CAPÍTULO 12- "Ayuda"

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CAPÍTULO 12

"Ayuda"

 

El fin de semana se había convertido en una rutina aburrida, al igual que el resto de la semana. Deseaba volver a Atlanta y ver a Sally y a las chicas, pero sabía que eso no sería posible, por lo menos no ahora. Me conformaba por entrar a Facebook y chatear de vez en cuando. Ella y yo teníamos horarios muy diferentes y no siempre podíamos coordinar para estar en la red social al mismo tiempo. Sin embargo, a través de algunos mensajes, intenté contarle de mi situación con Lucas, aunque estaba clara que obvié el hecho de que se trataba de un espíritu que vivía en mi habitación, y que me hablaba. Tan sólo mencioné el hecho de que había un chico, bastante apuesto, que al principio solía molestarme, pero de que alguna forma la relación se transformó en algo muy distinto, y ahora habíamos logrado a llevarnos bien. Sally me dijo que lo más seguro era que Lucas sintiera algo por mí, cosa que ya sabía porque él mismo me lo había dicho, pero cuando Sally se refería a que Lucas sintiera algo por mí, hablaba de un sentimiento más cercano al amor, lo cual me descolocó por completo. No esperaba que mi mejor amiga realizara un análisis de ese tipo. ¿Lucas enamorado de mí? Tendría que ser una broma, una de muy mal gusto. No podía negar que habíamos comenzado a llevarnos mejor, pero había una gran distancia entre llevarse bien y enamorarse. Eso sí que sería una completa locura.

Había comenzado a soñar con mis padres otra vez. Tantas veces que hasta había noches en las que no quería dormir. Era demasiado duro. En mis sueños los veía vivos. Ellos me hablaban como si nunca se hubieran ido. Los veía en mi antiguo hogar, en mi nueva casa, los veía en el lugar del accidente, en mis sueños los veía en todos lados. Y lo peor de todo no era el verlos... era que en mis sueños ellos seguían vivos, sin un rasguño, sin rastros del accidente, pero cuando despertaba, siempre lo hacía confundida. Me costaba unos cuantos minutos darme cuenta de que mis sueños no eran verdad, tenía que recordar, hacer marcha atrás en los acontecimientos para corroborar la realidad, y lo peor de todo, es que la realidad siempre era devastadora.

La mayoría de las veces en las que me despertaba confundida, al recordar que mis padres habían muerto, un dolor desollador. Sentía que algo me clavaba el pecho, pero desde adentro. Era un dolor que amenazaba con despedazarme. A duras penas lograba levantarme de la cama y llegar hasta el baño, donde me mojaba la cara y luego, tomaba un poco de agua para intentar despejarme. A veces, notaba que la mano me temblaba cuando agarraba el vaso, y me veía obligada a tomarlo con ambas manos por miedo a que se cayese.

Después de eso, apenas lograba conciliar el sueño. Había vuelto casi al mismo lugar donde estaba cuando llegué a Black River. Los sueños, el insomnio, la falta de apetito, todo era un maldito combo producto del dolor que volvía para destrozarme.

Por lo general, cuando decidía que iba a serme imposible recobrar el sueño, me dirigía hacia el living y encendía la televisión. Nunca había nada bueno para ver, pero al menos el ruido mantenía mi cabezada un poco despejada. En ocasiones lo sentía, aunque no podía verlo. Él estaba ahí, haciéndome compañía. Siempre.

De alguna forma mi mente lo había bloqueado, lo cual hacía que no pudiera verlo. Pero aún así lo sentía. Y cada vez que lo sentía, me recorría un calor tan agradable, tan relajante. Era la única forma en que lograba conciliar el sueño. Terminaba dormida en el sillón del living, con el brazo casi en el piso, y el cuerpo en alguna posición extraña. No era la mejor manera en la que una persona podía dormir, pero al menos era algo. Y ese algo me permitía mantenerme cuerda, lo suficiente como para mantenerme al pendiente en mis clases, lo suficiente como para aprobar todas las materias, a excepción de matemáticas. Esa maldita materia me hacía la vida imposible, simplemente no era lo mío. Y me había resignado a ello cuando un día, en el que estaba estudiando para recuperar el examen que había desaprobado, sentí a Lucas. El calor era tan placentero que casi me quedé dormida en la cama. Sí, estudiaba en la cama, un mal hábito que no podía quitarme de encima, y que mamá me había reprochado miles de veces. Sin embargo, ahí lograba concentrarme, y me funcionaba con todas las materias, pero matemáticas no era el caso.

Después de la vida © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora