La tarde de lunes del día del trabajo avanzaba, mientras el sol recorría lentamente el firmamento, la temperatura iba subiendo haciendo más bochornoso el ambiente, más aun para una pareja que luego del abundante almuerzo decidió descansar en una hamaca bajo la sombra de las palmeras. El suave viento cambio de dirección moviendo con insistencia un mechón de cabello rubio contra la nariz masculina, consiguiendo que su portador despertara.
Meliodas apretó un poco los ojos ante la sensación de su cabello rozando contra su nariz, se llevó la mano derecha a la cara y la subió hasta su cabello para apartarlo de su rostro. Los ojos esmeralda terminaron por abrirse, encontrándose con la tierna visión de su novia recostada contra su pectoral izquierdo, justo sobre su corazón.
Una sonrisa curvo los labios masculinos, sintiéndose pleno como nunca antes, recorrió con la mirada las facciones de la mujer en su regazo, levanto un poco la mano izquierda para recorrer las hebras platinadas en una suave caricia. Con satisfacción rememoro el fin de semana; los bailes en la cocina y salón, cocinar juntos aun cuando ciertas cosas quedaban con sabores inesperados, guerras de agua en el mar, bañarse juntos para sacarse el agua salada, ver series de comedia en la tarde o películas de terror a medianoche y disfrutar de un par de copas de vino antes de hacer el amor entre las olas o las sabanas frescas de algodón. Perfección; era lo que podía definir ese fin de semana y el mismo nunca espero disfrutar de tanto romanticismo en su vida, mucho menos ser el precursor de alguna de esas actividades.
Fue un cambio del cielo al infierno, el rubio quien pasaba de mujer en mujer cada fin de semana, a lo mucho salía con una misma mujer cuatro semanas seguidas, solo si era alguien famosa o importante en el mundo empresarial y debía tener tacto en como “terminaba” las cosas. Era diferente con Elizabeth, ya no podía imaginarse un fin de semana que no la involucrara.
Elizabeth comenzó a removerse y Meliodas sintió el leve cosquilleo que le produjeron sus pestañas cuando ella parpadeo contra su piel. Él detuvo sus caricias en cuanto sus ojos chocaron con los orbes celestes.
-¿Te desperté? –cuestiono él con la voz ronca.
-No –respondió en un susurro- Solo que, no suelo dormir mucho en las tardes –se explicó reposando sus labios sobre el pectoral masculino depositando un leve beso sobre su corazón.
Meliodas miro enternecido la acción de la platinada, su ritmo cardiaco se desboco y una pequeña curva se posó en sus labios; deposito un beso sobre la frente femenina antes de que Elizabeth empezara a moverse para levantarse de la hamaca.
-Eres maravillosa ¿Lo sabias? –interrogo desde la hamaca mientras Elizabeth se estiraba en la punta de los pies a todo lo que daba el largo de su cuerpo.
-No, pero es bueno saberlo –contesto- ¿Pudiste descansar? –cuestiono ella.
- Como nunca en la vida –admitió Meliodas saliendo enérgico de la hamaca estirándose y haciendo sonar algunas de sus articulaciones.
- Tus huesos no suenan como si lo hubieras hecho –contradijo.
-De toda la vida me han sonado las articulaciones, no te preocupes, Ellie –repuso esbozando una enorme sonrisa de confianza para la platinada, que lucía preocupada y algo culpable – Si quieres puedes adelantarte, yo me quedare a recoger y guardar todo esto antes de irnos –comento mientras descolgaba la hamaca.
Elizabeth permaneció en silencio a un lado de Meliodas, con la mirada fija en la playa.
-Es una lástima –comento ella.
- ¿De qué hablas? –volteando a verla por la entonación triste en sus palabras.
-Que el fin de semana se acabara, tener que regresar y aparentar para un público –reflexiono Elizabeth con la mirada en las olas rompiendo contra la arena.
ESTÁS LEYENDO
Decadence ♥Melizabeth♥
FanfictionElla no creía en el amor, era partidaria del placer que el sexo le podía brindar, no necesitaba un novio en aquel mundo lleno de máscaras de la alta sociedad. Elizabeth Goddess Liones ama salir a bailar con sus amigas, es creativa con los disfraces...