Capítulo 17

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Used to this

Me llevará un minuto,
Pero podría acostumbrarme con eso.
La sensación de las puntas de tus dedos,
La sensación de otro beso.
Me llevará un minuto,
definitivamente -Camila Cabello.

Había transcurrido una semana desde la hospitalización de Erin. Estaba recuperándose paulatinamente, pero ya estaba fuera de peligro. Adam tuvo que faltar a varias clases, pero ya se había reincorporado y pudimos platicar un par de veces en los pasillos, en la biblioteca Clark o los alrededores. Él estaba un poco mejor de la situación con su hermana, pero el cansancio y el estrés se veía reflejado bajo sus grandes ojos verdes.

Por mi parte, yo estaba terminando algunos pendientes en la biblioteca para tener la tarde libre -y casi todo el fin de semana- y sin preocupaciones para mis sobrinas. También se me ocurrió ir a comprarle algo a Erin, como forma de apoyo, pero no podré verla hasta que sea dada de alta.

Era el primer viernes de octubre. El pasillo que llevaba hasta la salida de Clark estaba en bastante movimiento, por alumnos entrando y saliendo en desorden. Los murmuros se escuchaban altos y me produjeron unas inmensas ganas de marcharme. Tomé mis cosas, las llevé hacia mi mochila y salí por un lugar muy estrecho.

Al llegar al estacionamiento, había alguien recargado en mi auto. Estaba de espaldas a mí, con cigarrillo en mano; el humo hacía una lenta danza hacia arriba. Esa persona usaba una capucha negra que me imposibilitaba saber de quién se trataba.

Con cierta desconfianza, me acerqué y encaré al chico frente a mí.

—Tú.

—Yo.

—Apareciste —dije sin creerlo aún.

—Supongo que lo hice —Se encogió de hombros con una inusual despreocupación.

—Lo siento, yo solo... no lo esperaba.

—Tampoco yo. Pero desperté esta mañana y lo único que pensé era que quería verte. —comentó él sin pelos en la lengua. Podía ser muy sincero a veces sin mostrar que le afecte en lo absoluto. Él solía tener dos versiones, como las caras de una moneda.

—Ed, por favor...

—Tranquila. Quisiera que habláramos.

En ese momento tenía miedo, por miles de razones. Miedo de decir alguna estupidez. Miedo de no saber qué decir, de no saber cómo reaccionar. Miedo de arruinar las cosas. Miedo de perderlo. Miedo de habernos perdido. Pero no se lo dije, porque ahora existía algo que no se veía pero se sentía... la vergüenza, la distancia.

—Podemos hablar en mi auto. Pero tu querido cigarro no es permitido dentro —dije fingiendo naturalidad.

Una vez arriba, con una incomodidad tan densa decidí bajar los vidrios y quitarme mi vieja chaqueta. Ed no tenía reacción alguna en el rostro, solo silbaba y movía la cabeza. No sabía como romper el hielo y él no estaba preocupado, cosa que me hacía sentir cada vez más extraña.

—Tengo que ser sincera, no sé qué decir. Sigo un poco sorprendida.

—¿De qué? Yo te dije que te buscaría cuando estuviera listo. —respondió Ed, cuando se detuvo y volteó a verme.

—¿Y lo estás?

Ed se tomó unos segundos antes de contestar.

—Por supuesto. No quiero seguir postergando esto más, quiero que ambos actuemos con madurez. —Él hizo una pausa para mirarme a los ojos—. He reconsiderado las cosas todo este tiempo. Me sentí como un idiota, porque sé que te quiero en mi vida siempre, Jane.

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2020 ⏰

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No te quiero pero también te sufro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora