20.

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Tercer capítulo 🤗🙌

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Taemin despertó solo en la pequeña habitación del torreón y se sentó torpemente en la cama. Minho no había ido a verlo por la noche. Con el corazón encogido, y los músculos adoloridos por culpa del horrible colchón, se dio una rápida ducha y se puso ropa nueva. Era preciosa, pero el embarazo estaba tan avanzado que nada lo hacía sentir atractivo.
Fue a buscar a Minho, pero no estaba en su habitación, de modo que bajó al primer piso, sintiéndose perdido. Cuando por fin encontró el comedor, con una mesa larga y varios jarrones llenos de flores, Minho dejó el periódico y se levantó para recibirlo.
 
–Te eché de menos anoche –le dijo Taemin en voz baja.
 
–Lo siento, estuve ocupado –murmuró Choi, besándolo en la mejilla como si fuera un extraño.
 
–¿Has dormido bien, Taemin? –le preguntó Irene, tan sexy y chic con su perfecto traje de chaqueta negro, el pelo rubio sujeto en un moño–. Imagino que sí, por eso llegas tarde.
 
–Nadie me dijo a qué hora se servía el desayuno –protestó él.
 
–Te esperábamos hace una hora.
 
El anciano ni siquiera se molestó en mirar en su dirección mientras un empleado empujaba la silla de ruedas para salir del comedor.
 
–¿Por qué nadie me dijo a qué hora debía despertarme?
 
–El desayuno se sirve a las ocho –dijo la mujer con falsa dulzura–. El ama de llaves te avisó, como a todo el mundo.
 
–Nadie me avisó nada…
 
–No te preocupes –lo interrumpió Irene–. Eres un invitado, así que puedes saltarte las reglas de la casa, por muchos problemas que causes a todo el mundo.
 
–Pero no era mi intención… –Taemin se interrumpió cuando Minho le dio un beso en la frente–. ¿Vas a algún lugar?
 
–Al bufete del abogado –respondió–. Y luego al museo de Jeju, para discutir la posibilidad de donar algunos de los cuadros de AhIn.
 
–AhIn era un gran amante del arte –intervino Irene de nuevo, sus tacones de aguja repiqueteando sobre el suelo de mármol–. ¿Nos vamos?
 
Oh, no, no. Taemin miró de uno a otro.
 
–Iré con ustedes.
 
–Será muy aburrido.
 
–Da igual, quiero ir –insistió él, apretando su mano.
 
–Como quieras.
 
–De verdad no es necesario que vengas –dijo Irene, que parecía realmente molesta.
 
Y Taemin se alegraba. Seguramente había sido ella quien ordenó que le dieran la habitación del torreón. Y, desde luego, parecía su intención hacerlo quedar mal delante de todos, pero Lee no pensaba renunciar a Minho sin antes pelear. Por desgracia, tampoco Irene estaba dispuesta a hacerlo. Una hora después, mientras Minho y su padre hablaban con los abogados, los dos acompañantes esperaban en una elegante sala, en silencio. Sentado frente a la bellísima actriz, Taemin intentaba disimular su nerviosismo leyendo una revista.
 
–Qué encantador –dijo Irene entonces, mirando su anillo de compromiso.
 
–¿El anillo? Sí, me encanta. La proposición fue muy romántica.
 
Era una exageración, pero no pensaba admitirlo delante de la estrella de cine.
 
–¿No me digas? Sé que es muy habitual reciclar en nuestros días, pero esto es llevarlo demasiado lejos, ¿no te parece?
 
–¿A qué te refieres? –preguntó él.
 
–¿Es que no lo sabías? –la mujer esbozó una malévola sonrisa–. Es el anillo con el que Minho me propuso matrimonio hace años.
 
El corazón de Taemin se encogió dentro de su pecho.
 
–No puede ser. Tienes que estar equivocada. Lo eligió especialmente para mí.
 
–¿No te lo ha contado? Ah, que malo es –la sonrisa de Irene se había vuelto perversa–. Me lo pidió hace cinco años. Lamentablemente, había esperado demasiado y ya me había comprometido con su hermano, pero yo sé algo de diamantes y te aseguro que es el mismo anillo.
 
Taemin apretó los labios, sintiéndose traicionado. Pero no iba a demostrarlo, no quería que Irene viera que su comentario habían dado en la sortija.
 
–Aunque fuera el mismo anillo, la situación es completamente diferente. Yo nunca lo he traicionado.
 
–No, solo te has quedado embarazado.
 
–Mientras tú le diste esperanzas durante años y luego te casaste con su hermano.
 
Irene esbozó una irónica sonrisa.
 
–Pero ya no estoy casada. Ahora soy libre.
 
Él tragó saliva.
 
–Crees que puedes quitármelo.
 
La rubia inclinó a un lado la cabeza.
 
–Ah, veo que no eres tan tonto como pensaba.
 
Taemin se puso colorado.
 
–No mereces ser tú precisamente la esposa de Minho.
 
–Yo lo merezco más que tú.
 
–Yo lo quiero.
 
–Te creo –dijo Irene, fulminando con sus famosos ojos de color ámbar–. ¿Pero Minho te quiere a ti?
 
El rubor en las mejillas de Lee se intensificó. Porque esa era la verdad. Minho no lo quería. Nunca lo había querido. Esa era la verdad que había intentado negarse a sí mismo. Aunque una vez le había dicho que nunca lo querría, había soñado que eso cambiará con el tiempo.
 
–Me ha propuesto matrimonio…
 
–También me lo propuso a mí, con ese mismo anillo –lo interrumpió ella–. Es curioso que lo haya guardado durante todos estos años, ¿no te parece?
 
–Fue Minho quien insistió en que nos casaramos cuando descubrió que estaba embarazado.
 
–Y el descubrimiento debió hacerle muy feliz ya que no se molestó en comprar otro anillo –replicó la actriz–. El anillo es mío, como su amor. Siempre ha sido así.
 
Taemin no podía respirar. Su corazón parecía a punto de salirse de su pecho.
 
–Te equivocas…
 
–¿Tú crees? Minho y yo hemos nacido para estar juntos. Somos iguales en todo.
 
–Pero tú lo rechazaste –le recordó Taemin, con un nudo en la garganta.
 
–Tuve que ser implacable para conseguir lo que quería. Minho lo entenderá y respetará mejor que nadie porque somos iguales –Irene esbozó una sonrisa–. Me ha querido desde que éramos adolescentes. Está loco por mí y nuestro destino es estar juntos. Mi matrimonio con AhIn solo hizo que Minho me deseará más –añadió, mirando a Lee con desdén–. ¿De verdad crees que te elegiría a ti, ahora que soy libre?
 
No, no lo elegiría a él. Eso era lo que más le dolía.
 
–Hay dos formas de hacer esto –siguió ella–. O dejas a Minho con alguna excusa o tendrás que ver cómo te lo quito.
 
–No puedes hacerlo.
 
–Si lo quieres como dices, al menos déjalo pensando en ti con un poco de respeto.
 
El dolor era insoportable. Taemin sintió una patada del bebé, como si también su hijo estuviera furioso, y se llevó las manos al abdomen.
 
–Es el padre de mi hijo.
 
–Cuando nos hayamos casado yo le daré otro hijo y se olvidará del tuyo –afirmó Irene–. Minho es un hombre honorable y se encargará de que no les falte nada. No tendrás que volver a trabajar, así que puedes considerarte afortunado. Márchate, vuelve a Seúl o de donde seas, ve a buscar el amor que Minho nunca podrá darte.
 
Él estaba a punto de replicar cuando la puerta del despacho se abrió.
 
–Márchate cuanto antes y será mejor para todos. Especialmente para ti –susurró Irene, dándole una palmadita en el hombro.
 
Después se levantó con una radiante sonrisa en los labios para saludar a su suegro y a Minho, que empujaba la silla de ruedas de su padre.
 
–¿Han terminado? Porque nos esperan en el museo. A los hombres les gusta tanto hablar y hablar…
 
Taemin se levantó también. Nadie estaba prestando atención. Los tres hablaban en Inglés mientras salían del bufete, como si él no estuviera allí.
 
Una vez en la limusina Minho lo miró con curiosidad mientras se dirigían al museo, pero Taemin estaba perdido en sus pensamientos.
 
"Me ha querido desde que éramos adolescentes. Está loco por mí y nuestro destino es estar juntos".
 
Lee intentaba contener las lágrimas mientras miraba por la ventanilla. Había conocido a Choi un año antes y Minho nunca lo había amado.
 ¿Y qué tenían en común, cuando él apenas conocía el nombre de sus abuelos y Minho provenía de una familia aristocrática?

"Yo le daré otro hijo y se olvidará del tuyo".

Él sabía que Minho quería darle a su hijo una infancia mejor que la que había tenido. No se echaría atrás en su promesa de casarse con él. 

¿Pero debía dejar que cumpliera su palabra, atrapandolos a los dos para siempre en un matrimonio sin amor?

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Entramos a la recta final, un gran beso con mucho love 💕😉

Una noche de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora