Capítulo XIII

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¿Preguntas?

-Primero que nada buenos días, jefe Bogo -le miré con el ceño fruncido-, segundo, ¿qué tipo de preguntas? y tercero -giré mi cabeza hacia los alrededores y le hablé en un tono de voz más bajo- ¿cómo vine a dar hasta aquí?

El búfalo que tenía frente a mí dió un suspiro y me miró con cansancio. Se le veía que no había podido dormir mínimo en dos días. Sus ojos se notaban más apagados y no tenían la chispa de querer regañarme por todo; así que algo andaba mal en esto.

-Wilde, yo vine a hacerte preguntas. No tú a mí -fijó su vista de nuevo a la libreta y empezó a leer lo que tenía escrito-. Agradecele a tu amigo, el zorro anaranjado, por haberlos traído a urgencias. De no ser por él, ahora mismo seguirías en cirugía y después llevado a cuidados intensivos.

Los vagos recuerdos llegaron a mí. Judy y yo en la camioneta de Gideon mientras este conducía por la carretera. El disparo que tenía en mi hombro y a él cerca de mí no eran una buena combinación. Mi zanahorias teniendo su pulso bajo, al igual que yo y después de eso se volvió todo oscuro.

Instintivamente llevé una pata hacia la parte donde se suponía que estaba la bala incrustada, pero esa parte yacía cubierta en vendajes ya manchadas en color rojo. Me preocupe al verlas de ese color, pero supuse que era algo normal. Toqué la herida por arriba del vendaje y un escalofrío recorrió mi columna. Ardía demaciado solo con un pequeño roce.

-¿Es normal que estén de color rojo, jefe Bogo? -pregunté mientras retiraba mi pata de la herida. Me miró algo preocupado y se levantó de la silla.

-Se supone que no debería sangrar... Algo hicieron mal, ¿por qué? -empezó a decir cosas sin sentido en murmullos muy débiles, pero yo podía percibirlos. Giró su cabeza hacia mí y estudio el vendaje que se notaba desde la bata que portaba-. ¿Te duele? ¿No te sientes mareado? Necesito que seas serio en tus respuestas.

-Pues, ahora que lo toqué débilmente, me ardió. Pero creo que es normal, ¿no?

-Me dijeron que ya no debería sangrarte -respiró mientras cerraba sus ojos, tratando inútilmente de relajarse y volvió a mirarme-. Vamos a dejarlo pasar. En un momento llamaré a la enfermera para que cambie las vendas; mientras, sigamos en lo que nos importa.

No podía parar de pensar en Judy. ¿Qué habrá pasado con ella? ¿Habrá salido ya de la cirugía y se está recuperando felizmente?

Asentí a lo que había dicho y escuché la primera pregunta.

-Bien. Judy me contó que habías tenido un golpe de recuerdos cuando estaban secuestrados y que estaban relacionados con las personas de ese lugar. ¿Podrías explicarme cada detalle, de lo que te acuerdes?

Oh, bien. Sabía que llegarían a preguntarme sobre eso. Todos en la comisaría no sabían nada sobre mi familia. No me sentía muy en confianza para contarles algo personal mío; solo Judy sabía. Le expliqué todos los recuerdos sin dejar un hueco en blanco. Desde que era pequeño hasta dónde me borraron la memoria. Tenía un semblante serio y cuando terminé, sus facciones se endurecieron más.

-La comisaría tenía vaga información sobre ese señor. Quería hacer un mundo exclusivamente para carnívoros. En el que se podía consumir cosas ilegales, tales como carne animal y sangre. En Zootopia teníamos restringidos los lugares en donde vendieran ese tipo de productos, pero de alguna manera, tu padre supo ocultarlos bien -retiró los lentes de sus ojos y verificó su libreta-. No quiero sonar pesimista, pero no creo que tus padres hayan sobrevivido a esa emboscada. Y si es que lo hubieran logrado, sería muy difícil encontrar su paradero. Era un zorro de los más buscados de toda Zootopia.

¿Ese era el trabajo de mi padre? No me sentía a gusto siendo su hijo. Viniendo de esas sangres con aflicción a comer algo prohibido, pero torturosamente rico para nosotros. No podía creérmelo todavía. Debía de haber alguien detrás de esto. Simplemente no podía haber dicho "quiero hacer un mundo completamente para los carnívoros; donde puedan ser libres sin necesidad de que los herbívoros digan malas cosas sobre nuestra comunidad".

-Mi padre era uno de los más buscados y ahora que tiene usted aquí, a su hijo, no puede llegar a su lugar de escondite porque fueron precavidos con eso, borrándome la memoria -miré hacia abajo; estaba poniéndome pesimista-. Debería de serle un punto clave para dar con su paradero, pero no, ¿cierto? -tuve la vaga sensación de que él quería añadir algo más, pero no lo dejé. Desconecté los cables que tenía en mi cuerpo y me senté a la orilla de la cama. Cuidadosamente me paré sobre mis dos patas y mientras seguía con mi mirada baja, le hablé-. ¿Podría llevarme con Judy? Necesito verla.

Sin decir nada escuché como arrastraba su silla para pararse. Pensé que me daría algún tipo de regaño por no estar reposando, pero al contrario, me sujetó firmemente para que no me cayera si mis patas decidían no responder a mis órdenes.

Caminamos en un silencio incómodo. Por un lado, quería decir algo para romper la tensión, pero sabía que él no cooperaría. Varias enfermeras y doctores nos miraban con mala aprobación. Sí; debería estar descansando, ¿y? Necesitaba saber cómo estaba mi mejor amiga, ya que no sabía si su pequeño cuerpo soportaría la magnitud de una cirugía.

No debimos de haber tomado a la ligera nuestro escape. Sabíamos que había vigilancia en todo el recinto y aún así escapamos justamente por donde había seguridad desde arriba, logrando dañarnos. Tuvimos que idear un plan para que no pasará nada de esto. ¿Fue mi culpa? No lo sé.

Llegamos hasta la habitación 123 y ella se encontraba ahí, tendida en la cama y, al igual que yo, varios cables rodeaban sus brazos y la pierna donde recibió el disparo. Sus padres yacían sentados a un lado de la cama. Se veían algo preocupados por el estado de su hija, pero por lo menos no lloraban ni reclamaban hacia los enfermeros. La cuestión era, ¿debía de entrar? Seguro me cuestionaría el por qué estaba ella así, pero no sabría cómo responderles sin parecer un zorro torpe; aunque se sorprenderían en un principio por verme. Según había entendido, ellos le temían a los depredadores. Ahí sería la complicación del asunto.

Me relajé y le dije al jefe Bogo que me dejara un rato solo con los padres de Judy. Él asintió y se fue diciendo que tenía que contestar una llamada que había entrado. Caminé lentamente, sujetándome de la puerta y, cuando sintieron mi presencia, sus orejas se levantaron y actuaron en modo defensa. Sus ceños se fruncieron al verme. Les dí una cara de extrañeza, así que bajaron un poco su guardia. El primero que habló fue su padre.

—¿Eres Nick? ¿El compañero de Jude? —dijo amargamente, mirándome con algo de desaprobación—. ¿Tú fuiste el que la dañó? Contesta.

—Cariño, no puedes hablarle así a él. Recuerda que no hay que juzgar a los animales por lo biológico —mencionó la que parecía ser la madre de Judy—. Hola, sí eres Nick, ¿no? Judy nos contó mucho sobre tí.

Mis suegros son al principio muy extraños. Espero no sorprenderlos cuando le confiese a mi zanahorias lo que siento y después se lo cuente a ellos. Digo, estoy pensando mucho en el futuro, ¿verdad?

—Mucho gusto. Soy Nicholas Wilde, pero me pueden decir Nick. Compañero y mejor amigo de Judy. Es un placer conocerlos ahora —dije mientras buscaba una silla, ya que me estaba mareando estando parado.

—No he escuchado la respuesta. ¿Eso se lo hiciste tú? —preguntó su padre.

Les expliqué lo que había pasado. Claro que tuve que reservar cosas para mí. No iba a decirles todo. Solo lo esencial. Cuando terminé, su mamá caminó hacia mí y me tomó las dos patas junto a las suyas. Me miró muy feliz. ¿Será esta su aprobación para estar con Judy? ¿Le estaré agradando?

—Muchas gracias por lo que hiciste. Fue muy valiente de tu parte arriesgarte para poder escapar lo más ilesos de ahí. Te felicito.

—Gracias, ¿señora...?

—Dime Bonnie y a él —tomó de la manga a su esposo con su cara algo amargada aún. Sería difícil hacerle ver que era buen mamífero— le puedes llamar Stu.

Iba a añadir algo más, pero el jefe Bogo entró en la habitación y me hizo señas para que saliera de ahí. Me despedí de los padres de mi zanahorias y me dirigí hacia donde el jefe-mala-cara se encontraba.

—Wilde, aún las esperanzas no se acaban. Cuando tú y Judy estén recuperados de sus lesiones, necesito que vayan directamente hacia la comisaría. Tengo información que será de mucha utilidad para tu caso.

—¿Se refiere a...? —mis ojos se iluminaron por la emoción que empezaba a sentir.

—Sí. Estamos a un paso más de encontrar a tus padres.

Zanahorias, me encantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora