Capitulo IX

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— Vamos a volver a nuestra conversación. Necesito que hables conmigo, _______. Es la única manera en la que puedo ayudarte.

— Me ha preguntado si oigo voces— dijo, entonces—. La respuesta es sí. Las oigo todo el tiempo.

«Vamos. No somos tan malos» dijo Mikel y guiñó el ojo.

«Clavame un puñal en la espalda, ¿Qué más da?» protesto Aarón.

Quería pedirles perdón. Pero se quedó callada.

— Entonces no ha habido ningún progreso. Podemos hablar de nuevo con tu psiquiatra para que te cambié la medicación.

— De acuerdo,— dijo _____, aunque de repente recordó como le habían afectado las drogas muevas. Calambres en el estómago, vómitos, deshidratación y una semana conectada a una bolsa de suero.

El doctor Gray se ajustó las gafas en la nariz.

— Si todavía oyes voces, me gustaría saber que es lo que quieren de tí.

— Muchas cosas.

—¿Cómo por ejemplo?

— Como...control de mi cuerpo.

El doctor con el ceño fruncido tomo notas en su cuaderno.

— Vaya, lo has llamado « El cuerpo». Vamos a pararnos en eso un momento. Si las voces tienen que pedirte control de tú... cuerpo, significa que no pueden tomarlo por sí mismas. Tu puedes decidir. Eso es bueno, ¿No?, Significa que tú tienes el control.

Tal vez las almas no podían tener su cuerpo sin permiso pero podían causar mucho daño sin tenerlo.

— Sí, claro.

El doctor siguió tomando notas.

— Y, como eres tú quien tiene el control, ¿No obligado a las voces, algunas veces, a qué te dejen en paz?

—¿Obligarlas? No. Pero Algunas veces se marchan.

—¿Y que te ocurre a tí cuando se van?

____ sonrió, aunque con culpabilidad.

— Siento paz.

—oh, ____— dijo el doctor Gray—. Eso es maravilloso.

«Seguro que se siente como un padre orgulloso» dijo, Mikel.

— No es cierto, las voces no pueden marcharse, siempre están conmigo.

Recordó que en aquel tiempo no podía conocer la Paz. Para _____ no existía la Paz pues no conocía siquiera a John.

Su sonrisa se desvaneció.

— ¿Y como voy a ayudarte si tengo que distinguir entre medias verdades y mentiras?

____ se miró los pies y puso cara de avergonzarse.

— No lo haré más.

— Procura no hacerlo más. Pero ¿Porqué lo has hecho en esta ocasión?

Ella se encogió de hombros, no se le ocurría ninguna respuesta.

— Está bien, ¿Porqué dejas que las voces vuelvan contigo cuando ya se han marchado? Se que me estabas diciendo la verdad cuándo me has contado que las voces se marchaban, porque tú eres quien tiene el control ¿Lo recuerdas?

No podía escabullirse de ninguna manera en aquella ocasión. Tenía que decir la verdad. O por lo menos, parte de la verdad.

— Están atadas a mi como...como si fueran mascotas con una correa. No puedo mantenerlas fuera.

Entrelazados [Constantine y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora