Capítulo [ 17 ]

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Genaro...

La mañana del domingo comenzó agitada. En especial porque mi hermano se quedó dormido y Martina nos despertó con lloriqueos. Creo que puedo entender por qué. Está buscando a su madre y ella aún no llegará. No lo hará porque su relación es algo compleja. Se divorciaron el año pasado. ¿Saben por culpa de quién? Sí....por mi culpa. Y aunque Thiago me quiera decir lo contrario, sigo pensando que Analía me odia por haberles arruinado su matrimonio.

Les juro que me hubiera quedado en la cama todo el día. No lo hago porque es el cumpleaños de mi sobrina y debo ser todo oído para ella. Le prometí que me divertiría con ella y no quiero defraudarla. Mi hermano está en la cocina preparando un café bien fuerte. Creo que sabe que hoy será bastante agitado. La ventaja de que no tengo pareja ni hijos, es que puedo darme muchos lujos, entre ellos disfrutar de un fin de semana sin complicaciones. Vaya, eso quisiera, pero hoy no podré hacerlo. Hoy la maratón que tenía planificada, no se dará. Será el próximo fin de semana.

—¡Tío, tío!—me llamó Martina desde un extremo del departamento. Corrió hasta mis brazos y la atrapé con una sonrisa débil.

—¿Qué ocurre, Marti?

—Hoy es mi cumpleaños—se señaló entusiasmada. La alzo y le sonrío.

—Lo sé, por eso nos visitarán los abuelos—ella me mira confundida.

Obviamente casi no los recuerda. Vale es una cría todavía. Con tres años no tiene muchos recuerdos más que las personas que están siempre con ella. Son las nueve de la mañana y Thiago ya tiene preparado el desayuno. Uno bastante completo de hecho. Es extraño que lo prepare él, generalmente, soy yo quien me ocupo de la cocina. Mi hermano quiere aprovechar el día para ser el mejor padre para Martina.

Analía no solo se divorció de mi hermano, como su trabajo es ser editora y, además, es una escritora Best Seller, casi nunca está en la ciudad. Viaja todo el tiempo. Por eso se pusieron de acuerdo para que él tuviera casi toda la tenencia.

Mientras le hago unas coletas a Martina, mi hermano le está preparando las galletas para su hija. Cuando terminé de peinarla, se acercó a su plato con galletas y comió algunas mojándolas con leche. Ella siempre fue algo delicada para comer. Thiago es bastante estricto con su crianza a pesar de lo que aparenta. Nos quedamos conversando un poco.

—No creo que pueda ver a nuestros padres—musité avergonzado.

—Tendrás que hacerlo. Ya no puedes seguir huyendo, Teo...

—Lo sé—suspiré y bebí mi café—. Mi terapeuta me dijo que intentara retomar mis lazos con ellos, solo espero que...

—Genaro—me llamó por mi nombre de pila—. Debes avanzar, no retroceder. ¿Entiendes?—me señaló con la cuchara—. Lo prometiste a principio de año.

Bufé. Desvié la mirada hacia un costado, apoyé mi mentón sobre mi mano, no quería admitir que tenía que verlos de todos modos. En algún momento tenía que pasar. Tuvimos unas cuantas diferencias en el pasado y es el resultado a lo que me terminó llevando. Mi presente se lo debo a aquellos incidentes que, ojalá nunca más vuelvan a pasar. Mi familia no me perdona por aquella estupidez. Supongo que ahora en la distancia me doy cuenta que actúe como un tremendo gilipollas descerebrado. Juro que lo admito.

—Haré lo que pueda—concluí.

—Iré por los globos—se acordó mi hermano—. Termina de decorar el pastel—me indicó en tono acusador. Sabe que soy algo flojo, pero adoro a mi sobrina.

Martina terminó su desayuno y continuó con sus dibujos. Los globos que inflamos eran unos seis en total. Mientras hacíamos eso, mis nervios iban en aumento. Mis padres se quedarían hasta la noche. Y de algún modo sentía miedo de lo que pensarían sobre mí. Hasta imaginé los diálogos en mi cabeza. Todo el cuestionario de principio a fin. Thiago terminó de inflar los globos y yo me dediqué a decorar el pastel. Escribí su nombre sobre el postre y cerré la decoración con algunos confites de colores.

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