Habían dejado de ser unos niños para ser adolescentes y estaban conscientes de que se encontraban enamorados el uno por el otro. Las tomadas de manos inocentes dejaron de serlo cuando se convirtieron en toques de más por sus hormonas en el aire... las sonrisas sinceras eran traviesas y los pensamientos eran muy subidos de tono. Sirius siempre fue al ritmo de Severus, porque lo respetaba y quería porque eran novios de manera estable, así que... hasta ese momento a sus trece años, ninguno de los dos había dado su primer beso, pero Black había aprendido a querer.
James se reía a carcajadas cada vez que Padfoot lo mencionaba, pero Remus se moría de ternura por ser tan responsable y amar demasiado a Snape como para ir a su tiempo, literalmente eran una pareja muy perfecta cuando se llegaba a conocer a ambos. Peter directamente no opinaba, pero creían que tanto como Sirius y Severus eran unos imbéciles, estaban en segundo año de Hogwarts, ya era hora de un pequeño beso al menos.
Hasta que llego el gran día, Sirius le daba pequeñas caricias en el rostro a Severus debajo de un árbol con el rostro de este observándolo directamente por que tenía su cabeza en sus piernas... Black no temió en agachar un poco su cara, estampando sus labios contra los del Slytherin. Al principio fue torpe y lento, pero luego se transformó en algo mágico... sabían que ambos eran los indicados el uno para el otro.
La magia aumento cuando se tocaron por primera vez cuando cumplieron dieciséis y tuvieron relaciones sexuales. Como si fuera el beso, fue torpe ya que ambos no sabían hacerlo, pero fue un momento único para ambos... porque se amaban, y dejaban que el misterio del amor los rodeada y acunara. Ni siquiera vieron cuando estaban graduándose de Hogwarts, decididos a casarse mientras James y Lily que ya eran novios, gritaban a los cuatro vientos que eran muy jóvenes como para tomar esa decisión tan apresurada.
Se amaban, no querían esperar para unirse de esa manera, fueron su primer beso, vez y pareja... ¿por qué no un matrimonio? no pensaban dejarse por nada del mundo. Así que en vez de fiesta de graduación tuvieron una boda, donde sus amigos lloraron hasta que se fueron a sus hogares, no podían creer que antes Severus y Sirius eran unos niños y ahora unos recién graduados además de casados.
Ninguno entendía el misterio de su amor, y tampoco ellos deseaban decirlo... eran su secreto que habían descubierto mediante los años que pasaron rápidamente como agua entre sus manos. Se amaban... ¿qué más importaba?
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