Parte sin título 16

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No tenía un objetivo claro, por supuesto, simplemente se sentó al volante y condujo varias cuadras para alejarse de aquello que lo atormentaba. Solo cuando se metió en la carretera del lado sur se preguntó dónde pretendía ir. Vaciar el estanque de gasolina hasta llegar a la capital no era una mala opción: sentarse en una sala de cine a ver alguna horrible película independiente o buscar otro Taco Bell  seguramente le haría recordar las pocas emociones que le ayudaban a estar vivo. O tal vez adentrarse en un mar de gente adicta a los paseos por la avenida comercial serviría para olvidarse de sí mismo mientras fingía que la multitud lo engullía. Cualquier opción era buena.

Tomó varias salidas hasta sentir que se había perdido. Cuando decidió aminorar la velocidad el sol había bajado lo suficiente como hacer que el cielo luciera un rosa pálido. Aún hacía calor, pero al menos era soportable.

Algo le llamó la atención. Por lo general, cuando atardecía el sol se escondía tras las montañas (o al menos eso era lo que dejaban ver los edificios del centro), pero esta vez podía ver al cegador astro bajando en línea recta hacia la carretera. Fue entonces que notó que por la ventanilla entraba una brisa salada y fresca. Estaba cerca de la costa. 


Eso significaba que se había alejado al menos ciento cincuenta kilómetros de la ciudad.

-¡Un atardecer en el mar!- Rió Johnny dándole un golpe al volante.- ¡Que idea más melosa y conveniente!

Hubiese querido que Devir estuviera con él, o tal vez Squee e incluso el señor Shmee. Quería tener a alguien con quien compartir ese momento.

Resignado a disfrutar el resto del día en soledad, tomó la primera salida hacia el este de la carretera, usando como guía el punto brillante en el horizonte. El olor a mar se hizo más intenso a medida que avanzaba y tuvo que reducir la velocidad justo cuando las dunas de arena, comenzaron a apoderarse del camino centímetro a centímetro.

Solo un par de minutos después, apagó el motor y se estacionó a unos cien metros de la playa, hubiese querido avanzar más en auto, pero un par de salientes rocosas volvían demasiado estrecho el acceso. Continuó el resto del camino a pie, cuidando de que el arena no se colara por sus botas.

Esa playa olvidada a una orilla de la carretera, era el descanso que necesitaba. Estaba compuesta por una especie de media luna rodeada de acantilados, la espuma de las olas bañaba la orilla en forma monótona y haciendo eco contra las rocas. Todo a su alrededor le inspiraba paz, era como si alguien hubiese pintado un cuadro para él y de alguna manera hubiese logrado meterlo dentro.

No había otro ser humano a la vista, así que por esa tarde, el hermoso paraje era totalmente suyo.

Extendió las manos para sentir la suave briza marina acariciando su cuerpo frágil y delgado. Por un segundo pensó que el viento se lo llevaría como a una hojarasca seca y que acabaría deshaciéndose en el cielo.

Habría sido una linda forma de morir.

Levantó los ojos, respiró profundo, el cielo rosa palideció ante su mirada y, como si esa fuera la última escena del mundo, una parvada de gaviotas cruzó el horizonte trazando círculos imperfectos. El sonido de las aves, mezclado con el de las olas sobre la arena, se volvió un susurro en ese vacío. Le gustó imaginar que era el último hombre en el universo y que ese momento duraría para siempre.

Las aguas eran claras y tranquilas, incomparables con el océano negro que sacudía su corazón. El paisaje parecía decirle que sus penas y preocupaciones ya no tenían importancia, que sus crímenes habían quedado en el pasado, que los horrores de la humanidad se habían extinto junto con esa inmunda especie y que ya no había motivo para seguir respirando. Era una mentira perfecta, trazada con armonía casi artística para llegar a sus oídos crédulos como un futuro posible.

Johnny el Homicida Maníaco (Fanfic de la obra de Jhonen Vásquez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora