1._Patíbulo

619 60 12
                                    

La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es,nosotros no somos.” 


El pueblo era como todos los pueblos del desierto. Una calle amplia rodeada de las casas,del banco,del edificio municipalidad,el correo y el bar que era el centro neurálgico del lugar. Un pueblo cubierto de polvo,seco y estéril. Allá,al fondo,habia una pequeña colina,sobre la que se levantaba la iglesia y antes de ella, se ubicaba el cementerio que era dividido por la angosta vereda,que se trepaba al inmaculado edificio que dominaba al pueblo.

Aquella mañana de sol fulgurante,los habitantes de aquel lugar que fue llamado irónicamente "Terra Verde" estaban reunidos ante el patíbulo. Allí con la soga al cuello,literalmente,
estaba el condenado a la pena capital. Se le veía tranquilo y solemne. Su elegante atuendo,su peinado lustrado y sus brillantes gafas le daban un aspecto de estudiante graduado,pero ese sueño nunca se concretaria. Gohan era su nombre, tenia unos veinte y tantos años.Habia logrado dejar el pueblo para estudiar en la ciudad. Quería ser un gran investigador.Estudiaba antropología o algo así. Su error fue volver.No lo hubiera hecho de no ser por su madre,que era una mujer aprenciba, conservadora y algo histérica,según decían. Ahí estaba. Hecha un mar de lágrimas que la llevó a un desmayo en brazos del vago de su esposo,que veía a su hijo como quien ve a un extraño. No lo crío ¿Qué cariño le podía tener?.

El reverendo o el Daishinkan, como lo llamaban todos, leía uno de tantos pasajes de ese libro del que nunca se desprendía.Daba un sermón respecto a como no se debia imitar al hereje, que desafiaba las leyes del gran Zen oh sama hablando de igualdad,de libertad,de que más allá del desierto habían ciudades que eran,en su opinión,faltas de toda moral. Un discurso que taladraba los oídos,que bajaba cabezas,que callaba bocas y subyugaba espíritus.

Corriendo,a prisa, apareció una muchacha que se abrió pasó entre la muchedumbre para llegar a la primera fila y presenciar,desde allí, la muerte de ese que era su gran amor. Sus padres trataron de sacarla de esa posición,pero ella no se los permitió. Si iba a verlo morir sería desde allí y nadie se lo iba a impedir.Ni sus progenitores,ni el mismísimo Daishinkan.

Un poco más allá estaba Whiss,uno de los hijos del Gran Sacerdote y el futuro esposo de la muchacha,que acababa de llegar. Él la miraba discretamente, luego miraba al condenado. Conocía a ambos. Gohan fue su amante antes de que dejara el pueblo,para ir a la universidad.Aún tenían cierta amistad. La muchacha se llamaba Evangeline,era la segunda hija del alcalde. Hermosa,educada e hija de una buena familia.Como tenia que ser la esposa de uno de los ministros de fé. Él aun no lo era,pero lo seria pronto le gustara o no. Era el destino del que no podía escapar, como de ese pueblo tampoco se podía hacer. Nadie jamás lo abandonaba.La gente sólo llegaba para no volver a salir de el. Era como una maldición. Ese que estaba en el patíbulo logró salir,pero término regresando.Así pasaba con todos.

Una mirada de reojo le dio Evangeline a Whiss.Una a la que él,respondió con una sonrisa que parecía una burla en esas circunstancias,pero que sólo era un habito arraigado y extraído de su padre. La muchacha no podía creer que la hayan escogido a ella, para casarse con ese sujeto.Menos siendo quien era y sabiendo que ella,tenia un romance con Gohan.Una relación que no escondían pese a las murmuraciones a sus espaldas,en las que le dejaban como una puta prácticamente,pero no le importaba. Es más,hasta disfrutaba de que hablaran asi de ella, a sus espaldas. Era como una revancha a la vida que ese maldito pueblo llevaba. Daishinkan la miró y ella le clavo su oscura vista.Si acaso pensaba que no estaría ahí  se equivocaba ¿Querían que supiera Gohan iba a morir? ¡Bien!Lo vería en primera fila y no apartaría la mirada de él,hasta su último aliento.

-¿Te arrepientes de tus pecados?-le preguntó Dakshinkan.

-No.De nada me arrepiento-le respondió Gohan,con voz clara y firme.

El alguacil dio la arden y el oficial bajo la palanca,abriendo la compuerta bajo los pies del muchacho. La ejecución por ahorcamiento estaba diseñada para que,en la caída, se rompa el cuello del condenado causando una muerte rápida,pero no siempre pasaba asi. Entonces pasaba lo que ocurrio en esa ocacion. Gohan sufrió una muerte lenta y angustiosa que tomó varios minutos,lo que provoco horror en los presentes. Algunas mujeres lloraban y cubrían los ojos de los niños,otras se desmayaron. Era un espectáculo espantoso del que hasta Whiss,apartó la vista. Sólo Evangeline y Daishinkan, parecían no inmutarse con lo que veían.Cada uno por sus motivos.

De pronto un disparo dejó aquel cuerpo inmóvil y todos miraron atrás. Ahí estaba Vegeta,el dueño del bar,con la pistola humeante en la mano. La bala impacto el centro de la frente de Gohan.Vegeta era un buen tirador. Nadie lo cuestionó o le recriminó aquel acto.E sujeto guardo su arma, para volver a su lugar,detrás de la barra de su taberna.Asi terminaba la vida de un joven cuyo único crimen, fue traer las ideas de la lejana ciudad.

Evangeline corrió a las a fueras del pueblo. Su padre no la pudo alcanzar y ella hizo oídos sordos a sus llamados.La muchacha sólo quería llegar con la única persona,que podía entender su dolor. Su nombre era Piccolo y vivía en un pequeño monte, a medio kilómetro del pueblo,en una pequeña cueva que adapto muy bien. Era casi un ermitaño,pero tenia unos amigos en "Terra verde". Un dia llegó al pueblo y,como todos los demás, no pudo salir. Había prácticamente criado a Gohan,pues era amigo de su padre. Vio llegar a la muchacha a toda prisa, por la menos empinada de las laderas,y se quedó de pie para recibir las noticias que le traía.Aunque ya sabia cuales eran. Ella se quedó parada delante de él,un momento. Estaba exhausta, agitada por más que sólo su carrera hasta ahí.

-No sufrió-le dijo con los ojos llenos de lágrimas.

-No mientas-le dijo aquel sujeto alto,cuya sombra le cayó a cuestas a Evangeline.

Ella no dijo más y se arrojo a él,para finalmente llorar. Piccolo la dejó abrazarlo y puso su mano sobre la cabeza de la muchacha, mientras le dedicana a ese pueblo,una mirada de produndo resentimiento.

En uno de tantos caminos sin pavimentar,trepado a uno de los miserables postes del tendido eléctrico,estaba un hombre tratando de conectarse ilegalmente. Su casa estaba a orillas del camino y frente a ella había un extraño sujeto,con apariencia felina y un abrigo negro.
Junto a él,un ataúd de madera atado con unas cuerdas. No era tan extraño aquello,podía ser un carpintero.

-¡Hey amigo! ¡Estoy acá! -le dijo el hombre desde el poste-¿Necesita algo?

-Nada en realidad.Sólo estoy algo perdido-le dijo el sujeto.

-¿Buscas un pueblo? Hay varios por acá. Sólo sigue el camino, unos cuatro kilómetros,luego internate en el desierto.En linea recta al oeste.

-Gracias amigo-le respondió el sujeto y hecho a andar,con el ataúd a cuestas.

-¿Eres carpintero?-le preguntó el hombre sobre del poste,justo antes de recibir una pequeña descarga eléctrica.

Cayó al suelo torciendose el cuello y el sujeto,del abrigo,miró a tras para volver hacia el ahora muerto. Puso el ataúd en el suelo,le quitó las cuerdas,
lo abrió para sacar una pala,metió el cadáver dentro de la caja de madera y comenzó a cavar a la orilla del camino,mientras tarareaba una canción.

El evangelio de la destrucción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora