Veinte.

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La mano de Stiles estaba aferrada a la mano de Derek. No querían soltarse, no lo iban a hacer.

Isaac estaba junto al mecanismo de puertas, buscando la puerta que llevaría a Stiles de vuelta a su habitación. Al mismo tiempo, Jackson miraba a Derek, sintiéndose triste por él.

No quería ni imaginar cuán doloroso era tener que dejar ir a la única persona que lo hacía realmente feliz.

– Debe haber más opciones – susurró Jackson, sin quitar la mirada de los otros dos –. Isaac, no podemos separarlos.

El beta tragó saliva.

– Nunca había visto a Derek tan feliz hasta que Stiles llegó – añadió Jackson, siempre susurrando para evitar que Derek lo escuchara –. No puedes hacerle esto. No seas tú el que decida quitárselo.

– No lo decidí yo – contradijo Isaac, y enseguida oprimió el botón que traería la puerta.

Un fuerte viento movió sus cabellos, y segundos después una puerta de madera oscura se encontraba cerrada frente a Stiles y Derek, quienes se miraron vagamente, sin poder creer que ya estaban a punto de despedirse para siempre.

Stiles tragó saliva y sintió un nudo fuerte en la garganta. Sus ojos se clavaron en la puerta, incapaz de mirar a Derek porque sabía que se echaría a llorar.

– Es hora – susurró Derek, y aunque él se encontraba en la misma situación que el humano, dio un par de pasos al frente y abrió la puerta.

La habitación de Stiles apareció frente a ellos. Pero eso no puso feliz a ninguno de los dos.

– ¿Quieres...pasar? – logró preguntar el castaño, haciendo su mayor esfuerzo por entrar a su habitación, aún llevando a Derek de la mano –. Disculpa el tiradero – trató de distraer su mente –. Como verás, he estado ausente así que...

Derek asintió y cerró la puerta tras él.

Un silencio triste inundó la habitación después de eso. Stiles caminó lentamente hacia su cama, sentándose allí con Derek a su lado. Ambos miraban al suelo, y a Stiles le sudaban las manos.

Quizá ahora estaba en su mundo, pero eso no significaba nada si no tenía a Derek a su lado. Nada valía la pena si no volvía a ver esos ojos verdes de nuevo.

– Mira, ese es mi proyecto de ciencias – Stiles apuntó el buró que tenía frente a la cama, ahí donde yacían un montón de hojas llenas de apuntes en manuscrita –. No lo terminé, así que lo más seguro es que vaya a repetir la materia. Pero no importa, podré hacerlo.

Derek observó cómo Stiles se levantaba y caminaba por la habitación.

– Este es Otto, mi oso de peluche – el castaño le dio tal objeto a Derek, quien sonrió sin poder evitarlo –. Mamá me lo regaló cuando cumplí tres años. No lo puedo recordar mucho, pero ella misma me lo dijo – luego, Stiles volvió a andar por la habitación –. Mira, esta es mi pijama.

Regresó con Derek y le mostró la prenda.

– Es horrible – opinó el alfa, y ambos soltaron una risa.

– No más que tu pijama – agregó Stiles, dejando la prenda sobre la cama.

– Me hubiese gustado verte usándola – murmuró Derek, y ahí fue cuando la realidad les volvió a caer encima –. No puedo creer que...esté pasando esto. No es justo.

– Derek...– Stiles volvió a sentarse junto al azabache.

– Tú no eres una amenaza para nadie; las putas reglas son una mierda – balbuceaba Derek hasta que sintió las manos de Stiles en sus mejillas, cosa que lo hizo callar.

– Sabíamos que esto iba a ocurrir, tarde o temprano – dijo el castaño en voz baja, mirando a Derek a los ojos que poco a poco se iban volviendo cristalinos –. No quiero alejarme de ti. No quiero quedarme aquí, pero así debe ser...si vuelvo a tu mundo van a matarme, y si tú te quedas aquí...harán lo mismo contigo.

– Lo sé, lo sé – Derek cerró los ojos y pegó su frente con la de Stiles –. No me gustan las despedidas...

El aroma de Stiles emanaba pura tristeza. Y Derek odiaba tener esa habilidad para percibir emociones. Detestaba que Stiles hubiera dejado de sonreír, y que ahora lo único que hacía era soltar lágrimas en silencio.

Derek limpió las lágrimas de Stiles con sus pulgares, y luego movió su cabeza sutilmente para acariciar sus narices.

– Te voy a extrañar tanto...– dijo él, sabiendo que el tiempo seguía corriendo y que cada vez faltaba menos para que se separaran –. Stiles, prométeme que vas a estar bien. Que te vas a cuidar, y...

– ¿Y que coma frutas y verduras? – bramó Stiles, pasando una mano entre el cabello oscuro de Derek –. Estaré bien, ¿Vale? O al menos lo intentaré.

– ¡Quedan tres minutos para que la puerta se cierre! – se escuchó aquella voz femenina en el exterior de la habitación, haciendo que ambos chicos se separaran un poco y se miraran a los ojos.

– Tienes que irte...Derek – sollozó Stiles, soltando el llanto en cuanto Derek lo abrazó con fuerza.

Y así, abrazados, fue como decidieron pasar sus últimos minutos juntos.

– Nunca olvides...que te quiero muchísimo, por favor – dijo Derek, cerrando los ojos antes de deshacer el abrazo y dejarle un casto beso a Stiles en los labios –. Nunca lo olvides.

– Derek – llamó Stiles, viendo cómo Derek se ponía de pie y lo miraba con una sonrisa llena de tristeza –. Yo también te quiero.

Después de eso, el alfa se echó a andar hacia la puerta sin mirar atrás, no quería demostrar que estaba llorando. No quería que esa fuera la última imagen que Stiles tuviera de él.

Fue por eso que Derek siguió andando hasta detenerse frente a la puerta.

– ¡Quedan diez segundos para que la puerta se cierre! – insistió aquella voz al mismo instante en que Derek abría la puerta y encontraba a Isaac al final de la sección.

El beta se le quedó mirando, y aunque estaban un tanto alejados, Derek pudo notar cómo Isaac sonreía y asentía con la cabeza.

– ¡Quedan cinco segundos para que la puerta se cierre! – y Derek seguía dentro de la habitación, a sólo un paso de salir de allí –. ¡Quedan tres segundos para que la puerta se cierre!

Isaac se quedó mirando hacia su alfa hasta el último segundo del conteo. Y agachó el rostro al mismo tiempo en que escuchaba cómo la puerta se cerraba cuando el tiempo se terminó.

Y jamás volvió a ver a Derek. Pero eso no importaba, porque para Isaac era más importante saber que su alfa al fin viviría feliz.



Parallel encounters -Sterek-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora