En Japón, cuando apenas despuntaban los primeros rayos del sol de la fría mañana de lunes, Elizabeth ya se encontraba levantada y vestida con un atuendo informal, luego acabarse una taza de café cargado y dejar una nota a la durmiente Mirana, salió de su departamento. Una vez en el estacionamiento se dirigió a su deportivo y con la capota recogida puso rumbo al centro.
El aire frio acariciaba las mejillas rosáceas y desordenaba el cabello platino, Elizabeth coreaba con ánimo las canciones que emitía la radio matutina. Al detenerse en un semáforo observó con algo de nostalgia la intersección que conducía a la autopista que pasaba junto a la playa, la misma vía que se tomaba para ir a la casa costera que compartía con su amado. Y aunque deseaba con todas sus fuerzas tomar aquel camino, esa no era su intención aquella mañana.
Cuando la luz del semáforo cambio a verde continuó con su camino al corazón de Kioto, donde estacionó junto a una de sus cafeterías preferidas. Al entrar al local, varios de los trabajadores la reconocieron y se apresuraron a atenderla, ella, como de costumbre trató de que estos se relajaran a su alrededor y no la trataran como algún tipo noble. Hizo su pedido y esperó por el cómo cualquier mortal, minutos después salía del comercio con un portavasos desechable y una gran caja con el logo de la tienda estampado en la superficie de cartón. Al dejar los comestibles en el vehículo se acercó al kiosco de revistas más cercano, donde pidió al encargado varias de las recién impresas publicaciones en blanco negro.
Con al menos seis diarios entre manos volvió a su deportivo y luego de noventa minutos de haber salido, regresó a su departamento, donde ya la esperaba una nerviosa Mirana.
-¡Volví! –canturreó Elizabeth de buen humor.
-¿A dónde fuiste? –preguntó la mayor un poco histérica- ¿Y qué es eso que escribiste de: “No tienes que cocinar”? ¿Acaso crees que una taza de café sustituye un buen desayuno? Responde, señorita –desafió con su azul mirada a Elizabeth.
-Calma Mira… -dijo con voz conciliadora y una gota de sudor bajando por su sien.
-¡¿Qué me calme?! –gritó la peliblanca alzando los brazos- ¿Acaso no sabes que esa frase equivale a apagar un incendio con gasolina? –argulló.
-¿Podrías ayudarme con estos periódicos? Aplastan la caja –pidió ignorando la anterior pregunta de la mayor.
Mirana alzó el fajo de hojas grises y finalmente reparó en la presencia de la caja blanca de panadería y el portavasos desechable en la otra mano de su cuasi nuera.
-No soy buena cocinando, pero puedo asegurarte que estas donas y croissants rellenos son los mejores de Kioto –explicó Elizabeth con ánimo.
La sonrisa sincera que Elizabeth tenia dibujada en su rostro, consoló a Mirana y la dejó sin ganas de discutir o argumentar, después de todo, aquella era una excelente señal luego de todo un fin de semana de lágrimas intermitentes en el rostro de la menor.
-Ellie… Deberías dejar notas menos cripticas –aconsejó la albina luego de dejar la caja en la isla de la cocina.
-Habló la reina del misterio –bromeó Elizabeth.
-Por cierto ¿Para qué son los periódicos? –preguntó recibiendo el vaso de poliestireno que la platinada le ofrecía.
-Buscaré en los anuncios clasificados algunas empresas que estén buscando personal –informó.
-Me parece una buena idea –apoyó la de cabellos blancos- ¿Quieres que me quede a ayudarte?
-¿No deberías ir a la mansión Demon? –cuestionó mientras seleccionaba alguna de las delicias contenidas dentro de la caja de la cafetería.
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Decadence ♥Melizabeth♥
Fiksi PenggemarElla no creía en el amor, era partidaria del placer que el sexo le podía brindar, no necesitaba un novio en aquel mundo lleno de máscaras de la alta sociedad. Elizabeth Goddess Liones ama salir a bailar con sus amigas, es creativa con los disfraces...