Capítulo 16

10 0 0
                                    

I'll be there for you

Estaré allí para ti, estas cinco palabras te las juro. Cuando respiras quiero ser el aire para ti. 

- Bon Jovi


Mi emoción se redujo a cero después de una hora.

Una hora de espera, una hora de mirar el reloj cada momento, una hora de ser la comidilla de cualquiera.

"Pobrecita". "Que pena me daría ser ella". "Yo que ella mejor ni saliera".

El sol ya se estaba escondiendo detrás de los edificios oscuros de Portland. No sé si era yo, pero todo se veía más gris, más apagado.

Comprobé mi celular una vez más, no había llamadas, sólo un mensaje de Gabe dónde me vendía un celular usado.

Ignorar. Ignorar. Ignorar.

Justo como yo. Adam me había ignorado al no decidirse presentar. Decir que mi decepción era grande es poco. Estaba sorprendida, aunque ya debí acostumbrarme.

Adam Thrussell era una caja de sorpresas.

Usualmente esas sorpresas no eran desagradables. Pero cuando uno encuentra una pizca de error en un platillo lleno de buenas acciones, siempre terminaran amargando cada bocado.

No pude evitar pensarlo. Nunca había sido una chica que atrajera demasiado, cosa que no tenía nada que ver con el físico, pero existía una persona que siempre me había valorado. Uno no lo aprecia hasta que la realidad llega de golpe y le hace ver cosas que antes no.

Esa persona era Ed. Él era amable, cariñoso y siempre había puesto a esa chica primero que nadie. Él habría estado esperándola con tiempo en el restaurante. Él se habría levantado con torpeza y la hubiera ayudado a sentarse en la silla correcta. Él hubiera dicho muchas cosas tontas porque los nervios le ganarían. Pero al final serían ellos, aprendiendo qué es el amor.

Pero eso no pasaría.

Por más que hubiera mil razones correctas para aceptarlo, siempre estaría una que los separaría. Yo lo quería, pero como el gran amigo que siempre había sido.

La cabeza me dio un par de vueltas y no pude evitar pensar que soy una estúpida al comparar una situación con la otra. Solo me atormentaba más.

Sacudí la cabeza y me incorporé para pagar la limonada mineral que me había hecho compañía por más de una hora.

Fuera una ligera brisa me acarició la piel hasta que llegué a mi auto. Subí y no me importó cerrar la puerta con fuerza.

Cuando encendí el motor, mi celular comenzó a vibrar sin cesar. Lo ignoré por unos segundos en lo que salía del estadio, pero cuando volvió a vibrar, sentí cierta ansiedad por tomar el celular y contestar. Desde mi lugar no podía ver de quién se trataba.

Aproveché la primera calle solitaria que encontré para detenerme. Guié mis manos hasta que fueron capaces de tomar el aparato. Seguía vibrando y eso me desconcertaba un poco.

Era un número desconocido.

Colgué al instante, porque no me daba mucha confianza contestarle a cualquiera. Inclusive si era la lada de Portland. Dejé el celular en el tablero y seguí conduciendo. El celular volvió a sonar. Pero lo ignoré subiéndole el volumen a la radio.

Así estuve por unos diez minutos. La persona del otro lado de la línea seguía insistiendo, y cansada de lo mismo, contesté.

—¿Eve?

No te quiero pero también te sufro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora