Capítulo XXXII Torbellino de sentimientos

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MIMI

Ana clavo sus uñas en mis hombros, dejando salir un gemido que me volvió loca. La mujer movía sus caderas rápidamente sobre el escritorio mientras yo la penetraba con dos dedos. Ella era magnífica, estaba completamente desnuda y sudada. Su pelo estaba alborotado dejando en claro lo que estaba haciendo encima del escritorio. Su piel brillaba gracias a las gotas de sudor. De su boca ligeramente abierta salían palabras sucias a cada instante, incrementado mi excitación. Dios esa mujer es enloquecedora.

- ¡Dios, Ana amo cuando gimes! ¡Me excitas demasiado! -le dije en un gruñido a la mujer que tenía tan excitante debajo de mí.

Sí, el sexo con Ana Alicia todavía no había acabado. Digamos que en ese momento dejamos salir nuestro enfado con placer. Me incliné para coger con mi boca un pecho de la morena, deslizando  lentamente mi lengua sobre su pezón, lo cual hizo que la morena soltara un gemido impulsándome a continuar entonces succione el pezón el cual ya estaba sensible.

- ¿Quieres matarme? -ella preguntó agonizante.

Sonreí perversamente, pensando que la única manera en la que podía matarla sería de placer. Ella gimió, su boca permanecía ligeramente abierta sin poder contener los gemidos. Sentí mis dedos apretarse en el interior de Ana, la sensación era increíble, empuje mis dedos dentro de ella rápidamente como si ella me lo pidiera con sus gemidos yo succionaba su pezón como una hambrienta felina. Ana movía sus caderas involuntariamente contra mis dedos su cuerpo era comandado por el placer que yo le estaba dando. Continúe con esos intensos movimientos hasta que sentí que la morena se corrió para mí.

Su pecho se movía rápidamente en una respiración agitada. Literal quedamos exhaustas, ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que tuve un maratón de órganos consecutivos. Deje caer mi cuerpo sobre el de ella, me sentía débil.

- No pue.. puedo más... -susurró ella cansada, causando una ligera risa en mí.

- ¿Te cansé?

- Demasiado, creo que no podré caminar mañana.

Estaba con mi cabeza sobre su pecho, escuchado su acelerado ritmo cardíaco. Estábamos acostadas en mi enorme escritorio completamente desnudas. Por suerte las ventanas de la oficina estaban cubiertas por las personas que yo cerré en el momento que entró Patricia a mi oficina. A esta hora los empleados ya estaban en sus casas y ruego que nadie haya escuchado lo que sucedió aquí lo que sería poco probable, porque nuestra discusión fue seguida por gemidos y azotes que fueron muy escandalosos. Cerré mis ojos sintiendo la mano de Ana pasando por mi pelo con delicadeza. Nuestras respiraciones gradualmente se fueron calmando hasta dejar solamente el sonido de la tormenta. Abrí los ojos observando nuestras prendas tiradas en el suelo recordando el momento exacto en el cual fueron lanzadas.

- ¡Me estoy volviendo loca! -dije mientras me levantaba de encima de la morena, la cual me miraba confundida.

- ¿Qué pasó?

Sus ojos café reflejaban que no me entendía.

- ¿A qué te refieres con "que pasó"? ¡No debí haber hecho esto! -exclamé recogiendo mis cosas del suelo. - ¡Es tu culpa!

- ¿Mi culpa?

Estaba recogiendo mi ropa que estaba esparcida en el suelo del despacho, tan rápido para no arrepentirme.

- Sí, ¿qué m has hecho? ¿Me embrujaste?

Ana rió mientras lentamente bajaba del escritorio.

- ¿De qué te ríes? -pregunté enfadada, volviendo hacia ella.

Nunca me cansaría de ver cómo Ana Guerra tenía un  hermoso cuerpo. Sus piernas largas y tonificadas, alcanzando sus caderas, acompañado por su hermoso culo. Suave estómago y sus pechos que poseían marcas miradas debido a los mordiscos y chupetones. Ana sonrió cuando notó como la estaba admirando.

The Stripper (Warmi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora