Capítulo 4

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Esto era imposible. La puerta nunca estaba abierta el tiempo suficiente como para poder escapar por ahí, y aunque lo estuviera, ese gigante llamado David no se movía de ahí, ya fuera de día o de noche. La ventana estaba completamente descartada. No solo por la altura, sino porque los guardias de abajo no dejaban pasar el tiempo suficiente entre sus pasadas como para que pudiera conseguir algo. Si hiciera la gilipollez de las películas de atar las sábanas entre sí para bajar por ellas hasta el suelo, no solo me rompería algo con toda seguridad en el intento, sino que no pasarían más que unos pocos segundos hasta que los de abajo me vieran. Me había pasado dos días observando posibles vías de escape y, básicamente, habían sido dos días tirados a la basura. 

Oí el ya conocido sonido de la llave en la cerradura. Me levanté extrañada, ya que era temprano para que Christine trajera el almuerzo. Cuando su pequeño cuerpo entró por la puerta con las manos y brazos llenos de bolsas, me acerqué a ella para poderla ayudar. Ya ni intentaba asomarme por la puerta para ver algo de lo que había fuera de esta habitación como había hecho los dos días pasados, ya que todas y cada una de las veces solo me encontré con el enorme pecho de David ante mis ojos. Llevé las bolsas hasta la cama y las dejé. Una de ellas se cayó y pantalones y camisetas salieron de ella. 

-¿Qué es todo esto?

-Ropa, Luna Dana-puse los ojos en blanco al oír su respuesta. 

-Hasta ahí llegaba yo solita. Me refiero a por qué la traes aquí. 

-Porque es para usted, Luna Dana. El Alpha Derek la ordenó comprar para usted. 

-¿Cuántas veces te tengo que pedir que no me trates de usted, Christine?-comenté mientras sacaba un par de prendas de otra de las bolsas. 

-Lo siento, Luna Dana. Es la costumbre-le sonreí en respuesta. Esta chica era completamente encantadora. 

-Dos preguntas, Christine. Primero, ¿por qué Derek ha ordenado comprarme toda esta ropa?. Y, segundo, ¿dónde coño está ese imbécil?-Christine se encogió ante mi forma de referirme a su Alpha. Lo sentía por ella, porque se notaba que le tenía un cariño verdadero a Derek. Pero me daba igual. Llevaba dos días encerrada en esta habitación de mierda, llena de sus cosas y de su olor, y él ni se había dignado a aparecer por la habitación para decirme "hola, ¿qué pasa?", aunque fuera. 

-El Alpha Derek está ayudando a reconstruir algunas casas de los límites de nuestro territorio que han sido afectadas por la última lucha. Y pidió que te compráramos ropa porque su Mate y Luna no puede ir con ropa prestada por otras lobas. 

-Yo ya tengo ropa, Christine. Está en mi piso. Ese al que no he podido volver porque Derek me secuestró y encerró en esta habitación, ¿recuerdas?

-Ya no necesitas nada de tu vida pasada, Luna Dana. Ahora has encontrado a tu Mate, y tienes una manada. Todo lo que puedas necesitar, nosotros te lo daremos-genial. Me habían metido en una secta. 

-Todo menos mi libertad-dije volviéndome hacia ella. Christine bajó los ojos avergonzada. Sé que no era su culpa lo que estaba pasando, pero mi paciencia se estaba acabando y, a estas alturas, apenas podía controlar mi mal genio. Suspiré, sintiéndome mal por mi comportamiento hacia la pobre chiquilla-. Lo siento, Christine. Sé que no es culpa tuya. Pero esta situación me está llevando a mi límite. 

-Lo comprendo, Luna Dana. Pero estoy segura de que el Alpha Derek no tardará en venir a verla. Esta mañana temprano mandó un mensaje diciendo que volvería antes de mediodía. 

-Qué emoción-dije entre dientes mientras miraba una camiseta de tirantas medio transparente y con agujeros en los laterales. ¿Alguien había pagado dinero por esta cosa?

-Tengo que volver para continuar con mis quehareces, Luna Dana. En un rato te traeré el almuerzo. 

-Muy bien, Christine. Gracias-respondí sin echar mucha cuenta a la adolescente mientras salía con rapidez por la puerta. Me acerqué al ventanal, curiosa por el ruido que entraba desde ella. Parecía una ovación. Me asomé todo lo que pude, y solo vi un grupo muy unido de personas entrando en el claro del bosque que se abría para dar paso a la mansión donde yo me encontraba, pero no podía discernir quiénes eran. Principalmente porque no había visto a ninguno de ellos en mi vida. Me separé de la ventana y me acerqué hasta la pared donde apoyé la cabeza. Y donde después me di un ligero golpe en la frente. Quiero salir ya de aquí. Quiero volver a mi casa, coger lo justo y necesario que hubiera dejado allí y largarme lejos de este lugar llenos de locos psicóticos. ¿Tan difícil es encontrar un lugar donde viva gente normal?. De pronto el ruido de un portazo en la habitación me hizo dar un respingo y girarme al instante. 

-Hola, Dana-ahí estaba el imbécil, tan atractivo y asquerosamente imponente como la última vez que lo vi, antes de que me secuestrara. 

Mi Mate. Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora