CAPÍTULO 3
"La llegada"
El día que me dieron de alta en el hospital, Johnny me llevó en silla de ruedas hasta la salida. Todavía tenía puesto el yeso en la pierna derecha, y según lo que dijo el doctor debería llevarlo, por lo menos, una semana más.
Estaba lloviendo torrencialmente, por lo que Johnny me tuvo que cargar en sus brazos y correr hasta llegar al automóvil que había estacionado en la esquina del hospital. Abrió la puerta del asiento del acompañante y me introdujo con mucho cuidado para que no me golpeara la cabeza ni la pierna enyesada. Cuando él subió a la camioneta estaba completamente mojado. Me miró con una sonrisa y dijo:
─Al menos ya no tendré que bañarme.
Esa frase tan insignificante soltó en mí la primera sonrisa en varios días de pura tristeza.
─Creo que dije algo gracioso, porque te hice reír.
─Si lo hiciste, pero no apuestes tu futuro como comediante. No eres tan bueno. ─Sonreí una vez más y le guiñé un ojo.
─Sé que va a ser difícil para ti, pero tenemos que ir a tu casa para buscar ropa y todo lo que necesites. El avión sale en cuatro horas y quiero llegar a horario, por las dudas.
Miré a Johnny de refilón, sin entender de qué me estaba hablando. Mi cabeza aún no lograba conectar las ideas como lo hacía antes del accidente.
─No quiero sonar como una desagradecida ni nada por el estilo pero, ¿me estás diciendo que tengo que abandonar mi hogar? ¿es eso lo que me quieres decir? ─Esperé por su respuesta con la certeza de que no iba a ser la que quería escuchar.
─Lya... Tus padres me dejaron a tu cargo y eso me convierte en tu tutor legal. ¿Comprendes eso?
No sé cómo hice para contener las lágrimas que luchaban por brotar a mares, pero tomé fuerzas de donde no tenía para hacer que las palabras salieran de mi boca.
─No puedo creer que después de todo lo que he vivido y aún vivo, estés dispuesto a hacerme abandonar mi hogar, el lugar donde crecí, donde conviví con mis padres hasta que... ─mi voz se entrecortaba por la mezcla de rabia y dolor que me quemaba la garganta─. Hasta que murieron. ─Fue ahí cuando ya no pude contener más mi sufrimiento y me desmoroné. Lloré, lloré y lloré, hasta que pude encontrar en mi ser un poco de compostura y seguir escuchando lo que Johnny tenía para decirme.
─Pequeña, sé que nada de esto es fácil para ti. Créeme que de verdad lo comprendo, pero tú también debes comprender que tengo un trabajo al que debo volver y no puedo dejarte sola.
─Puedo quedarme con mi amiga Sally, de seguro su madre me lo permitirá ─rogué con la voz quebrada, tratando por todos los medios de que se me escuchara con la mayor claridad posible.
─Lo siento mucho Lya, pero es una decisión tomada y tendré que ponerme firme en esto. Tú vienes conmigo y no hay discusión al respecto.
Cuando Johnny encendió el motor del automóvil, supe que ya no habría marcha atrás. Ya no valía la pena discutir. Había perdido a quienes más amaba en el mundo y ahora también perdía mi hogar. Me sentía totalmente abandonada, la vida me estaba dando el golpe más grande, y solo esperaba poder resistirlo.
Durante el recorrido hacia la casa, no cruzamos ni una palabra. Johnny se encontraba claramente ofuscado por la situación, aunque verdaderamente no me importaba. Él no estaba renunciando a nada, mientras que yo estaba dejando toda mi vida. Me sentía enojada con el mundo por todo lo que me estaba sucediendo. No podía comprender por qué me había tocado una desgracia como la que estaba viviendo. Sin embargo, no lograba responder a ninguna de las preguntas que albergaban mi mente.
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Después de la vida © (#1)
Paranormal¿Qué pasaría si un día pierdes a las personas más importantes de tu vida? Galya tiene quince años, su vida es como la de cualquier adolescente normal. Y lo seguiría siendo, si no hubiese sido por el accidente. Ese hecho crucial la deja huérfana. P...