Capítulo VII

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Decidí dejar de pensar en eso, relajarme y simplemente seguir con todos los ejercicios que el entrenador nos estaba dictando.

El sol fue ocultándose poco a poco hasta que empezó a anochecer. Para ese tiempo todos estábamos cansados y, con el sudor que estaba saliendo de nuestros cuerpos, podríamos llenar una piscina.

Me imaginaba otra cosa cuando dijeron "ejercicio pesado". Pensé en pesas, o correr, más nunca me imaginé que era cortar toda la maleza que yacía en el campo y cortar árboles secos. Cargar troncos pesados y jalar un tractor hasta el otro extremo del lugar.

—Pueden parar. Es suficiente por hoy. —Nos dijo el supuesto entrenador mirándonos sin expresión alguna.

Cuando escuché eso, simplemente me desplomé. El suelo estaba caliente por los intensos rayos solares que hubieron en la tarde, pero eso no me importó mucho. Solo quería estar acostado por un momento y relajarme un poco.

—Oye Nick —Me hablo Judy y abrí mis ojos para verla— ¿Qué te parece si vamos a comprar un pastel de moras? —Dió una ligera sonrisa y se la devolví.

—Por supuesto Judy.

Imaginé el pastel, con un glaseado azul celeste y morado. En el interior estaría relleno de crema de moras con frambuesas, dándole un sabor único y creando una explosión de combinaciones increíbles.

—Hey, zanahorias —Volteó a mirarme y le di una sonrisa de lado—, ¿con helado de zanahorias y nueces?

—Claro.

Se fue hacia otro lugar mientras hablaba con unas oficiales. Me sentía tan bien conmigo mismo. Supongo que el ejercicio pesado fue una forma de quitar el estrés del trabajo y de las oficinas que habían en la comisaría. Esto era lo que necesitábamos. Más acción.

—Atención oficiales —Habló el jefe Bogo desde el escenario que estaba frente a nosotros — por hoy, han terminado las pruebas de calentamiento. Los felicito a todos por su esfuerzo —Se escucharon aplausos y gritos de algunos animales. Sí que estaban felices—. Recuerden que mañana va a empezar lo bueno. Las pruebas apenas van a empezar, así que no se confíen mucho.

Hubo un silencio algo brusco. Primero estábamos felices por todo lo que habíamos echo hoy, pero ahora estábamos tristes porque básicamente no eran pruebas duras. Solo fue una entrada a las verdaderas. Ahora sí que tenía miedo.

—Pueden retirarse —Dicho esto bajó del escenario y fue hacia una camioneta blanca que se encontraba a un lado de esta.

Junto con zanahorias, nos dirigimos hacia las camionetas negras que se encontraban a las afueras del campo. Las estrellas se iban haciendo cada vez más brillantes conforme pasaba el tiempo y no pude parar de pensar en traer a Judy a un desierto. Los dos juntos. Solo con el sonido que provocaba el viento, junto a una espectacular vista del cielo.

Nos sentamos en los asientos de atrás, para tener un poco más de privacidad. Quería disfrutar estar a solas con ella lo más que se pudiera, ya que después, si eligen a uno de los dos, nos tendríamos que separar y ya no nos volveríamos a ver.

Subieron unos cuantos oficiales más. Y todas las camionetas avanzaron por la misma dirección, hasta que la nuestra dió un giro hacia la izquierda y empezó a dirigirse entre los árboles.

—Eh, disculpa —Empecé a decir con todo el valor que tenía—. ¿La cuidad de Zootopia no queda hacia el otro lado? —Señalé con mi pata hacia la carretera dónde transcurrían muchos vehículos.

No contestó. Siguió viendo hacia el frente como si no hubiera escuchado nada y cuando menos me lo esperé, alguien salió por la parte de atrás y nos vendó los ojos a todos.

—¡Quietos ahí! No hagan ningún movimiento o hacemos explotar la camioneta en la que van sus superiores —Dijo con una voz ronca y seca. Como si no hubiera tomado agua en todo el día.

Se escucharon murmuros; sentí la pata de Judy tomar la mía y apretarla con fuerza, al grado de casi dejarla de sentir.

—¡No hablen! —Gritó y se escuchó un sonido; como que le estaba quitando el seguro a una pistola—. Nadie se quite la venda o disparo.

Se hizo un silencio. No un silencio bueno. Un silencio abrumador. Ni una mosca hacia ruido. Solo se escuchaba el sonido de las ramas de los árboles chocar con el techo del vehículo y las hojas siendo aplastadas por este. El conductor iba dejando de pisar el acelerador y momentos después le entró una llamada.

—No jefe —Estaba atento a lo que escuchaba. Cualquier cosa me serviría para saber dónde estábamos—. Ya la tenemos... ¿Por... —Se hizo otro silencio y siguió hablando—. ¿No los podemos traer y después... Está bien, lo que usted diga —Detuvo el vehículo bruscamente y se escuchaban gritos y quejidos de la nada. Sentí que me levantaban de mi asiento y me lanzaban hacia el suelo.

—Nadie haga nada. Esperen aquí. Tenemos otros planes para ustedes.

Dicho esto las puertas de las camionetas se cerraron y arrancó el conductor a toda velocidad.

—¡Zanahorias! ¿Dónde estás? —Dije al aire, no iba a arriesgarme a quitarme la venda. Ella debería estar conmigo. Debería.

Todos los demás hacían lo mismo y recibían respuesta, en cambio yo no. No se alcanzaba a escuchar la voz de Judy. Estube atento a cada sonido que me diera un indicio de ella y nada.

Empecé a preocuparme. Mis patas se hacían pegajosas, ya que estaba sudando frío. Mi pulso cardiaco estaba loco, latía con fuerza y no era por la atracción que sentía hacia ella, sino porque no la encontraba.

¿Y si ella era la que buscaban?

No... no podía pasar eso. Claro que no. Eso sería absurdo. No podían estar detrás de ella y llevársela, no.

A lo lejos se escuchó otra vez el sonido de la camioneta y segundos después paró a un lado de nosotros. Nos tomaron de los hombros y sin nada de amabilidad, fueron echándonos hacia los asientos como si fuéramos sacos de carne animal.

—Hey, Tizo —Habló un animal supongo que algo viejo—. ¿Qué haremos con ellos?

—Ya sabes lo que hacemos siempre, Locs —Se escuchó desde atrás en la cajuela y una risa inundó el silencio que se había formado.

Ojalá y estés bien, mi preciada zanahorias.


Zanahorias, me encantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora