Parte 10

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En serio, no tengo forma de pedir disculpa por tardar tanto en actualizar

☆.☆.☆.☆

Nado con rapidez, fue a través del mar hasta llegar al muelle donde le había dicho. Bruno, ese era su único pensamiento, aquella persona dijo que lo conocía, que algo pasaba, que necesitaba su ayuda.

Bruno.

Fue más rápido que aquel hombre, ni en lo más mínimo. Cuando llegó al destino, todo estaba callado, oscuro, ni una luz. Leone salió a flote, vio a su alrededor y fue una red lo que encontró.

Sintió, como aquella ocasión, un objeto sobre de el, se asustó y agitó en el agua tratando de soltarse, tenía que liberarse y huir. Bruno no estaba ahí.

-No lo hagas tan difícil- oyó la voz ajena, el siguió luchando en contra, la red se adherida a su cuerpo, su aleta se enredó contra la malla y se pegaba más contra su rostro. Si antes podía estirar sus brazos, ahora ni siquiera pudo despegarlos de su pecho.

Ahí, sintió un golpe al cuerpo. El agua se siguió agitando, el ser marino intentó seguir luchando, hundirse bajo el agua pero una fuerza ajena empezó a tirar de él, recibió otro golpe a la espalda, fue en ese momento inevitable, que lloró.

Bruno, Bruno, ¿dónde estaba Bruno?

Fue en la única persona que pudo pensar, fue la única persona en que deseo que llegara a su ayuda, que le pudiese rescatar. Tonto, estúpido, un pensamiento en vano, que se desvaneció al sentir como le sacaron del agua.

Aquel hombre era fuerte, tiró de él una vez más, lo sacó del mar para dejarlo caer sobre la madera. Leone ya no podía hacer nada, seguirse agitando le quitaba fuerzas, le quita aire, le quitaba todo. Tan pronto se alejaba del agua, tenía el tiempo contado para volver al mar sino, se empezaba a debilitar.

Risotto aprecio el ser en el suelo, envuelto en sus redes, y preso del temor. Se acercó a él, tan pronto dejó de moverse y entre los huecos de la trampa podía verse esas brillantes escamas moradas, eran sin duda muy peculiares pero más aún, cuando vio sus ojos una vez mas, quedo enamorado de ellos. Hermosos ojos, que le hicieron pensar en el atardecer del mar.

-Sin duda, eres muy hermoso- dijo aquello que pensó, intento tocar su rostro pero Leone se agitó. Risotto retrocedió, y apenas tomo una soga para amarrar esa aleta contra la red, ni en lo más mínimo se quiso arriesgar. Aprovecho el tiempo, hizo su labor con rapidez y rudeza, escapando de la gente, hacia un lugar donde le pudiera solo el apreciar con total privacidad.

-¡LEONE!- intentó pegar el grito tan pronto despertó. No supo porque, pero estaba en una habitación, con manos atadas y una mordaza que le impedía gritar con claridad.
Bruno tan pronto había despertado, intento liberarse, agitar sus manos tras su espalda y tallar su cara contra la cama para quitar esa prenda que le tapaba boca.

¿Qué rayos había pasado? ¿Dónde estaba Risotto? ¿Estaría bien Leone?

Los habían descubierto. Sin duda no podía dejar de pensar en eso, cuando creyó que nadie les encontraría, cuando pensó que su secreto estaba oculto a todos, se equivocó. Pero no podía lamentarse, tenía que salir de ahí.

Con fuerza y dolor, paso sus manos tras su espalda, bajo sus caderas para poder pasarlas frente a su cuerpo. Dolió, sin duda, pero no podía permitirse quejarse. Intento con el dorso de sus manos quitar el pañuelo y con uso de sus dientes, intento morder la prenda que lo ataba.

-¡Risotto!- grito, a la vez que intentaba liberarse, poniéndose de pie para caminar contra la puerta -¡Risotto, no hagas nada!-alzaba su voz, logrando soltar sus manos rápidamente y golpeó la puerta. Estaba cerrada.

-¡Risotto! ¡Por favor!- grito con miedo y tristeza, busco la ventana y pasaba lo mismo. Cerrada -¡Risotto, ábreme! ¡Sácame de aquí!- alzaba la voz, sintiendo los ojos en lágrimas y golpeaba una vez más la puerta sin éxito. Nadie respondía y un nudo se formaba en su garganta, parecía, sentía que perdía la voz.

-¡Risotto por favor!- grito una vez más, intentando reaccionar. Actuar con claridad. Vio a su alrededor, miro lo que había en el interior y solo pensó en usar un mueble contra la ventana.

Rompió los vidrios, golpeó una vez más con fuerza para romper el marco de madera. Cubrió con prendas la orilla del marco roto y aunque terminó cortando una de sus manos, al apoyarse contra la ventana rota, brinco al exterior para caer de golpe contra el suelo  y con trabajo correr con una torpe fuerza y todas sus energías hacia la laguna.

-¡Leone!- grito, no importo que le escuchara otra gente, a quien se atraviese aventurar en esa parte de la flora -¡Leone!- grito alzo su voz, aunque perdiese el aliento, y entre plantas y árboles, logró llegar exhausto hasta la laguna. No había nada.

-¿Leone?- hablo, todo estaba callado -¿¡Leone?!- grito Bruno agitado, cansado, sin fuerzas pero aún así, saltó al agua para nadar. En la laguna no había nadie, no había nada más que una escama flotando. Era la pulsera que se había hecho Bruno, con el regalo de Leone.

-No- apenas pudo hablar, nervioso, asustado, preocupado. Sintió el pecho helar, con una punzada al corazón. Ni siquiera logró pensar más que en lo peor, recordó aquel pez espada que Risotto había atrapado. ¿Qué podría hacer con un pez, si no lo iba a vender?

-No, no, no- repitió, intentando salir del agua a paso torpe. En un segundo, sintió un nudo en el estómago y ganas de vomitar, tan pronto se arrodilló sobre la tierna -Leone- fue lo único que brotaba de sus labios, el decir su nombre, el pensar en el.

Tenía que buscar ayuda… no. Si el iba en busca de ayuda, ¿qué les diría? ¿Qué Risotto había atrapado un pez? ¿Qué clase? ¿Por qué querría detenerlo si ese es el trabajo de un pescador, atrapar peces?

Apenas pudo pensar en algo que hacer, agitó su cabeza al no lograr conectar ni una idea. El muelle, su padre, fue la única persona en la que podría confiar, la única que podría guardar su secreto, apoyarlo y entenderlo. Así que corrió a su ayuda.

El pescador a paso lento y cauteloso, llevó la carga al interior de una de las pequeñas casas a orilla del muelle. La más descuidada, la más olvidada, la que no tuviese dueño y que nadie se atrevería a explorar.

Entro y lleno una tina con agua de mar. No sabía aún mucho de aquel  ser, algo que le pudiese decir como cuidarlo fuera del mar. Pero para eso estaba el, para averiguar, experimentar.

Sonrió de alivio, tan pronto metió al enorme ser marino al agua, sin duda estaba de más decir que no había logrado entrar en ella, parte de su cola sobresalía y no olvidar de ver su torso, desde el pecho hasta sus brazos.  No quito la red de su presa, más corto parte de  ella para soltarle y con rudeza, en silencio, se atrevió a atar sus muñecas pensando que quizás eso le serviría de algo.

-Vas a estar bien- sonrió el adulto, el ser marino estaba callado. Pero la mirada en su rostro, el semblante de Leone, estaba totalmente asustado, preocupado.

-Bruno- susurro, llamando la atención del hombre quien apenas se encogió de hombros. La conexión en la pareja, era muy fuerte.

-Tranquilo- hablo Risotto, inclinándose un poco hacia el, acaricio su cabello, toco su mejilla. Aprecio cada tacto en su mano contra el -Bruno esta bien, no le pasó nada- le dijo aquel hombre, viendo a Leone directo a los ojos pero el ser marino bajo la mirada. Risotto aún así no perdió el tiempo, saco el cuchillo, tomo la mano atada y paso la hoja sobre de él.

Leone quiso reaccionar pero aunque se agitase, aquel hombre presionó la hoja contra la palma de su mano y cortó parte de la piel, levantó las escamas, aunque se mancharon de sangre, brillaban.

El pescador solo sonrió, no curo la herida, pensó en algo mejor. Tenia que volver a casa, por más herramienta.
El menor, con aliento agitado, se detuvo al pie de la puerta y apenas intentó recuperar el aire, abrió la puerta y entro. Era ahora o nunca.

-Padre-

Sea (AbbacchioxBruno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora