#8: Primer ataque a Solange.

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La misión que gobernaba mí vida era matar criminales, ese era mí único propósito luego de la muerte de Maria y los niños. Pero ahora... Ahora no solo quería castigarlos, queria vengar al chico, hacer que los responsables pagarán lo que merecían antes de morir.

La radio está apagada en este momento. El laboratorio no está lejos pero la carretera es bastante silenciosa conduciendo sólo. La calma me da tiempo a pensar, a repasar el plan en mí cabeza antes de estacionar dejando el vehículo escondido para poder seguir a pie y que no me noten.
El lugar no tiene maleza suficiente para ocultarse o árboles, pero la oscuridad y los desniveles de la tierra ayudan, desde atrás de una montaña de mugre y tierra puedo ver perfectamente la entrada del lugar con un par de guardias distraídos que hablan entre ellos, solo uno tiene un arma en la mano pero por como la sujeta es inútil y se notan algo cansados, son presa fácil. Podría sólo hacer volar el lugar en este momento con ellos ahí, pero necesito al menos un poco de la pasta que ganan con esa mierda para seguir financiando mí misión.
Reviso con los binoculares que no haya nadie más cerca, las luces del lugar me permiten ver bien así que tomo la berreta de mí cintura, le coloco el silenciador y apunto. Los tres tipos caen sobre el piso ensuciando el polvo con sangre. La puerta entrada no es broma, usa tarjetas de seguridad como la del imbécil muerto a mis pies y tiene cámaras de seguridad justo como Daniel me había avisado, pero gracias a Micro una grabación en bucle de los últimos minutos me permite pasar desapercibido hacia un pasillo con unos pocos cuartos, se nota que las divisiones se construyeron después, pero de todas formas investigo un poco. Un par de cuartos guardan la droga ya empaquetada y ordenada, otro parece una pequeña oficina muy básica pero vacía, Dan me había dicho que el invierno pasado vino aquí con su padre y Christian, decía que todos los lunes del primer mes se hace el envío del dinero al banco, el resto del mes el contador lo guarda allí dentro en una habitación con clave, me dijo que no sabía el tipo de contraseña si quiera pero no me hace falta, desde aquí puedo ver bien el lugar al que se refería. Los demás cuartos están en silencio, no parecen importantes. Logró meterme en la dichosa oficina y pego sobre el tablero de contraseña un pequeño regalo de Micro, necesitará unos treinta segundos al menos para poder interferir con la sistema y volverlo inútil, mientras tengo trabajo por hacer. Sigo con cautela y veo la enorme habitación del fondo, unos cuantos guardias jugando cartas y casi ignorando las cámaras de seguridad, demasiada indisciplina, no me sorprendería saber que Solange no ha hecho visitas sorpresas a este lugar. No me importa que me vean justo ahora, tomo el fusil en mí espalda y les apunto a los seis idiotas, no tienen tiempo a nada antes de que los llene de balas. Dos cocineros se asoman de golpe al lugar por el ruido y se nota que están bien preparados para su trabajo, uno me mira espantado a través de las gafas de protección antes de acabar muerto y el segundo logra meterse dentro de la habitación a pedir refuerzos. Dispararle al concreto sería un desperdició de balas así que voy a por el tipo, se ha salido por la ventana e intenta huir pero no va a poder con un agujero en la cabeza. Por la pequeña radio suenan las voces del otro lado pidiendo explicaciones pero avisando que en minutos nada más estarían allí, eso es tiempo suficiente para mí. Corro hacia donde está la oficina improvisada, quito el aparato y abro la puerta ya falseada sin contraseña, en efecto el dineral que hay dentro es una diminuta muestra de todo lo que produce este lugar, todo acaba en una mochila negra en mí hombro y luego veo el reloj en mí muñeca, tres minutos y cuarenta y tres segundos antes de que lleguen, incluso tengo tiempo de armarles un regalo antes de irme a la camioneta de nuevo.

Arranco el motor silencioso y conduzco entre el polvo. A lo lejos veo por el espejo retrovisor como un enorme estallido ilumina el lugar donde estaba y el humo elevandose, señal de que alguien intento entrar al cuarto a revisar el dinero solo que no contaban con explosivos y algo de alambre de piano enganchados en la puerta, por la magnitud la explosión debió haber alcanzado los ingredientes para preparar la droga.

Dudo que haya sobrevivientes.

Cuando abro la puerta de nuestro galpón secreto veo al chico jugando a un lado de Micro, tiene la espalda contra la mesa y los pies por encima del respaldo de la silla, distraído con algo entre las manos. Apenas entrar lo veo levantar la cabeza hacia mí y sonríe, dejando el cubo mágico a un lado en la mesa y sacando las piernas del respaldo para poder levantarse.

  —¿Qué tal te fue?

Se acerca con una sonrisa en los labios, parece un chico emocionado por una sorpresa que está a punto de descubrir.

  —Hice volar todo el lugar —digo despeinandolo y avanzando hacia mí colega.

Oiga una risita mientras me sigue, claramente la respuesta lo dejo satisfecho. Apartó la silla donde estaba él antes y me pongo a un lado del hombre para ver la pantalla de la computadora.

  —¿Descubriste algo interesante?
  —Chico, ¿Por qué no juegas por allá con el cubo? —ofrece Liberman mirando a Daniel, se me hace raro pero no objeto nada, no suena bien.
  —Quiero decirte que ya lo vi mientras jugaba con el cubo, estaba espiando lo que hacías —dice encogiéndose de hombros.

Micro suspira.

  —Su padre le ha puesto un generoso pago al chico —explica abriendo una ventana y dejando la foto del joven junto con una cifra debajo— cincuenta mil dólares al que se lo lleve vivo.
  —Para ser sinceros esperaba un poco más de precio por mí, pero tampoco está mal.

Sus brazos cruzados y su tono relajado y bromista no concuerdan con la expresión que tenía hasta hace segundos cuando nos giramos a verlo. Esta vez suspira.

  —Aún más gente detrás de mí cabeza —dice en tono cansado, mirando la pantalla nuevamente— y cuando se enteré que los ataques son gracias a mí el precio va a ser más grande todavía y empeorará.

Volteo la cabeza hacia mí compañero unos segundos y luego veo al chico.

  —¿Por qué no vas a jugar por allá? Micro y yo tenemos que hablar.

El chico tuerce la boca y aprieta los labios, no parece de acuerdo con la idea pero suelta un bufido y toma el cubo marchandose de mala gana, escucho que se queja entre dientes sobre que lo tratamos como a un grano en el culo echándolo de aquí a allá. Espero a que se aleje unos cuantos metros.

  —¿Te quedarás con el chico?
  —No sabe cuidarse solo y además sus aportes son necesarios. Tiene que quedarse con nosotros.

Micro lo mira de reojo mientras él niño se aleja.

  —¿Cómo saber que no es un truco o algún tipo de engaño?
  —El chico es un mentiroso hábil, pero esto no es un engaño. Realmente está huyendo de su padre Micro, probablemente él mejor que nadie sepa en carne propia de lo que es capaz Solange.

Él se lo piensa un momento y suspira.

  —De genio-hacker a niñera, lo que me obligas a hacer Frank.

Ambos reímos levemente ante el comentario y después de unos segundos de silencio nos damos cuenta de que ninguno de los dos escucha al chico, ni sus pasos si quiera.

  —¿Daniel? —digo algo alto.

No hay respuesta alguna. Ambos nos levantamos en silencio, ninguna alarma sonó así que el chico debe estar haciendo alguna travesura.
No tardamos mucho en dar con el niño oculto casi trás uno de los pilares sentado cómodamente con las piernas cruzadas y su mochila entre las piernas totalmente dormido, la cabeza en su hombro y contra el cimiento. Debe estar agotado para dormirse así.

  —Le voy a traer una manta.

Mientras él se marcha yo cargo al chico despacio, le dará un buen calambre en el cuello si se duerme por algunas horas en es posición.
Cuando me agachó para levantarlo veo que tiene algo en las manos, oculto en el bolso, una serie de fotos pequeñas como las que hay en las cabinas de fotografías. El chico sale con un tipo más grande y fornido que él, sonríen en las fotos, hacen morisquetas, incluso se besan y abrazan, de seguro ese es el famoso Christian. Por un segundo recuerdo su molestia cuando noto que había tomado cosas de su mochila, de seguro esa foto era lo que le preocupaba perder así que la guardo y cierro todo antes de cargarlo hasta el sofá, dejo la mochila a un lado y lo veo mientras Micro le echa encima una sabana.

Son las seis menos diez de la mañana y aún hay demasiado por hacer, pero nada que le impida al mocoso descansar un poco.

Punishment & Revenge [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora