II.

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Charles era un hombre metódico, eso lo había llevado a sobrevivir y sobrellevar su pérdida desde los quince años.

Su vida era una serie de pasos que lo llevaban a sentirse tranquilo y confiado, pocas veces salía de la rutina que el mismo se había impuesto.

Se levantaba a las seis de la mañana, estar listo le llevaba una hora. Para las siete, ya estaba en la cocina preparando té o café, lo bebía con calma mientras leía algo de su interés. Salía por la puerta trasera de la cocina a fumar un cigarrillo.

Justo en esa puerta como en otras de la mansión, había un teclado del sistema de seguridad que abría para salir y automáticamente cerraba al entrar.

Cuando las ocho estaban en punto acudía al recibidor para teclear aquella clave que solo el conocía y daba acceso a terapeutas, psicólogos y psiquiatras que trabajaban en el Instituto Xavier. Y a las nueve empezaba su labor.

Comía siempre a las mismas horas, acompañado del Dr. McCoy, la Dr. Grey, y los terapeutas y hermanos Summers. Las cocineras dejaban siempre comida y cena lista para él.

Las puertas del Instituto cerraban a las ocho de la noche con un sistema de seguridad infalible.

Charles cenaba un poco de lo que había en el refrigerador, acompañado de un té, café o whisky. Tomaba un baño largo y a las nueve de la noche se acostaba a dormir.

Su vida era así, una segura serie de acciones día a día.

Desde el asesinato de sus padres solo utilizaba el despacho, una habitación contigua a este que era su salón de terapia grupal, su habitación que se encontraba a la derecha del despacho y la cocina.

Eran raras las veces que se le veía en el jardín u otras áreas de la mansión. La parte superior de la mansión había quedado relegada para su uso por iniciativa propia, el jamás volvería a ese lugar en donde la vida le fue arrebatada a sus padres y hermana.

Charles era simple y predecible, había dispuesto usar los mismos colores en su ropa. Su estilo monocromático caía en lo aburrido pero le daba confianza a su personalidad, que distaba mucho de ser aburrida.

Era un hombre comprensible, amable, empático, altruista y benévolo. Al tal extremo que después de la tragedia que tuvo que experimentar, dedicó su tiempo y dinero a ayudar a personas que como el habían sufrido traumas severos y no tenían la posibilidad de pagar tratamientos costos de terapia y psicoanálisis.

Dedicó casi la mitad de su vida a ayudar a otros, por la simple satisfacción de verlos libres de sus atormentados pensamientos.

Como a Christina, la cocinera principal de la mansión, ella fue una de sus primeras pacientes cuando terminaba su maestría en psiquiatría en trastornos de ansiedad.

Ella había perdido en un accidente a su compañero de vida, dejándola en una depresión que la había llevado al borde del suicidio. El le ofreció su ayuda gratuita y cuando estuviese recuperada un empleo fijo con un sueldo excelente.

Ella le había dicho que no sabía hacer nada, a excepción de cocinar. Amaba cocinar para su esposo. Charles vio en ese oficio el modo de sacarla de esa terrible depresión.

Christiana se dedicó a cocinar para todos en la mansión y poco a poco recupero la alegría por vivir.

LOSING MY MIND. (CHERIK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora