Capitulo 3

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-¿Mejor?

Abrí los ojos sobresaltado, estaba al lado de él, sentía sus cálidas manos alrededor de mi cuerpo. Estaba desorientado. No entendía nada.

-Contesta

-Sí

-¿Tienes frío?

-Mucho

Y la temperatura corporal de él aumentó un poco, yo estaba inconscientemente abrazandolo a él, con mi rostro en su pecho, en el cual... No había corazón alguno.

-¿Qué me pasa?

-Perdida de sangre.

-¿Y cómo es que no he muerto?

-¿Por qué crees que gente a la que una bomba ha partido por la mitad a sobrevivido? Porque no me la he llevado.

-Necesitas almas... ¿Entonces porque no?

-Tenía mejores cosas que hacer o..- Carraspeó- Allá arriba no me dejaron

Lo entendí al instante, cerré los ojos, me sentía débil y mareado. ¿Cuanto de sangre habré perdido?

-Un treinta por ciento -Contestó a mi pregunta retórica.

-Dios mío...

Y ahí armé la guerra, se separó bruscamente de mi y sus ojos rojos brillaron con rabia, se hicieron intensos, hasta el punto de hacerse un rojo chillón. Retrocedí.

-Lo siento

-Te dije que no lo mencionaras nunca- Dijo intentando calmarse... ¿Pero qué puedo decir? Es muy impulsivo.

-Lo sé, es palabrería, es mi costumbre, lo siento- Bajé la mirada... No quería que me hiciese daño

Se levantó repentinamente y la habitación empezó a arder como la vez en la que se manifestó por primera vez. Ahora si había metido la pata hasta el fondo, no podía ni moverme... A penas podía mirarlo.

Estaba mirando hacia la pared con las manos en la cabeza, estaba totalmente descontrolado. Luego el fuego se apagó y el se giró con una sonrisa, sabía que estaba aguantando.

-Ahora quiero que vayas y mates a alguien.

-Está bien.

-Maestro- Me corrigió

-Está bien... Maestro- Dije en voz baja

Me levanté temblando, seguía estando débil.

-Espera

Colocó su mano en mi brazo y cerró los ojos, y lo sentí... Sangre, ¿Me estaba curando?

-Sí- Contestó a la pregunta que hice en mi cabeza.

Me sentía, de pronto, con más energía y mejor, miré sus ojos, rojos... Totalmente rojos.

-Si pudieses ver los tuyos ahora- Sonrió

Mi vista fue al espejo, y estaban rojos, gemí... ¿Cómo era posible?

-Cuando tu familia te ve, son normales, no te preocupes
-¿A quién tendré que matar ahora?
-Adivina- Sonrió

La puerta se abrió por si sola y pasó Maritta, la ama de llaves. Mi segunda madre.

-Oh no...- Dije.

-Oh sí- Sonrió y se acercó- Quiero que la mates de la forma más cruel y dolorosa que pueda existir, pero primero- Chasqueó los dedos y la puerta se cerró con seguro- Voy a enseñarte otra cosa.

Y la habitación empezó a arder, como la primera vez que lo vi. Procedió a sentarse con el paso ligero y elegante, cruzó sus manos en el aire y me miró con una sonrisa en sus labios.

D E M O N I ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora