5

2.3K 242 16
                                    

Steve estaba ansioso. Había resuelto de forma rápida sus asuntos para poder estar con Anthony, pero finalmente prefirió darle su espacio para que pudiera sentirse cómodo. Quería que se ambientara a su nuevo hogar.

Supo que el castaño estaba bajando la escalera ya que Peter le había gritado "¡cuidado al bajar señor Anthony!". Por eso, se levantó de su asiento y fue al comienzo de ésta para poder recibirlo. Al verlo, su lazo interior se tensó nuevamente... Se veía hermoso en sus ropas nuevas, realmente era una joya.

- Buenas tardes, Anthony - dijo de forma educada extendiendo su mano para recibirle.
- Buenas tardes, señor... Digo, Steve - sonrió avergonzado aceptando aquella mano. Le costaría acostumbrarse a decirle por su nombre.
- ¿Te parece que vayamos a cenar? La excelente cocinera de la casa hizo un estofado maravilloso, sé que te encantará - Anthony asintió y con esto llevó al joven de la mano hasta el gran comedor.
El lugar tenía una mesa ridículamente larga, cabían fácilmente unas 15 personas, pero estaba solamente arreglado el sector dónde ellos se sentarían. Steve en la punta y Anthony a su lado derecho.

El castaño sonrió cuando el mayor le movió la silla para que se siente. Tanta galantería lo estaba causando estragos ya que en su interior sentía que ese hombre podría ser algo más que su dueño. Ese lazo que estaba sintiendo  recientemente estaba muy muy tenso cada vez que se acercaba a él.

La cena fue servida y Anthony comió como si no hubiese un mañana. Steve lo con una mezcla de ternura y gracia. Había querido hacer un comentario en tono de broma sobre ello, pero declinó al pensar quizás cuánto tiempo pasó el chico antes de comer de forma decente. Comer de verdad.
Cuando el joven terminó de comer, les fue servido el postre de frutas frescas con almíbar, otra cosa más que el castaño devoró en segundos.

Anthony realmente apreciaba la comida que se le dio. En el prostíbulo sólo le servían pan añejo, sopas, algún guiso extraño y agua. A veces, cuando el cliente pagaba bien por sus servicios, el proxeneta le daba una taza de café y eso le sabía a gloria.

- ¿Por qué tienes ese golpe en tu rostro? - preguntó Steve con curiosidad mientras alzaba su mano para tocarle suavemente dónde estaba el moretón.
- Por que al celador no le gustó una respuesta que le di... - respondió tímidamente, aún con la boca llena de fruta. Aquel gesto repudiable para algunos, fue una ternura a los ojos del rubio.
- ¿Te golpeaban mucho ahí? - volvió a preguntar. De verdad quería saberlo todo de ese chico.
- Sólo las veces en las que yo hacía un mal comentario o el cliente no quedaba conforme - ya había tragado su fruta y al responder se avergonzó, bajando su mirada.
- ¿Qué hacías en ese lugar? ¿Cómo llegaste ahí?
- Mi padre era alcohólico y jugador de cartas. Perdió todo apostando y pidió dinero prestado a la mafia. Cuando no lo pudo devolver, me dio a mí como moneda de cambio para trabajar ahí - levantó la mirada y sus ojos estaban llorosos - No estoy orgulloso de ello, Steve. En lo absoluto - unas lágrimas cayeron de sus ojos pero no rompió en llanto. Al parecer estaba acostumbrado a llorar de esa forma tan silenciosa y quieta.
- No fue tu culpa. Ten eso claro. No lo fue - dicho esto, Steve besó la mejilla amoratada de Anthony para luego ponerse de pie, levantar al joven y darle un acogedor abrazo. Como tratando de volver a pegar todas esas piezas rotas que estaban en su interior.

El chico sintió alivio en aquel gesto y por primera vez en años, se permitió llorar libremente. Su llanto desgarraba el corazón del rubio y de paso, el de las sirvientes que estaban en la sala. Una de ellas también lloró ante la escena.

Steve apretaba más y más fuerte el cuerpo del castaño. ¿Cuánto sufrimiento pasó antes de poder ser libre?

En esos instantes, las ganas de romperle la cara al proxeneta eran ferocez. Pero no lo haría. No de momento.

El abrazo duró todo lo que el llanto de Anthony lo hizo. Cuando ya estaba calmado, el mayor le acarició el rostro para borrar los restos de lágrimas que habían en sus mejillas.

- Ya no tienes que temer. Estás conmigo. Nadie, escúchame bien, nadie podrá hacerte daño. Nunca más - dicho esto, besó los cabellos del joven para luego separarse por completo de él.

Lo llevó hasta su despacho, donde tenía una gran biblioteca. La cantidad de libros asombró a Anthony, el cual fue directamente hacia ellos para revisar los nombres en los lomos.

- Al parecer te gusta la lectura - afirmó el rubio, mientras se sentaba en uno de los sillones de la sala.
- Sí. Sabía leer cuando me llevaron a ese lugar y cada cierto tiempo una de las chicas me llevaba libros. Uno de sus clientes era profesor, así que le pedía algunos para mí - dijo tomando un tomo de uno de los libros.

Dejó que el joven hojeara a su antojo todos los libros que quisiera.

Pasado cierto tiempo, sacó y miró su reloj de bolsillo.

Se puso de pie lentamente y fue a abrazar a Anthony por los hombros suavemente.

- Ya es hora de dormir Anthony. Te espero en mi cuarto, es el primero del pasillo a la derecha - y dicho esto, besó la mejilla del chico y salió del despacho.

El joven Stark quedó perplejo en su sitio. Inmóvil.Cuando recobró el movimiento salió de la habitación y se dirigió escaleras arriba a su alcoba.

Peter le esperaba en la habitación para darle un camisón blanco de algodón, ese sería su ropa de dormir. Hecho esto, el sirviente se despidió y le deseó buenas noches.

Suspiró y se miró en el espejo que había en su cuarto. Era una imagen distinta a la que veía en el prostíbulo, pero que terminaría con el mismo fin.

Con paso derrotado se encaminó por el pasillo pensando en que finalmente para eso había sido comprado. Esperaba que ese gran alfa al menos fuera amable con él.

Llegó a la puerta, tocó y escuchó un "pase" desde dentro. Entró con nervios. No entendía por qué estaba tan nervioso si sabía lo que le esperaba. Sólo ya rogaba en que Steve fuera amable con él.

- Anthony, ven y acuéstate conmigo -
.
.
.
.
.

Sabían que tengo escrito hasta el capítulo 9?...ya empezando el 10
Esto no para!!!!! 🖤🖤🖤🖤

La VentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora