Capítulo 47

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/Narra Derek/

Paré un flojo golpe de uno de los lobos y arremetí contra él, lanzándolo a dos metros de distancia. No fui consciente de lo que había hecho hasta que no escuché el duro golpe que dio contra el suelo. Enfoqué los ojos hacia la zona y me di cuenta de lo que había hecho. Mierda. Era evidente que no podía ayudar a entrenar a los lobos si no podía concentrarme en ello. Lo ayudé a levantarse y después me despedí con la mano de todos. Entré en la casa y subí directamente a la tercera planta. No había que ser un genio para darse cuenta de que no era el mejor día para estar cerca de otras personas. 

En origen me iba a dirigir hacia mi habitación, pero al pasar frente a la puerta del cuarto de Dana, me paré en seco. Sabía que ella aún no había vuelto de disparar, porque la habría visto, pero no pude contenerme. Abrí la puerta y entré en su habitación. Su dulce olor a melocotones estaba en todo el ambiente. Eso me relajó mucho más de lo que pensé que haría, pero me venía bien. Me puse a repasar lo que había pasado esta mañana. 

A excepción de lo humillante que había sido mi caída cuando ella me sorprendió, nuestro encuentro en mitad de la madrugada me había gustado mucho. Había visto una faceta maternal en ella que me resultaba extremadamente tierna y llamativa. El modo en el que quería proteger a Theo, un chico que había conocido hacía unos pocos días, dejaba entrever que cuando tuviera sus propios hijos sería una madre formidable. Pero todo comenzó a torcerse cuando bajé hasta la planta baja por la mañana. Desde uno de los salones podía percibir un olor ferroso y desagradable que siempre ligaba con los Cazadores. Armas de fuego. Me habían disparado en mi vida más veces de las que podía contar. Nunca jamás me habían hecho gracia las mierdas esas y mucho menos que estuvieran en mi casa, donde ahora, además, había niños. Me estaba preparando mentalmente para echar un buen rapapolvo a quien fuera, pero cuánta fue mi sorpresa cuando al doblar la esquina, la persona a la que vi con las armas no era otra que Dana. 

Durante unos pocos instantes me quedé paralizado, pero después toda la ira surgió de mí. No controlé mi lengua, y en vez de esperar a que ella me explicara qué cojones hacía mi mesa llena de pistolas y escopetas, simplemente le ordené que se deshiciera de ellas. No pensaba permitir que esas cosas entraran en mi territorio y menos que estuvieran al alcance de cualquiera. Aunque no teníamos muchos niños en la manada, sí que había algunos adolescentes, y con las hormonas revolucionadas eran bastante imprevisibles. Podían considerar divertido coger un arma y disparar, a pesar de la baja probabilidad debido al odio innato que todos los hombres lobos teníamos hacía las armas de fuego. Y si eso pasaba, también podía ocurrir un accidente. Que nos curáramos rápido no significaba que una herida de bala no doliera como el demonio o que no pudieran matarnos. Tal vez, si me demostrara que podía ser responsable con respecto a ellas, le habría permitido tener una, pero con la forma en la que me había contestado y rebelado contra mí, contra su Mate, ya tenía decidido denegárselo a como diera lugar. 

Pero, entonces, recordé el momento exacto en el que ella tomó nota de mi actitud y decidió darme por todos lados con sus argumentos. Joder, Derek, ella solo se quiere sentir segura por sí misma. No quiere depender de que haya un Silvermoon cerca si alguna vez la llega a atacar algún Medianoche estando sola. Ella solo quiere saber defenderse, y al no ser una loba, solo había visto la salida en un arma de fuego. Pero eso no pensaba aceptarlo, así que sería ella la que tendría que dar su brazo a torcer. Buscaría un modo de enseñarle a defenderse de nosotros. Los hombres lobos teníamos puntos débiles, como cualquier otro ser. Encontrar esa salida tan sencilla a este problema me ayudó a apaciguarme. La verdad es que ahora que estaba más tranquilo, no le veía fallos a su lógica. Solo había fallos en su solución. Pero ahora que tenía eso claro, podría ayudarla a sentirse segura entre nosotros. No volvería a hacerla sentir indefensa y a comportarme como un imbécil de este modo. Imbécil, estúpido y gilipollas. 

-"Vaya... Hasta que por fin lo aceptas"-escuché en el interior de mi cabeza una voz ronca que hacía bastante tiempo que no aparecía. 

-¿Alpha?

-"Pues claro que soy yo. ¿Quién iba a ser si no? ¿Pepito Grillo?"

-No me toques los cojones, Alpha-le contesté mientras apretaba los dientes. 

-"Yo no le toco los cojones a nadie. Esa es tu especialidad, no la mía."

-¿Qué quieres?-mi Alpha y yo nunca nos habíamos encontrado en mucha sintonía, así que no solíamos hablar con asiduidad. 

-"Bueno, al ver todos los insultos que te estabas dedicando a ti mismo, he decidido que era el momento de hacer mi aparición estelar para decirte algo."

-¿El qué?-intenté controlar mi tono de voz y no perder la poca paciencia que me quedaba. 

-"Dana no es una loba."

-¡Eso lo sé perfectamente!

-"Pues nadie lo diría. Le ordenas como si fuera tu inferior dentro de la manada, cosa que sería si tu Mate fuera una loba. Pero no lo es. Es una humana. Una mujer que se ha hecho a sí misma superando un pasado de mierda. No va a hincar la rodilla nunca ante ti, ni ante nadie. Dana es tu igual. Puede que sea más débil a nivel físico, pero en el nivel mental te supera sobremanera. Nosotros nos complementamos bien con ella. Y yo quiero caerle bien, pero tú, con tu actitud de subnormal, me lo pones jodidamente difícil. Así que hazme el favor de superar tus traumas de lobo, y acepta que tu Mate es una humana a la que no puedes conquistar solo por el hecho de que seáis una pareja predestinada. Haz algo por caerle bien, al menos. Capullo."

-Me estoy esforzando para que no se sienta una extraña en nuestro mundo, ¿vale? Yo solo quiero que esté segura y...-me quedé callado cuando noté como una pequeña desconexión en mi interior. ¿El Alpha acababa de colgarme en mitad de una discusión?-. ¿Solo has venido para echarme la bronca y no darme ni la oportunidad de defenderme?-el silencio sepulcral le siguió a esa pregunta, así que diría que la respuesta era un sí rotundo. Solté un suspiro. Aunque me jodiera la forma en la que me había hablado mi Alpha, no podía negar que tenía razón. La veía tan integrada en la manada que en muchas ocasiones me olvidaba de que ella era humana, no una loba. Tendría que cambiar el chip, y aceptar que mi relación con mi Mate no sería como las demás a las que estaba acostumbrado a ver. Salí de la habitación y bajé a la planta baja, con la intención de buscarla. 

-Dave, ¿has visto a Dana?-pregunté al primero que me encontré, el cual estaba cortando algunos troncos frente al porche. 

-Sí. Hace un rato vino con Scott a decirle a Stiles que necesitaban que los acompañara. No sé donde han ido, pero no creo que vayan a tardar mucho-yo asentí, alejándome de él. Decidí concentrarme en la construcción de las casas y estar relajado hasta que ella volviera. Entonces, tendríamos una conversación civilizada y volveríamos a estar como esta madrugada. Pero el tiempo fue pasando, y mi tranquilidad interior se fue yendo a la mierda poco a poco. Una hora. Dos horas. Tres horas. Cuando había pasado la cuarta, me fui a un gran árbol cercano y comencé a darle puñetazos. 

No había dado ni una docena de golpes cuando un conocido aroma a melocotones me llegó. Me relajé y miré en la dirección en la que venían Dana con Scott y Stiles junto a ella. Estaban riendo tranquilamente. Parece que solo habían dado un paseo, en plan colegas. Me acerqué a ellos, dándome cuenta del momento exacto en el que Dana fue consciente de que me dirigía hacia ella. Pero en contra de lo que pensé, en ningún momento se tensó, solo me ignoró y continuó caminando en dirección a la casa. Yo aligeré el paso y la agarré por la muñeca suavemente para detenerla. Abrí la boca con la intención de hablar las cosas como lo que éramos, una pareja adulta. Pero un aroma de lobo llegó hasta mis fosas nasales. Lo aspiré, esperando poder reconocer el olor, pero no. Entonces fue cuando me di cuenta de que el aroma solo estaba impregnado en Dana. Ni en Stiles, ni en Scott. 

-¿De quien cojones es ese olor?-no me sorprendí cuando mi visión se volvió un poco roja en los bordes, señal inequívoca de que este tema también le interesaba mucho al Alpha. 

Mi Mate. Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora