La noche era joven. Johnny condujo varios kilómetros metros buscando comida perfecta para la pared. Al salir de su casa no se detuvo a ver si Lucía se había marchado, pero, aunque era lo que deseaba, tenía la corazonada de que la chica no iba a dejar que una simple discusión la echara del lugar. No, ella debía estar ahí, fisgoneando en sus cosas y profanando los cadáveres de sus invitados.
El centro de la ciudad era particularmente oscuro esa noche. Unos nubarrones púrpuras tapaban cualquier atisbo de astros y la mayoría de los faroles de la calle principal estaban descompuestos. Johnny condujo sin prisa, mirando atentamente a su alrededor: había víctimas potenciales en todas partes. Por un momento se sintió sumergido en una especie de submundo tóxico y tuvo deseos casi incontrolables de pisar el acelerador y estrellarse contra un muro.
Su tarea no era particularmente difícil, solo tenía que bajarse del auto, elegir a alguien al azar y golpearlo con el bate que llevaba en el asiento trasero hasta que las sangre de sus sesos le empapara la ropa. Nada fuera de la rutina. Sin embargo, lo que acababa de pasar en su sótano, lo había puesto nervioso, como si la bestia que dormía tras el muro ahora le acompañara en el asiento del copiloto. Las manos le temblaban sobre el volante y un sudor frío le escurría por la frente. Lo peor de todo era que no sentía con deseos de matar a nadie. Cualquier cosa que hiciera esa noche, sería por obligación.
Un chico punk que necesitaba apoyarse de un farol para no caerse de borracho, vomitó casi dos litros de cerveza salpicando, entre otras cosas, sus botines de cuero negro. Johnny lo observó pacientemente desde la oscuridad. Habría sido muy fácil pasarle el auto por encima hasta hacerlo puré. Incluso sonrió al imaginar los órganos del chico desparramándose en el pavimento y su sangre mezclada con lo que acababa de vomitar. Pero siguió conduciendo y se alejó lentamente sin hacer ningún movimiento el falso con el volante.
No era que se estaba ablandando ni mucho menos. El homicidio despiadado le seguía pareciendo un buen pasatiempo, pero no quería pasar el resto de la noche limpiando restos humanos de su automóvil.
En lugar de seguir sus impulsos, siguió conduciendo sin apartar la vista del frente por varias manzanas. Por un momento pensó que iba a abandonar el centro sin haber hecho nada productivo, pero entonces vio un viejo cine que anunciaba la película que quería ir a ver hace un par de semanas.
Compró un boleto en la taquilla y entró a ver el filme. Había muy pocas personas en la sala, solo una pareja de homosexuales y tres amigos que cuchichearon toda película un par de asientos más adelante.
No se concentró mucho en la película, más bien aprovechó el momento para acomodarse en su butaca y relajar todos los músculos que tenía tensos de tanto conducir. Sus pensamientos viajaron irremediablemente hacia la pared cubierta de sangre seca, enterrada en lo más profundo de su morada. Se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que la bestia del otro lado rompiera las tablas y destrozara toda carne humana (viva o muerta) en una búsqueda desenfrenada por la luz del exterior.
La última vez había muerto de un balazo en la cabeza antes de ver a su pesadilla personificada romper lo que quedaba de su casa y masacrar a los Psyco Panaderos. Ahora pareciera como si nada hubiese ocurrido. Su cabello había crecido nuevamente y el cielo y el infierno parecían un sueño lejano. Pero ese abominable muro todavía seguía en pie, aún sentía ese vacío en el pecho que le indicaba que había perdido el control de su vida.
Se estremeció.
Su propia vida era como un filme independiente con un director muy malo y un guión muy básico, lleno de personajes estereotipados y poco profundos. De plano estaba descartado el final feliz.
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Johnny el Homicida Maníaco (Fanfic de la obra de Jhonen Vásquez)
Fanfiction"A veces...puedes llorar hasta que no te queden lágrimas por derramar; puedes gritar y suplicar hasta que tu garganta se desgarre; puedes rezarle cuantas veces quieras al dios que creas que te escuchará y aun así no habría diferencia, ni señales de...