Capítulo [ 9 ]

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Genaro...

Creo que lo he arruinado. No sé por qué, pero a Rebecca no le agrada la idea de que mi nombre sea Mateo, ¿cuál es el problema? No es mi culpa que un gilipollas se llame igual. Yo soy Genaro, no Mateo el que le gustaba. Ahora soy yo el cabreado. Es que vale, siempre lo arruino todo, pero nunca pensé que se enojaría a tal punto de no intentar hablarme. ¿Tan mal le cayó esa noticia?

Aquí ya es de noche. Miro el reloj y son las nueve la noche. Debo preparar la cena. Una vez más mi hermano no regresa de su trabajo. Le tocó trabajar en la nocturna. Al menos consigue trabajo. Yo todavía no he logrado recibirme. Quiero ser positivo. Lo juro. El hecho de que a Rebecca le haya disgustado quién soy me aterra. ¿Por qué me preocupa tanto su opinión? No lo sé. Se ha vuelto una de las lectoras en la que más curiosidad tengo. Quizá porque su personalidad es un tanto extraña y ahora que puedo platicar con ella, siento cada vez más intriga.

Martina está jugando con Luna a unos metros de mí. Yo estoy frente al televisor. Las noticias me aburren. Más si no es algo de lo que me interesa. Amago con apagar el Smart TV, pero no lo hago porque Martina me pide ponerlo en Disney Channel.

—Está bien, solo será la película de la princesa—me refiero a esa que está con el sapo. Lo pilláis, ¿no?

—Papá no llega—se quejó. Hizo un mohín. Infla sus cachetes.

—Marti, ya vendrá. No te preocupes. No tarda—sonreí y la hinqué sobre mi regazo. Ella sonríe y mira la película mientras tiene mi teléfono en manos.

Trato de acompañarla y entonces suena el timbre. Levanto la cabeza asombrado. ¿Quién sería a esta hora? Bajo a Martina y la dejo sobre la silla. Exclamo que voy en camino y me detengo en el rabillo del ojo de la puerta. Es una mujer. ¿Quién será? No creo que sea mi cuñada. Abro la puerta y mi expresión lo dice todo: ¡Ni de coña, joder! ¿Es en serio? Ella me mira acongojada. Es una de mis viejas compañeras de curso: Lucia.

—¿Lu?—pregunté sin poder salir el trance.

—Hola, Gena—me llama por mi nombre de pila.

No puedo dejar de mostrarme inquieto. Es que de verdad no la veía venir. Esto es...Lucia toca sus cabellos lacios con insistencia. Noto que sobresalen unos mechones rojos detrás de su oreja. Debo admitir que le queda bien flipado. Aunque ya era bonita. Ahora es más guapa. ¿Qué hace aquí? Me pregunto extrañado.

—¿Qué hacéis por estas horas?

—¿Puedo pasar?—me interrumpe.

Me hago a un lado.

—Sí, perdón—ella entra y levanta la mirada logrando echar un rápido vistazo al departamento. Martina se alarma desde el otro extremo de la casa—. Marti, tenemos visitas. Pórtate bien o el tío Genaro se cabreará. ¿Vale?

—¡Que sí!—gritó ella desde su lugar.

Lucia sigue de pie frente a la puerta. La cierro para que al hacerlo, crucemos nuestras miradas unos segundos, creo que de verdad se siente la tensión. ¿Hace cuánto que no la veo? ¿Unos cinco años? Me pregunto de verdad qué está haciendo aquí. Estoy algo confundido. Vale. Os explicaréis qué es lo que está ocurriendo.

Lucia y yo fuimos pareja un tiempo. Vale, fue en un tiempo donde era demasiado gilipollas y no quería tener relaciones complejas. Ni serias. Ni comprometerme de verdad. Supongo que después de una relación de casi dos años, decidimos distanciarnos. El típico: "Necesito tiempo". Sí, admito que suena a excusa. No lo niego. Claro que no. Sin embargo, Lucia fue una mujer fiel, y no nos separamos porque hubo un tercero. Si no por mi culpa. Por mis inseguridades, mi baja autoestima y por mi poca fe en ella. Eso fue lo que nos terminó distanciando.

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