Parte 11

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No tengo perdón por tardar tanto.
Lo siento.

Recomiendo leer el capitulo anterior aunque sea lo último, creo. Como una recomendación.

☆.☆.☆.☆
Cruzo la puerta, entro al interior, más no había nadie. Todas las luces dentro del lugar estaban apagadas, y aunque corrió adentro de su propio hogar, parecía que el destino, la vida, algo, lo que sea, conspiraban en su contra.

Bruno Bucciarati hundió en desesperación, no sabía que más hacer, las ideas no llegaban, sus pensamientos iban y venían mientras el se debatía contra las lágrimas.
Maldita sea Bruno, no pudiste bien guardar el secreto.
Sentía dolor en el pecho, falta de aire y quizás algo peor en su interior. Golpeo la primer pared que cruzo en su camino, tenía que pensar en algo, en hacer algo, no podía estar sin hacer nada.

Tallo su rostro con la mano manchada, sintió apenas el dolor en ella, que evitó derramar alguna lágrima más y solo corrió de vuelta a casa de Risotto. Tenia que encontrarlo, y vaya que está vez el destino tuvo piedad de él. En la distancia, con cautela y sigilo Bruno pudo ver al hombre alto, que se envolvía en una capucha para caminar posiblemente a casa.

-Leone, voy por ti- susurro más para si mismo, que para cualquier otra persona. Intento tomar un atajo entre la fauna y corío como si fuera para salvar su vida. Evito que le viera o pensara que fuera un posible animal. Tan pronto miro la casa, una vez más brinco por aquella ventana rota para luego tapar con ella torpemente con prendas, sábanas, lo que fuese el vidrio roto.

El mayor abrió la puerta, camino a paso lento al interior mientras el infante evitaba hacer el mayor ruido o desorden posible, eso hasta que oyó los pasos al interior del hogar.

-¡Risotto!- grito el pelinegro, se acercó a la puerta que aún tenía llave y la golpeó. -¡Risotto ábreme!- ordenó, fingiendo estar preso en la casa, y que el sudor y cansancio que tenía, era por intentar huir.
-¡Risotto ábreme por favor!- peleo de nuevo, golpeando la puerta. Sin duda el escándalo hizo efecto en el mayor, quien antes de poder dirigirse a su destino, fue hasta la puerta.

-Joven Bucciarati- hablo a la puerta, el pelinegro callo -No grite por favor, se hará daño- dijo el mayor en un tono tranquilo, recibiendo a cambio otro azote a la madera.
-¡Risotto déjame salir!- reclamo el joven, quien giró la perilla en vano, y pegó su frente a la puerta  -Risotto por favor… no lo lastimes-suplico.

Hubo una pauta de silencio, mientras Bruno al interior tomaba aire, pensaba en un plan, convencer a Risotto de que no hiciera nada malo. El alto solo abrió con llave la puerta, para lentamente abrir la habitación, Bruno apenas pudo reaccionar, intentó correr al exterior pero sin duda fracasó al sentir como entre brazos le tomo.

-¡No!- reclamo -¡Risotto suéltame! ¡Déjame ir alzo la voz, intentando golpear sin éxito alguno.
-¡Risotto!-
-¡Basta!- interrumpió -¡Joven Bucciarati!- peleo contra el menor, evitando soltarle
-No… yo… ¡Déjame!-
-¡Bruno basta!- alzo la voz fríamente, dejando al chico paralizado. Jamás había oído un tono como esa ocasión, fue una voz fría, fuerte y cruel.

Risotto giro al menor para verlo directo al rostro, le tomo entre sus manos y le vio justo a los ojos.
-Bruno- murmuró, viendo esos ojos azules -Bruno, éste no eres tu- hablo, tocando sus mejillas, sin dejar de verle fijamente. El pelinegro quedó callado.

-Bruno, esa cosa… te tiene hechizado- dijo el hombre, a quien le respondió con un gesto de negación -Mírame Bruno, reacciona… ¡Tu no eres así!- repitió, haciendo que el menor cerrara los ojos pero Risotto agito sutilmente su rostro para hacer que le viera de nuevo.

-¡Bruno las sirenas y tritones son peligrosas!-
-¡No!- respondió el menor -¡Eso no es cierto!-
-Bruno- habló Risotto una vez más, negándose a soltar al chico -Bruno, voy a salvarte, una vez que rompa ese hechizo, vas a estar bien-
-¡No Risotto!- reacciono Bruno, alejándose de él, tras un azote a sus manos para soltarse. Corrió por la casa, directo a la cocina para apenas tomar el primer utensilio afilado que miro.

-Bruno…-
-¡No Risotto!- repitió de nuevo -Leone no es malo, ¡Leone es mi amigo!-
-Bruno escucha lo que estás diciendo… mira como estas- hablo el mayor, extendiendo sus manos hacia el. Pero el menor reacciono alzando un cuchillo frente a Risotto -Así no eres tu-
-¿Dónde está?- pregunto Bruno, ignorando sus palabras, intentando no ser dominado por el miedo -¡Risotto, dime donde está!- alzo la voz.
-Bucciarati-
-¡Dímelo!-
-Somos pescadores Bruno, a esto nos dedicamos-
-¡Cállate!- interrumpió de nuevo el pelinegro -No voy a dejar que lo lastimes, Leone es mi amigo ¡Y no voy a dejar que lo lastimes!-  repitió Bruno, sintiendo que su cuerpo se movió por inercia, sin pensarlo, y aunque torpemente lo hizo, intento atacar al mayor. A cambio, apenas pudo rasguñar el brazo, con el cual Risotto le tomo por la espalda, enredo su antebrazo por el cuello y aunque hizo perder al menor el cuchillo, el intento patalear para soltarse.

-Ri… no- trato de hablar pero empezó a sentir que faltaba el aire. El apretón a su cuello, le cortaba la respiración y poco a poco su fuerza huyó de el.

-Shh- susurro Risotto, jamás soltando al menor de la llave. Apretó con cautela, fuerza y precisión. Bruno no pudo arañar, ni pelear contra el brazo que apretaba su cuello, le faltaba más y más el aire.

-No… Nero-

-Shh- fue lo único que pudo salir de sus boca, se mordió los labios y evito que una inquietud de miedo y remordimiento le dominarán. Sabia que justo ahora lo lastimaba, justo en esos momentos le hacía daño, y más aún, dañaba la relación con las únicas personas que le trataron bien. Como una persona normal, ellos eran sus amigos, casi una familia.

-Nero- soltó Bruno un último susurro, dejando de poner más resistencia. Sus brazos dejó caer, cerró los ojos y perdió la fuerza y balance de su cuerpo. Se desmayó.
Risotto trago saliva, apenas respiro profundo para soltar poco a poco al joven de aquella llave y sutilmente tomarlo entre sus brazos. No puso de nuevo una sola resistencia, lo cargo y lo llevo de nuevo a la habitación, apenas lo había acostado se dio cuenta de las manchas que tenía en sus manos. El infante se había cortado.
Aún así, Nero solo evitó dejarse invadir de nuevo por sentimientos, tenía un nudo en la garganta, un dolor en el pecho y sus ojos querían llorar. No debía.

-Es por su bien, joven Bucciarati- hablo el mayor, tomando el tiempo de limpiar aquella herida y vendar su mano.

Antes de marchar por su herramienta, peinó el cabello del menor, para poner un beso a su frente, y partir a su bodega por la herramienta que necesitaba.

-Voy a salvarlo- hablo a la puerta de su casa, tomo las cosas y de nuevo partió. Para poder diseccionar un animal, un ser marino en este caso, tenía mucho labor por realizar.

Bruno despertó, lo siguió.

☆.☆.☆.☆

Más aún, perdón por tan poco

Alfa abba

Sea (AbbacchioxBruno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora