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Fue lo único que dijo, antes de pedirme una disculpa y recoger todos los papeles de la mesa con torpeza.

Salí de allí sin decir nada.

Ese mismo día, la vi salir a las ocho de la noche de su casa con un estuche de guitarra en su espalda.

Llevaba un beanie y una camisa de mangas largas y tenis gastados, al igual que sus pantalones de negros. Lo contrario de como vestía diariamente, solía verla con faldas floreadas no más arriba del final de sus rodillas, zapatillas sin tacón y playeras sencillas.

Ella miro a los costados antes de caminar a paso apretado, yendo a la dirección contraria de su casa.

10:10 pm / a.iDonde viven las historias. Descúbrelo ahora