Tamborileé los dedos sobre mi pierna por debajo de la mesa para que Pierre no notara que solo aguardaba su reacción.
Masticó lento, como si estuviese en una muestra selecta de aperitivos.
—Tiene exceso de condimentos —sentenció por fin, limpiándose los labios con pequeños toques de la servilleta—. Si me preguntas, nada supera la sopa de cebolla que hiciste el otro día. ¡Exquisita!
Apreté los dientes.
—Esta es la primera vez que te cocino algo.
Pierre se atragantó, lo que desencadenó en un tosido mal disimulado.
—Los condimentos, querida, deben usarse con discreción. Un exceso, por ejemplo de azafrán, desmerita hasta al más notorio esfuerzo por impresionar.
—¿De verdad fingirás que nada sucedió? —pregunté con el corazón acelerado. Darle la cara a ese tipo de situaciones no era mi fuerte.
—La pregunta, Marion —contraatacó—, es ¿de verdad hablaremos de esto?
Toda la furia que se iba acumulando debajo de mi diafragma bulló, queriendo escapar. Sin embargo, me contuve porque, si la dejaba salir, no solo gritaría, también terminaría llorando por toda esa impotencia. Para distraerme, comí un bocado; no tenía tanto azafrán como Pierre decía.
—¿P-por qué no? Me parece un buen momento. La salida con tus padres se canceló y creo que tenemos bastante tiempo.
Pierre emitió ese sonido irritante que hacía cuando no sabía qué decir. Agudo, nasal y desafinado.
—Marion, la situación es que, ya sabes, mi familia no quiso desaprovechar la reservación, ¿sí? Y pues como es el cumpleaños de mi padrastro, mi mamá quiso que fuera un evento íntimo, ¿lo entiendes? —balbuceó sin mucha seguridad—. De hecho, ya casi me tengo que ir.
Creo que estaba tan acostumbrada a la decepción que no pude hacer más que suspirar.
—¡Clásico! ¡Solo viniste a coger! —recriminé, deteniendo la aglomeración densa en medio de mi garganta. Una mezcla de rencor, celos y náuseas—: Al menos hoy te quedaste a comer.
Por increíble que pudiera parecer, Pierre rio.
—¡Míranos, querida! Justo lo que temías —exclamó, enjugándose las lágrimas—: ¡Discutiendo como una pareja de casados!
A mi mente llegó aquel momento, un año atrás, cuando en nuestra tercera cita le dije que no quería ningún nivel de compromiso emocional.
—Si no mal recuerdo, dijiste que querías libertad, ¿no? —Se burló y, como le encantaba incordiar, no desaprovechó la oportunidad para sacar a colación—: Justo cuando terminaste conmigo.
Cerré los puños hasta que las uñas me lastimaron las palmas.
—Y cuando regresamos te pedí exclusividad.
—Sí, mira, podemos estar horas recordando lo que cada uno dijo, pero ya se me hizo tarde y todavía tengo que pasar por... —Se detuvo de súbito, carraspeó y corrigió—: Tengo que pasar a cambiarme de ropa.
Se levantó, se sacudió las migas de pan y se despidió con un encogimiento de hombros.
—¿Has pensado que esto no está funcionando? —Le dije al verlo tomar el pomo de la puerta.
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Bourbon Street
RomanceEn el corazón del Barrio Francés, Marion Delarosbil lucha cada día por dejar atrás todo de lo que un día huyó. Sin embargo, las cosas que se evaden vuelven en formas y situaciones inesperadas para recordarnos que los monstruos no se van si no se exo...