CAPÍTULO 7- "Alguien"

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CAPÍTULO 7

"Alguien"

Estaba petrificada, aún de espaldas a la habitación. Mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo en mis oídos, como si toda la sangre se me hubiese subido a la cabeza. No sabía qué hacer.

─No tienes por qué sentir miedo Galya.

Mis pupilas se dilataron cuando escuché que el extraño dijo mi nombre. ¿Cómo podía saberlo? ¿Acaso me conocía?

─¿Sabes que podrías darte la vuelta y mirarme verdad? Es una falta de respeto que no me mires a los ojos.

Instantáneamente deseé que todo eso fuera producto de mi imaginación. ¿Cómo alguien podía haberse metido en la casa sin que yo lo hubiese notado? ¿Cómo podía estar en mi habitación exigiéndome que lo mirara? Hubiese deseado que sólo fuera una pesadilla, pero no, ahora estaba en frente de algo desconocido, de alguien desconocido.

Muy despacio, me di la vuelta. Pero inmensa fue la sorpresa que me llevé al ver que no había absolutamente nadie en la habitación. Vacía, excepto por mi presencia y la de algunos pocos muebles. Abrí mis ojos con sorpresa. ¿Me lo había imaginado? ¿Pude crear la voz de un hombre en mi cabeza? ¿Estaba enloqueciendo?

Caminé hacia el ventanal, confiada de que no debía preocuparme por nada, de que sólo fue un lapsus en el que mi mente se abstrajo de la realidad y...

─No estás loca.

Esta vez me quedé muda. Intentaba respirar pero el aire no parecía llegar a mis pulmones. Ahí estaba, visible ante mis ojos, un chico que parecía tener mi misma edad se reflejaba en el vidrio.

─No estás imaginando nada. Soy real...o al menos...lo fui alguna vez.

Él... seguía hablándome, entonces, quizás, él tenía razón y yo... yo no estaba imaginando nada. Sí, lo más probable era que no estaba enloqueciendo, y... ¡por Dios! Esto se estaba poniendo demasiado raro. Levanté la vista y volví a mirar el reflejo, pero el chico seguía allí.

─Sí, sigo aquí.

¿Podía leer mis pensamientos? ¿Estaba pensando en vos alta? Lentamente me di la vuelta, pero una vez más, me encontraba sola. Comencé a pensar que la locura estaba invadiendo mi cabeza.

─Estoy aquí.

Me di la vuelta en dirección a mi cama. Y ahí estaba. Era un chico muy joven, casi o seguramente de mi edad. Su cabello era oscuro, lacio, y sus ojos de color verde. Lo miraba sin poder entender cómo se había metido en mi habitación. Seguía inmóvil cerca del ventanal. Inmóvil, sólo mirándolo.

─¿Sabes? Es de mala educación mirar fijamente a alguien y ni siquiera dirigirle la palabra- su tono era burlón, casi cómico, e hizo que me sobresaltara.

─¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ─Él estaba sentado en mi cama, tan tranquilo, tan confiado de sí mismo. Por un momento me dio la ligera sensación de que conocía esa habitación, de que... no, era absolutamente imposible.

─Así que quieres saber quién soy... y... ¿acaso no recuerdas la historia que hay sobre esta casona? ¿O nadie te la contó? ─Él me miraba desafiante. Sus ojos estaban clavados en mí a la espera de una respuesta.

─Sí, algo me dijeron al respecto ─contesté nerviosa. La verdad era que sólo recordaba que alguien había muerto en esta casa, pero eso era todo.

─¿Algo? ¿Sólo algo? ─Él parecía un poco molesto, casi... ¿herido en su orgullo? No, había algo más.

─¿Por qué... por qué no me lo cuentas tú? ─dije titubeando. No quería demostrarle que me sentía nerviosa, asustada, pero me era casi imposible.

Él sólo me miró. Altivo. Con una sonrisa torcida. Desafiante.

─¿Estás segura de que quieres saberlo? ─expresó, mientras se acomodaba aún más en mi cama. Con una actitud completamente  desagradable para mi gusto.

─Sí ─le respondí tratando de mostrarme segura, tratando de que vea que su presencia no me asustaba, aunque sintiera completamente lo contrario.─ Estoy segura.

─Muy bien. Te contaré la historia de esta casa.

Hizo una pausa un tanto larga, dejándome a la expectativa. Retrocedí unos cuantos pasos cuando él se incorporó, dirigiéndose  hacia el ventanal. Ahora me daba la espalda.

─En esta casa solía vivir un matrimonio con su hijo ─guardé silencio, aunque eso era algo que Josh ya me había contado─. Sus nombres eran Steve y Lilian. Su hijo se llamaba Lucas, y tenía apenas 17 años. Él nació y se crió en esta casa. Era muy feliz en esta casa. Y como su madre no pudo tener más hijos, era el mimado de sus padres.

«Un día, sus padres tuvieron que asistir a una fiesta que realizaban sus amigos. Como tantas otras veces lo dejaron solo en la casa, porque sabían que él podía cuidarse solo, lo consideraban muy responsable y maduro para su edad. Y de hecho lo era. Salvo por ese día. Su novia lo había dejado. La única chica a la que había amado lo dejó sin ningún tipo de indicio de una decisión que lo tomó por sorpresa completamente. Ni siquiera le dio la posibilidad de que le preguntara por qué quería terminar con él. Ella simplemente le dijo que nunca más la llamara, ni se acercara a él, que lo quería fuera de su vida para siempre. Luego... cortó».

«Lucas quedó desolado. Sintió su corazón morir. El dolor era imposible de resistir. Intentó llamarla, pero ella no respondió. Pensó en ir a buscarla y pedirle una explicación, pero en lugar de eso, prefirió emborracharse. La primera decisión inmadura que tomaba en mucho tiempo, pero al fin de cuentas, tenía 17 años ¿sabes? Aún era un niño. Y ella había sido su mejor y única amiga. No tenía a quién recurrir. Nunca le diría algo de su vida privada a sus padres, no le gustaba compartir su intimidad. Él se guardaba todo, y sufría en silencio».

«Tomó la botella de whisky de la alacena de la cocina y subió a la azotea. Trató de pensar en las mejores palabras para armar un discurso que pudiese recuperar el amor de Caroline. Sí, ese era su nombre. El sólo hecho de pensar que ya no la tendría a su lado lo lastimaba en lo más profundo, no podía imaginarse sin su compañía. Él siempre pensó que terminarían juntos, formando una familia, viviendo felices. Pero de pronto, todo había cambiado».

«Tomó una vez tras otra, sintió que el líquido ardía y le quemaba la garganta, y luego llegaba a su estómago vacío incendiándolo. El alcohol fue rápidamente absorbido por su sangre, y su cabeza comenzó a darle vueltas. Se sintió muy mareado. Quiso incorporarse, y al hacerlo, fue cuestión de segundos...»

Lo miré expectante. Él se había callado.

─Perdió el equilibrio y... y cayó.

Mi expresión de sorpresa fue tan grande que mis ojos se abrieron de la impresión que me causó imaginar esa escena tan terrible.

─Murió al instante. No se pudo hacer nada. Sus padres estaban destrozados. Era su único hijo, era su vida. No pudieron regresar a la casa después de eso. Les recordaba demasiado a él, demasiados recuerdos, demasiado dolor. Decidieron dejar todo el mobiliario y se llevaron lo esencial. Nunca más regresaron.

Después de unos segundos interrumpí el silencio.

─Hay algo que no entiendo.

Él se dio la vuelta y miró directo a mis ojos.

─¿Qué es lo que no entiendes? ─preguntó casi molesto.

─Sé que sucedió algo horrible en esta casa, lo entiendo. Pero... su precio estaba muy bajo, casi un regalo. Bueno, al menos eso es lo que Johnny me contó.

─Exactamente cuál es tu duda. ─Me miró casi intimidándome, pero no lo consiguió, así que pregunté:

─¿Por qué nadie compró la casa hasta ahora? Digo, su precio era sumamente accesible.

Él hizo una media sonrisa, casi mofándose de mí.

─Porque el chico que murió... era yo.









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Después de la vida © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora