Capitulo III

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Noviembre de 1854.

— No podemos estar juntos— le respondió con los ojos vidriosos.

— Nos amamos, vámonos de aquí— le sujeto de la mano— huye conmigo _____.

Ambos habían comenzado una relación oculta. Ella estaba casada con un funcionario muy importante de aquella época. Él uno de sus trabajadores. Ella cada día se le acercaba más y el cada día le resultaba más difícil resistirse.

Si su esposo se enteraba los mataría a Ambos. Pero eso no les importaba por qué si huían las cosas cambiarán y podrían vivir su amor libremente.

— Nos matarán— le dijo con miedo y el la abrazo.

— Si nos quedamos tu esposo nos matará, si nos vamos viviremos nuestro amor hasta que las sombras nos encuentren. — le respondió apretándola más a su cuerpo.

Su Solá proximidad le proporcionaba una sensación extraordinaria, como el calor que desprende un tronco cuando se resquebraja en la chimenea y va reduciéndose a cenizas.

— Vámonos— contestó firmemente con una sonrisa en los labios.

— No habrá vuelta atrás ¿Estás completamente segura?

— Completamente.

Su mirada se clavó en la de él. Ambos se unieron en un tierno beso y entrelazaron sus manos. Aquél conocido calor de piel bajo sus manos le hizo inclinar la cabeza hacía atrás y gemir: intentaba obviar cuán cerca estaba de ella, cuán irresistible era la sensación que le producía el roce de sus labios, ella le acariciaba los dedos con suavidad. Podía percibir el latido de su corazón a través del fino vestido de algodón que traía puesto.

El tiempo se detuvo y una ráfaga de viento entró por las ventanas, tirando todo a su paso como si dentro de aquella habitación hubiera un tornado.

Nada importaba, nada existía más que aquél beso.

De un momento a otro un olor a azufre comenzó a invadir el ambiente. Ambos se despegaron y el golpe del viento los avento hacía diferentes lados. El suelo se iluminó de rojo y el techo era una especie de foco intenso cegador.

Unos sombras comenzaron a remolina ese sobre él, sus gritos retumbaron por toda la habitación y las lágrimas de ella no paraba de salir. Veía a su amado sufriendo. Una densa bruma oscura lo cubrió y luego desapareció.

Un rayo de luz se posó sobre ella. Observó cómo una nube de bruma blanca pasaba frente a ella: por un instante, en sus ojos vió un destello de reconocimiento.

«Te encontraré» susurró en un Hilo de voz casi inaudible.

Después, ya no hubo nada; nada en absoluto.
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Septiembre de 2019.

_______ se despertó con un grito. Se encontraba mareada y sudada.

Tocaban a la puerta. Luka entró a la habitación y le miró preocupado.

—¿Te encuentras bien?— le pregunto y ella asintió.

— Una pesadilla— contestó aún con la respiración agitada.

— Vale, — le extendió una blusa limpia y unos jeans negros— Te espero afuera.

______ asintió. Cuándo vió a las almas que aún se recuperaban del dolor al igual que ella. Miró a Mary Ann.

—¿Qué ha sido eso?— le pregunto aprovechando que las otras almas todavía no podían escucharle.

Entrelazados [Constantine y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora