Capítulo XXIX Momentos

1.7K 79 13
                                    

ANA

Abrí los ojos solo para tener la certeza de que no he estado en un sueño. Estábamos exactamente dónde nos habíamos acostado anoche, en el suelo del salón cerca de la chimenea que en ese momento no tenía fuego. Miré la mesa y vi las dos copas con el restante líquido que ni nos importo terminarlo. Miré nuestras ropas esparcidas por el suelo y me enfoque en la sudadera de Mimi, tuve ganas de cogerla para sentir su dulce perfume. Cuando me di cuenta que no la necesitaba, pues tenía a la dueña del perfume acostada a mi lado, boca abajo con su espalda desnuda y el resto del cuerpo cubierto con la sábana. Pase mi mano por su pelo rubio que estaba alborotado.

Pase mis manos sobre su espalda desnuda subiendo mi mano hasta su pelo, en el cual relaje mi mano y comencé un camino allí, coloque su pelo a un lado y pude ver las marcas de su cuello que anunciaba exactamente lo que habíamos hecho la noche anterior, las marcas de amor. Amor.

Mimi me amaba y yo la amaba a ella, perdidamente y locamente, aquella mujer es mi inicio y mi fin. Es mi vicio, mi paraíso en el infierno.

Empecé a distribuir besos en las marcas que tenía en su cuello, fue cuando la mujer dio señales de que había despertado.

- Si cada vez que hacemos el amor me despiertas así, ¡tendremos que hacer el amor para siempre! -Dijo la rubia con aquella voz ronca, arrastrando las palabras, llenas de mimos.

- Si se trata de una orden, tendrás que ser más clara. -le susurré al oído llena de segundas intenciones. Dando un pequeño mordisco N el lóbulo de su oreja.

Segundas intenciones que no pasaron desapercibidas por Mimi, que se giró totalmente desnuda, me quedaría admirando la por años. Me llevo a su regazo, sentándose junto a mí,negando su boca a mi oído para decir:

- Yo no estoy acostumbrada a pedir, Srta Guerra, eso claramente fue una orden. -dijo de manera prepotente y arrogante, me estremecí de pies a cabeza.

Mimi comenzó a pasar sus manos por mi espalda desnuda mientras distribuía besos en mi cuello, y solo con eso ya me estaba volviendo loca.

Cogí su pelo que ya estaban en mal estado por la noche anterior, y solté una pequeña risa al acordarme nuevamente de lo que habíamos hecho ayer, no solo ayer, si no todo el fin de semana. Fue entonces cuando Mimi dejó lo que estaba haciendo y me miró de una manera confundida.

- ¿Le estoy haciendo cosquillas, Srta Guerra? -la rubia dijo de una manera tan linda, que solo me hizo reír de nuevo.

Mimi me miro con cara de pocos amigos, porque había cortada el momento. Fue entonces que decidí provocarla un poquito.

- O que, Sra. Doblas, ¿corte su calentura? -dije de la manera más sarcástica que pude.

- Está jugando con fuego, Srta Guerra.

- No tengo miedo de quemarme. Vamos, muéstrame lo que sabes. -provoque arrastrando cada palabra de la manera más atractiva que pude.

Pude ver el fuego en los ojos de Mimi y yo sabía que iba a salir quemada, a ciencia cierta, pero yo estaba esperando para eso, la necesitaba, casi como un adicto necesita su droga. Y ella era mi droga. Había deseo en sus ojos, que ahora tenían un tono oscuro, tan oscuro que daba un aire intenso al momento. Nos besamos mirándonos, en una batalla ya perdida por mí, que inmediatamente desvié la vista a su boca, atractiva y carnosa. Casi no tuve tiempo en cerrar los ojos, cuando Mimi pago su cuerpo al mío y beso mis labios en un beso abrumador.

Ella me besó con furia, con excitación, con fuerza, yo me perdía a cada segundo, una de sus manos fue a mi cuello. Metió la mano por mi pelo y tiro hacía atrás. Para tener acceso completo a mi cuello. Gemí cuando ella empezó a chuparlo, acción que claramente estaba dejándome en el límite, y ella lo sabía. Pero ella estaba jugando, y yo le mostraría que también sabía cómo jugar, y muy bien.

The Stripper (Warmi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora