4._ Goddess

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Luz solar entraba por raudales a la habitación matrimonial donde dos cuerpos desnudos reposaban entrelazados, la iluminación del astro mayor atravesaba las cortinas y dosel de tul color blanco. El exceso de claridad, logro que la fémina platinada abriese los ojos lentamente, los recuerdos llegaron a ella como una ráfaga. Un poco desconcertada, Elizabeth permaneció exactamente en la misma posición. Desde la noche pasada ella y el rubio, en cuyo pecho durmió, eran pareja, oficialmente novios. Más que el estatus, era la prueba fehaciente de que ambos tenían sentimientos el uno por el otro, ya no debían ocultarse tras la careta de amantes, no entre ellos. Se querían mutuamente. Ella le amaba.

Una sonrisa curvo los labios femeninos, dejo escapar lentamente una profunda inhalación, aire que ni ella misma sabía que estaba conteniendo. Se deleitó con la calidez que le brindaba el cuerpo masculino; empezando por su mejilla reposando en el pectoral derecho de Meliodas; bajando por los planos abdominales, el blando busto y cintura estrecha contra los duros abdominales y cadera contrarios; el brazo derecho abrazando la cadera masculina; finalizando con la pierna derecha femenina, enredada a la del rubio.

La diestra del ojiverde no había abandonado durante toda la noche el hombro femenino. Aquel gesto protector trajo un nuevo suspiro a la boca de la platinada. Algo dentro de ella le impulso a querer levantarse y preparar el desayuno para ambos, ya no debía fingir desinterés o frenarse a sí misma para disimular los gestos amorosos que deseaba tener con el ojiverde. Lentamente retiro la mano masculina de su hombro y se irguió con delicadeza.

Meliodas se removió un poco y termino por adoptar una posición diferente, boca abajo y con ambos brazos bajo la mullida almohada de plumas. La espalda masculina, era un espectáculo para cualquier fémina, ancha en los hombros, con todos los músculos marcados a pesar de estar en un estado de relajación absoluto, estrechándose a medida que bajabas hasta la cadera, dando la impresión de un triángulo invertido…

-¿Te gusta lo que ves? –murmuro la voz ronca del ojiesmeralda.

-Me encanta… Me encantas, Mel –se corrigió esbozando una sincera y amplia sonrisa.

-A mí tampoco me disgusta tu forma de darme los buenos días –bromeo mirándola descaradamente de arriba abajo.

Las mejillas de la albina se pusieron coloradas y por inercia se llevó las manos a los senos para cubrírselos. Eventualmente, Elizabeth dejo de cubrir su pecho, cayendo en  cuenta de lo absurdo de su acción ante el rubio, con quien había compartido decenas de encuentros sexuales de los más atrevidos y variados. Le lanzo una almohada juguetonamente a Meliodas, quien se la quitó con algo de lentitud perezosa.

Elizabeth, se estiro alzando sus brazos para desperezarse, su rubio novio solo miraba los voluptuosos senos rebotar ligeramente con el movimiento, una sonrisa pícara curvo los labios masculinos, a lo cual la platinada contesto con un gesto divertido de falso reproche. Una vez libre de las sabanas, camino orgullosa de su desnudez hasta el armario.

-¿Te gusta lo que ves? –devolvió el chiste a su pareja.

-Con toda seguridad… -contesto el rubio desde la cama- Por cierto… ¿Por qué te levantas? –cuestiono.

-Voy por mi celular, anoche no devolví las llamadas de mi madre y debo contestar algunos correos para unos socios –respondió, sacando una camisa blanca de mangas largas del armario.

-Te acompaño.

-¡No te levantes! – Exclamo alzando la voz, por lo cual termino sonrojándose violentamente- Digo… Luces cansado, duerme un par de horas más y luego te levanto para que hagamos desayuno juntos –propuso.

-Bien –acepto sin apartar la vista de las blanquecinas manos abrochando los botones de la camisa.

Una vez “vestida”, la albina se dirigió hasta la cama para depositar un beso en los labios ajenos y regalarle una sonrisa tierna, que fue correspondida por el rubio. Con algo de pesar, Elizabeth abandono el lecho y se dispuso a salir de la habitación.

Decadence ♥Melizabeth♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora