Capítulo 13

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Estaba de regreso en el gran comedor, mis padres estaban aun con el duque así que opte por la mejor opción, irme a dar una vuelta para despejar mi cabeza.

Camine por la multitud, parecían no prestar atención a su al redor así que sin mucho dificultad me aleje.

—Señorita, ¿buscaba a alguien?

Giré para ver al mayordomo que se veía preocupado a lo que solo sonreí.

—No... es solo que me sentí mareada así que deseaba tomar algo de aire fresco.

—La llevare a un lugar solitario si lo desea.

Por primera vez agradecí de corazón al mayordomo.

La mansión era más grande de lo que aparentaba, caminamos por unos pasillos hasta llegar a un jardín lleno de flores de colores.

Antes de que me diera cuenta me había centrado en pasearme por las rosas que pare en seco cuando observe que estaba sola entre el laberinto.

A pesar de eso seguí caminando, dar la escusa de que me perdí no sería malo para alejarme de todos.

Caminando fijándome solo en las flores logre que mi pie se enredara con una rama e intentando soltarme, perdí el equilibrio cayendo con un sonido seco.

El dolor en mi pie era profundo, al parecer se torció con la caída.

—¿Te encuentras bien?

Alcé la vista preocupada por quien corrió para desenredar el pie.

Un traje rojo atardecer fue lo que distinguí pero solo grite cuando se dio la vuelta.

—¡Klaus!

Intenté alejarme de él pero iba a volver a tropezar así que tomó mi brazo evitando que me alejara.

Sus ojos verdes se cruzaron con los míos a pesar de sentirme avergonzada sus ojos transmitían calidez.

—Deja que te ayude, por favor.

Sin darme cuenta me quede tan quieta que suavemente me tomó en brazos cargándome. Nunca alguien lo había hecho así que estaba nerviosa y sin querer me aferre a su traje, el tacto era cálido y tranquillo, así que me estrecho un poco a él.

Sin saber distinguir no supe si era mi corazón el que latía agitadamente por vergüenza o era el de él por estar nervioso.

Llegamos a la entrada del jardín, me colocó en una de las sillas que adornaban, se inclino al instante para revisar la herida, el gentil tacto de sus manos me hizo estremecer.

Podía ver su cabello rubio y sedoso a unos cuantos centímetros de mi, estaba nerviosa y no sabía que decir.

—¿Te duele algo más?

Levantó la vista al cuestionarme, sus profundos ojos verdes eran más hermosos con el brillo del sol, al igual que su rostro era más sereno, de no estar en su contra, tal vez en ese instante me hubiera enamorado de él.

Una mirada de confusión llego de su parte así que solo negué efusivamente.

—Gracias por ayudarme —contesté lo más seria posible—. Intentare atenderla con magia.

Antes de que la magia saliera tomó mi mano con delicadeza. Lo miré confundida.

—Sera mejor que un medico te vea, después si gustas puedes terminar de tratarlo con tu magia —se levantó y soltó el agarre—. No tardo.

Por una extraña razón al verlo partir sentí como mis mejillas se llenaban de calor.

Estaba loca al pensar que podía verlo tan amable, contemple alrededor y recordé quien era.

La Trampa de la DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora