Después de la vida © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora