Capítulo [ 19 ]

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Genaro...

Haber escuchado su voz me tranquilizó notablemente.

Después de que mi padre me haya abrazado y apartado del balcón, me llevaron adentro y me hicieron explicar qué me había pasado. Les expliqué como siempre que solo ocurrió y que mi mente se nubló, es que vale, así sucede. No puedo remediarlo. Solo termina sucediendo. No puedo controlarme. Y sí, debería medicarme, y no es que no sea una opción. Solo que...no quiero haceros preocupar más.

Mis padres se fueron, dejándonos solos una vez más. Martina se durmió al rato de que se retiraron y mientras ayudaba a mi hermano a ordenar todo, recibí los mensajes de Rebecca. Fue un alivio recibir su atención. Me alegra saber que está ahí para mí a pesar de la distancia. Ella es tan dulce y atenta. Me cuida de una manera inexplicable, incondicionalmente, y eso vale mucho para mí. Es casi como un regalo de Dios. Vale, creo que he exagerado un poco. Lo pillan, ¿no?

Cuando me di cuenta que Rebecca estaba llamándome, sentí vergüenza y mi hermano me permitió hablar a solas con ella. Sentí menuda emoción cuando escuché su voz. Era incluso mucho más femenina de lo que imaginé. ¡Joder! ¡Está que mola! Mi corazón se aceleró de golpe al escuchar su respiración y su voz temblorosa al sentirse nerviosa. A pesar de mi larga plática, me escuchó con atención y sin interrupción. Se ofreció a ayudarme a conseguir publicar mis novelas. ¡Lo que flipa eso, joder! Esa mujer es impresionante.

¿Está mal pensar que podía pasar algo entre nosotros?

Vale soñar despierto, ¿verdad? A veces creo que Rebecca es la chica perfecta para mí, el problema es que es a la distancia y yo no podría soportarlo. Es que vale, pensar en esa idea me aterra y quisiera tener algo más seguro, ¿Rebecca lo sería? No estoy convencido. No existen muchas posibilidades de vernos a menos que tenga un buen trabajo que me permita viajar a Argentina, ¿no es así? Suspiro agotado, esa idea me deja exhausto.

Hablamos un rato más, una hora para ser exactos, cuando el reloj marcó las once de la noche; mi hermano golpeó la puerta. Ladeé mi rostro hacia la puerta. Estaba parado sobre el umbral. Mirándome expectante.

—Lo siento, Rebe. Debo colgar. Fue un placer escuchar tu dulce voz—es la verdad.

Su voz es tan relajante y femenina. Me encanta. Ella ríe. Se nota que se sintió avergonzada por mi halago. Me imagino, no está acostumbrada. Me pregunto cómo sería sonrojada. Cuelgo la llamada y miro a mi hermano intrigado.

—¿Qué ocurre, Thiago? Estaba...

—Analia me llamó recién. Dijo que vendría para llevarse a Martina con ella.

En shock. ¿Qué...? ¿Analia hará qué? ¿Habla en serio? ¿Se llevará a mi sobrina? Estoy confundido. ¿A qué se refiere con eso? Me acerco para enseñarle una mirada perplejo. Sin comprender del todo la situación. Estoy desorientado. ¿De qué me perdí?

—¿Te pidió la tenencia? Si ella no...

—Es que—bufó—. No te he contado, pero...—rascó su nuca—. Hemos llegado a un acuerdo y ella se quedará con la mitad de la tenencia. El juez lo pidió. Martina debe estar con ambos. No puedo criarla solo yo...

—¡¿Qué?! ¡Eso es una menuda gilipollez, Thiago! ¡No tiene nada que ver!

—Lo sé, pienso lo mismo. Lastimosamente, es el juez quien decide ese tipo de cosas. He tratado de tener la tenencia completa. Lo he intentado, joder. Parece que el juez no ve posible que la críe solo sabiendo que mi trabajo no es tan estable.

—¿Qué...?—otro shock—. ¿De qué estás hablando? Estás trabajando como profesor en la facultad, no puedes decir que...—me detuve. Demonios. ¿Qué...? Lo sujeto de la camiseta—. ¡Thiago! ¡Menudo capullo! ¡¿Qué me estuviste ocultando, eh?! ¡¿Esa es tu razón por la que regresabas tarde, eh?!

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