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Después de esa semana, ella salía de la casa a las siete de la mañana, la encontraba en el camino a veces.

Pateaba con fuerza una piedra, que podría jurar que estaba atada a su pie. Caminábamos separados. Separados por una calle.

Ella jugaba a hacer ritmos. Tronaba los dedos mientras caminaba con un ritmo, a veces corría. No le importaba que la mirara, porque casi siempre lo hacía cuando yo me desviaba.

Seguía siendo aburrida.  

10:10 pm / a.iDonde viven las historias. Descúbrelo ahora