Capítulo IV

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Simplemente de verlo ahí parado, unas incontrolables ganas de golpearlo nacieron en mi interior. Pareciera que ese tipo tenía un imán con nosotros. Apenas lo había conocido hoy y ya me estaba cayendo mal por cómo miraba de reojo a Judy.

—Si. ¿Algún problema? —Dije tratando de responder seriamente mientras me concentraba para no hacer ningún tipo de cara o burla hacia ese.

Jack notó eso y levantó una de las comisuras de sus labios, tratando de que Judy lo viera—. ¿Estás preparada? —Tomó por sorpresa a mi zanahorias, ya que cuando escuchó la pregunta se sobresaltó en su asiento.

—Ah... Eh... Si, supongo... —Respondió algo sonrojada y por debajo de la mesa, mis patas estaban formando unos puños listos para atacar en cualquier momento.

Es malo sentir celos. Si, lo acepto. Estoy celoso. Muy celoso. Demasiado celoso. No soporto que le esten coqueteando a mi pelusa.

—Y dime... ¿Por qué estás aquí? —Mi voz salió más seca de lo que tenía planeado, pero siento que fue mejor opción, ya que había desviado su mirada y ahora la tenía concentrada en la mía.

—¿No es obvio? Vine a comprar una malteada de zanahorias. Siempre vengo a este establecimiento.

Judy levantó sus orejas y lo miró algo curiosa—. ¿A usted también le gusta la malteada de zanahorias? —Le preguntó mientras movía su nariz un poco rápido.

Jack se acercó hasta Judy y le susurró en el oído algo que no pude escuchar pero con la reacción que tuvo mi zanahorias, ya tenía más o menos una idea de lo que le había dicho.

Antes de que ella pudiera responder, el mesero que nos había atendido llegó con dos malteadas grandes. Una en color naranja claro la dejo frente a Judy y otra en color azul claro la dejo justo frente mío.

Dije un simple gracias y este se retiró diciendo que cualquier otra cosa, le habláramos.

Traté de alejar los pensamientos de odio hacia Jack mirando a mi zanahorias. Tomaba de su malteada nerviosa, pero a la vez se le veía que lo disfrutaba. Si ella no se sentía incómoda, podía estar algo tranquilo.

Cuando succione la malteada hasta mi boca, me sentí en un mundo muy... Relajante. Éramos solo yo y la malteada, rodeados de nubes y un cielo despejado, el sol en su máximo esplendor, Judy vistiendo un vestido corto color amarillo pastel mirándome con sus ojos color violeta. Una sonrisa tímida pero visible salía a flote.

Los sabores, la textura de la bebida era la adecuada. El sabor de las moras resaltaba muy bien. Todo estaba bien hasta que Jack acercó una silla y se sentó a lado de Judy. Sus hombros se rozaban, sutilmente, pero se rozaban.

—Mesero —Dijo en voz alta y este llegó casi al instante hasta la mesa—. ¿Podría traerme una malteada como la de la señorita? —El mesero solo asintió y fue a la cocina.

Las mejillas de Judy se volvieron de un tono escarlata. A ella no le estaba gustando mucho que ese tipo estuviera ahí, sentado con nosotros. Nadamás de pensar en ello, mis patas formaron puños por debajo de la mesa, pero debía controlarme, no podía explotar por cosas absurdas.

Debía controlarme estos celos que yacían vivos dentro de mí.

—Nick, ¿Por qué estás tan serio? —Preguntó la inocente de mi zanahorias, más no le podía decir que estaba celoso—. Has estado muy... Tranquilo desde que Jack llegó.

—Ah, no es nada. Tranquila zanahorias —Dije tratando de sonar tranquilo y no cortante.

El mesero llegó con otra malteada en color naranja claro y la dejo enfrente de Jack.

—Muchas gracias —Dijo mientras le dejaba gran propina al chico.

Parecía que vivía entre muchos libros este señor.

Chequé mi reloj que se encontraba en mi muñeca izquierda. Faltaban 30 minutos para que empezarán las pruebas. Judy todavía no preparaba nada, ni yo.

—Judy, hay que irnos —La mire mientras le decía eso y me dirigió una mirada confundida.

—¿Por qué?

—Si Nick, ¿Por qué? —La voz de Jack hizo que me alterara de nuevo, aunque esta vez solo lo sentía por dentro. Al parecer solo quería provocarme.

—Faltan 30 minutos para que empiecen las pruebas, y no hemos preparado nada —Ignoré al sujeto que estaba a lado de mi zanahorias y le respondí a ella.

—Oh —Fue todo lo que dijo, porque la tomé de la muñeca y la arrastré conmigo hasta la salida, no sin antes de pagar las dos malteadas que nos habíamos tomado.

—Hay que apresurarnos para que nos de tiempo —Dije mientras caminábamos hasta su departamento.

Zanahorias, me encantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora