'Especial de Halloween/Día de Muertos/ Como gusten llamarle'[?] Parte 3.

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                        Nota de la Autora:
                        Bien, bien, sé que les quito su valioso tiempo , pero también me quiero expresar, que me conozcan, ¿es mucho pedir? ;^; -se va a llorar Alexymente a un rincón- Okay ya. 
                        Ésta es la parte tres c:
Disclaimer: Hetalia como ya he dicho en anteriores veces, no me pertenece, blah blah blah, es de nuestro papá Himaruya uvvu .... Excepto Rayita, ella se pertenece a sí misma :v (o sí mismo en caso de que quien lo esté leyendo sea hombre y esté cambiando en la historia a ser mujer, cosa que es al menos un .11111111% de probabilidad de que pase, pero bue')

                Sin mayor espera, aquí la tan esperada (en realidad no) parte tres :3 Disfrúten.

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                        Nuestros países restantes estaban con los nervios al tope. Volteaban a todos lados en busca de ayuda o alguna señal divina. Ni siquiera el Abuelo Roma (?) podía venir hoy a salvarles.

                        Intentaron abrir la puerta con la ayuda de todos sin éxito; al parecer la cosa que les estaba atacando había previsto todo y los había encerrado cual ratas. Estaban al menos en un quinto piso, claro que saltar por la ventana no sería su primera opción, y menos con la tormenta que no cesaba.

                        Ya nadie dijo nada al cabo de un rato. Se sentaron en torno a la mesa mirándose unos a otros como si en sus rostros estuviese la respuesta a su problema.

                        Alemania era el que más se mostraba inquieto. La falta de Italia le estaba afectando demasiado aún cuando suene sorprendente. Ya se había acostumbrado a su molesta pero grata presencia. Movía la pierna de un lado a otro casi por reflejo. Una mano se posó en su rodilla; respondió sobresaltado. A su lado estaba su hermano albino quien le dedicaba una de sus pocas sonrisas amables. Esto logró calmarlo, pero no lo suficiente. Necesitaba encontrar a Italia rápido o terminaría peor que Belarús; al menos así lo sentía él.

                        Los minutos pasaban y las voces de sus amigos gritaban al punto de unirse todas creando un eco aterrador.

                -I-Italia....-suspiró el alemán menor sin darse cuenta.

                -Tranquilo West, lo encontraremos-dijo a modo de consuelo el mayor.

                -Sí-Ludwing se limitó a responder y ofrecer una que otra mirada esperanzadora.

                        Inglaterra, sin pedir permiso de nadie, sacó de su maletín su libro de hechizos. Comenzó a pronunciar unas cuantas palabras en latín provocando que un aro de luz saliese de su mano derecha que estaba alzada hacia el techo iluminando todo el cuarto. Al llegar a la palabra final, dicho conjuro se dispersó desapareciendo para volver a quedar en penumbras. Lo único que se notaba diferente era el aire de la habitación. Al menos ya no se respiraba temor.

                        Alfred se acercó a la puerta la cuál consiguió abrirse. Volteó a ver al inglés quien sólo sonreía victorioso... O al menos eso parecía estar haciéndo.

                -¡Come on!-gritó el americano. Todos se levantaron y le siguieron.

                        Caminaron por lo que les pareció horas por los pasillos del edificio doblando las esquinas de vez en cuando. Sus pulsos eran tan acelerados que parecía que iban a estallar en cualquier momento.

Día de las Naciones Unidas c:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora