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Anthony no podía creer lo que le estaba pasando. Un hombre muy guapo y educado había ofrecido más de 5 millones por él. ¡POR ÉL!

Su trato y tacto eran suaves y tiernos, además que había prometido sacarlo de ahí como fuera.

La llegada del rubio marcó todo. Antes y después de él sólo habían llegado alfas, entre hombres y mujeres, que lo veían como carne fresca, listos para alimentar su hambre sexual, lo manosearon por todos lados, si  respeto por su persona.

Pero él...
Él fue diferente.

En cuanto le vio sintió como un lazo dentro de él se estremecía y le daba calma. Cuando le tocó fue la gloria, lo hizo de forma tan sutil que se sintió amado por unos escasos segundos. Además del monto absurdo que estaba pagando por él. Con eso, pagaba 8 veces la deuda de su padre.

Suspiro ilusionado. Ojalá a nadie, ningún otro, se le ocurra dar más dinero. Ojalá nadie quiera llevárselo con tanto ahínco como lo quería el señor Rogers.
Ojalá sus súplicas fueran escuchadas.
Pensaba románticamente mientras armaba su maleta con las pocas pertenencias que tenía.

Llegó el día final, llegó la ansiada venta.
Rogers fue el primero en llegar al lugar, sentándose en la primera fila. Ataviado de ropa elegante que le daba aún más porte y más gracia a su ser.

Poco a poco fueron llegando los otros interesado para finalmente llenar la sala. Calculaba que había más de 30 personas interesadas en el jovencito, pero él tenía el presentimiento de que ganaría sí o sí. No permitiría que alguien más se lleve a ese ser tan especial. Si era necesario, pagaría incluso hasta 10 millones por él.

El momento llegó. Al frente de la sala, Anthony estaba con una pequeña maleta de cuero café muy gastada. Estaba vestido con unos pantalones que se veían muy usados y una camiseta que si bien estaba limpia, se notaba su uso sin descanso.
Cuando vio a Steve, él sonrió. Le sonrió sinceramente. Sonrisa que fue respondida por el rubio. Estaba seguro de que saldría de ahí con él.

Apareció el regente acompañado del proxeneta para decir algunas palabras y agradeciendo la llegada a su convocatoria. Mientras el vil sujeto estaba parado como esperando a que el joven hiciera algo para golpearle. El regente volvió a leer las cualidades del chico en exhibición para luego ordenarle que diera un paseo y una vuelta. Con una sonrisa finjida, el castaño se mostró ante los presentes.

- Ahora, nombraremos al afortunado que se lleva esta belleza, está pieza de colección, este monumento... - Sacando un papel de un sobre leyó en voz alta - ¡Señor Steve Rogers, usted es el afortunado! - alzó la voz el hombre, provocando una gran sonrisa tanto en el rostro del rubio como del castaño.
El resto de la sala comenzó a aplaudir sin ganas, ya que habían perdido la oportunidad de llevarse al joven con ellos.

Cuando el rubio se puso de pie para ir a recoger al joven, un hombre de unos 60 años se levantó de su asiento enfurecido y gritó.
- ¡Ese chico es mío! ¡Yo ofrecí 3 millones por él! - el hombre estaba fuera de sí, gritando como un loco y pasando por sobre todos para llegar al frente y tomar de forma brusca el brazo de Anthony - ¡Tú puta miserable te vas conmigo! - el castaño trataba de soltarse del fuerte agarre del otro, pero le era imposible.

Prácticamente sin pensarlo, Steve sacó su revólver Cimarron calibre 38 de su cinto y la puso en la sien de aquel tipo, para después liberar algo de sus feromonas territoriales.

- Tú ofreciste 3 millones... Yo dí 6,5 millones por él - continuó mientras sacaba el seguro del arma y le entragaba el dinero en fajos dentro de una bolsa de tela al regente. El público miraba con susto aquella escena. El joven Anthony temblaba de miedo ante la incertidumbre - Suéltalo ahora mismo si no quieres que tus sesos queden adornando la pared de este lugar, asqueroso alfa inferior - bajo esa amenaza, el viejo dejó libre al muchacho, el que corrió y se escondió en el pecho de Steve. Este lo abrazó con su brazo libre sin dejar de apuntar hacia el tipejo, hasta que este se alejó completamente de ellos - Ya no tienes que temer. Prometí sacarte de aquí y eso estoy haciendo - le dijo al castaño, quien estaba al borde del llanto - Ve por tus cosas, tengo el carro listo afuera - con esto y un suave beso en los castaños cabellos, el rubio esperó a que su joven tomase la vieja maleta y salió del lugar de la mano de éste.

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