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la mansión Rogers, ambos iban sentados uno a cada lado del carruaje. No hablaban. No se miraban. Nada.

- Así que Anthony Stark - dijo el mayor para romper la tensión - ¿Eres de los Stark del otro extremo?
- Así es, señor - respondió tímidamente el chico.
- Hey, no me digas señor, dime Steve simplemente. Tan mayor no soy - dijo sonriendo sinceramente. Esa sonrisa alimentó el corazón de Anthony - Tengo 37 años.
- Yo tengo 22 años, seño... ¡Steve! - el nerviosismo del chico era evidente. Steve sentía que se derretía a cada momento a su lado.
- Vaya, te llevo por 15 años... - sonrió tristemente, era un viejo en busca de un jovencito para satisfacer sus necesidades.
- No me molesta, es más... Me agrada - dijo Anthony, batiendo de forma coqueta e  sus pestañas. ¿Acaso ese chico ya se le estaba insinuando?

Más temprano que tarde, el carruaje se detuvo frente a la gran mansión del rubio.
Anthony, quien había pasado de vivir en un sucucho con su padre a vivir en un cuchitril en el prostíbulo, miraba con asombro la arquitectura puesta delante de él.

- ¿Te gusta? - preguntó el rubio mirando fascinado cómo el joven asentía repetitivamente emocionado - Pues bien, este es tu nuevo hogar, bienvenido - dijo bajando del carruaje y extendiendo su mano hacia el chico para ayudarle a bajar.
En la entrada habían muchos sirvientes que les esperaban con una sonrisa. El dueño de casa les había mencionado que iba a traer a un joven sin hogar para que fuera su caballero de compañía. Nunca mencionó algo sobre el prostíbulo, ni lo creyó necesario.

Todos le hicieron una venia que hizo sentir a Anthony incómodo, no estaba acostumbrado a ese tipo de trato. Entraron a la casa y siguió maravillado con todo lo que estaba dentro de ella.

- Las habitaciones están en el segundo piso. La tuya es la que está al final del pasillo a mano izquierda. Puedes ir y acomodarte - dijo amablemente mientras lo guiaba escaleras arriba - Yo debo resolver unos temas con unos negocios pendientes y luego nos vemos en el comedor. Irá uno de los sirvientes a ayudarte - dicho esto, le besó en la mejilla y nuevamente sintió ese lazo interno tensarse, dejando sus labios más tiempo de lo normal sobre la  piel del otro. El joven sentía calidez en su pecho ante tan sublime contacto.
Llegó a su dormitorio y seguía asombrado del lujo. No podía creer que todo eso le pertenecía ahora.

- Buenas tardes, joven Anthony - dijo una cantarina voz a su espalda. Un joven de no más de 15 años estaba parado pulcramente en el umbral de la habitación, vestido con las prendas de la servidumbre. Lucía una hermosa sonrisa infantil en su rostro que le contagió - Mi nombre es Peter y seré su asistente. El señor Rogers me pidió que le ayude a bañarse y a acomodar sus cosas. En el closet encontrará ropa nueva y muy cómoda, al señor le gusta comprar con prendas con mucha clase. Siempre nos da ropa muy fina a pesar de que somos simples criados. Es un señor muy noble... - el incesante parloteo del niño le hacía sonreír divertido.
- Hola Peter, soy Anthony. Mucho gusto - dijo  extendiendo su mano hacia el más joven - Gracias por ayudarme.
- No lo agradezca, joven Anthony. El señor Rogers me pidió exclusivamente la tarea de cuidarlo por que soy una omega, al igual que usted, pero mi celo aún no llega. Me han dicho que puede ser tardío, aunque a mí no me apura que llegue ya que no quiero volverme inútil durante tantos días cuando esa fiebre rara llegue. El señor me dijo que lo ayudase en todo lo que necesite por que yo seré su mano derecha y todo lo que quiera me lo pide a mí, por que yo le voy a ayudar... - el muchacho seguía hablando sin cansarse, lo que producía cierta ternura en el interior de Anthony. Era un niño con mucha energía.
El nuevo asistente le ayudó a bañarse en un cuarto especial para ello y luego le puso ropa de la que había en el closet. Un pantalón muy fino de color gris oscuro y una camisa blanca de algodón muy suave. Jamás había vestido así. Quizás lo hizo cuando su madre vivía, pero era imposible recordarlo dado que ella había muerto cuando él tenía 3 años. Desde ese momento, el incompetente de su padre se hizo cargo pero al parecer más prefería jugar a las cartas y emborracharse antes de cuidarlo.

Con mucho cuidado y usando un cepillo, Peter iba sacando las pelusas que su ropa tenía. Había dicho "el señor Rogers me pidió que estuviera perfecto para la cena".

Cuando ya estaba bien, ante los ojos del niño, Anthony bajó las escaleras de forma lenta ya que sus nervios no le dejaban en paz.

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