Capítulo [ 3 ]

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Rebecca...

El mensaje de Teo en Messenger me distrajo unos segundos, pero no tanto como para atender a la lavarropa. ¡Me está inundando toda la maldita sala! Me doy cuenta que no soy ningún pulpo y aún así trato de hacer dos cosas a la vez. Por intentar tapar la cañería, el agua se desborda por arriba, haciendo que no solo me moje por completa, sino que se ensucie con jabón los azulejos.

—¡La puta madre que los parió! —maldije en voz alta.

Mierda. No debí haber dicho eso frente a las niñas. Volteé para sonreírles. Ambas están apoyadas contra el umbral, disfrutando del espectáculo y sonriendo. Tiana se delata con su sonrisita diabólica. Empiezo a creer que se rie de mis desgracias o lo hizo a propósito. Trato de calmarme y y miró a las mellis.

—Diana, pásame el balde que está ahí, por favor—ordeno.

—Sí—la escucho decir tímida y me acerca el balde. Me mira como si quisiera ayudarme. Le sonrío.

—Gracias, cielo—le guiñé el ojo.

Con la ayuda del trapo, escurro el piso y trato de tapar el agujero con lo que tenga a mi alcance. Maldije para mis adentros unas tres veces más o menos y cierro la canilla para evitar que siga rebasándose. Tardé quince minutos en acomodar el quilombo que hice. Mi jefa me va a matar. O eso espero que no haga. Estiró mis brazos en el sofá una vez que logro relajarme. Las niñas ya están vestidas para que las recoja la trafi y las lleve al preescolar. Escucho los bocinazos y las palmeo para guiarlas hasta la puerta. La abro y saludo a Matías. Es el chófer. Además de que está re bueno, su sonrisa es un encanto, pero seguramente tiene novia. Seguramente. Nunca se lo pregunté, claro está. Sería incómodo, ¿no?

En fin, dejo de babear y lo saludo lo más normal que puedo. El me lleva dos cabezas y tiene cabellos castaños lacios. Con unas mechas a los costados. Le queda bien. Lo hace lucir algo más jovial. Tiene mi edad. Sigo preguntándome si tiene novia. Ojalá no. ¡Mierda! ¡Concéntrate en lo importante! Le sonrió casual.

—Acá te dejo a las diablilllas—bromeé.

El sonríe tímido, ¿será tímido? No sé. Solo es algo serio y trata de no tener tanto diálogo conmigo. Es formal, nada más. Suspiro. Y por eso me va mal en el amor. Ni siquiera sé mantener un diálogo normal con un hombre. Mierda, mierda, mierda.

—Nos vemos después, Rebecca—saludó Tiana con sonrisa maliciosa y entró con su hermana. Matías cerró la puerta de la trafi y se despidió de mí con una sonrisa tímida. Arrancó y se fue.

Suspiré unas cuantas veces más. ¿Y ahora cómo soluciono lo de los azulejos? Odio ser tan paspada. Entré a la residencia Villanueva y escuché el "tiling" del Messenger. Es Teo enviándome mensajes. ¿En qué quedamos? Ah, sí. El asunto del dichoso apodo. Eso no es importante ahora. Debo resolver el quilombo que hice en el lavadero o mi jefa me mata. Y no es que sea algo exigente, diría que tiene problemas de TOC, pero mejor no digo nada. Marina podría ser igual que ella, pero no lo es. ¡Gracias al cielo! No soportaría una amiga tan quisquillosa. NI siquiera yo lo soy.

Miré el lavadero y luego la espuma esparcida por todos los azulejos. No será difícil sacarlo. Solo que es un desastre todo lo que hay alrededor. Empecé a sacar todo y pasé un trapo para limpiar el desastre. Escurrí el piso por enésima vez y terminé de sacar la espuma adherida a los azulejos. Acomodé todo en su lugar, tal como mi jefa prefiere, y volví a darle un vistazo en caso de que no haya puesto las cosas de manera correcta. Su trastorno obsesivo compulsivo, hace que tenga obsesión por el orden, en especial que las cosas estén en el lugar correcto SIEMPRE. Nunca un centímetros más lejos. Siempre en el mismo lugar. Es estresante. Demasiado. Hasta las niñas tienen esos extraños hábitos.

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