Capítulo 5

12.6K 763 39
                                    

-Hola, Dana-ahí estaba el imbécil, tan atractivo y asquerosamente imponente como la última vez que lo vi, antes de que me secuestrara. 

-Hola, Derek-mi primera intención había sido insultarlo, pero a lo mejor esa no hubiera sido la mejor decisión de mi vida, ya que me tenía encerrada en una casa llena de gente que al parecer creía que eran lobos, al igual que él. Así que al final fui más educada de lo que me habría gustado. 

-Veo que Christine ya te ha traído toda la ropa. ¿La has podido revisar?-estaba siendo muy amable, teniendo en cuenta la incómoda situación en la que ambos estábamos inmersos. 

-No. Ni lo haré-noté como apretaba las manos en puños. Parece que no le hacía mucha gracia que alguien le negara algo. Sonreí sardónicamente. Pues conmigo había encontrado la piedra de su zapato. 

-¿Por qué no?-dijo con los dientes apretados. Como siguiera así, se haría polvo la mandíbula. Porque yo podía ser muy cabezota y exasperante cuando me daba la gana. 

-Eres el tío que me asaltó en mitad de la cale, que me hizo la llave del sueño, me secuestró y me ha mantenido encerrada durante  casi tres días. ¿De verda crees que quiero algo que provenga de ti?

-Eres mi Mate. No te queda más remedio que aceptar todo de mí. 

-Ni en tus sueños, cariño. Déjame salir de aquí. 

-No. Es peligroso. Estamos en guerra. 

-Corrección. Tú estás en guerra. Yo no tengo nada que ver contigo ni con nada de esto-él me lanzó una sonrisa de lado que me dejó casi sin aliento. Es el "casi" lo importante de esa frase. 

-Tu ignorancia sobre el mundo de los lobos es increíble. Creí que te habrías interesado y preguntado a Christine, pero ya veo que sigues pensando como una humana. 

-Porque soy una humana, idiota. Al igual que tú-remarqué. 

-Yo tengo de humano lo mismo que tú de hombre, Dana. Y, para tu información, en cuanto los Mates se encuentran, comienzan a oler como su pareja. Sus olores se combinan, para de ese modo, dejarle claro a los demás lobos que ya no son libres. Y si mis enemigos te huelen te cogerán, solo para llegar hasta mí. 

-Yo no huelo a ti-respondí, aunque con incertidumbre en la voz. Decía las cosas con tanta convicción que me hacía llegar a dudar de lo que yo sabía que era verdad. 

-Sí que lo haces, Dana. Ta lo creo que lo haces. Estás marcada como mía. Solo mía-mientras decía eso se había ido acercando a mí, dando un paso con cada palabra, hasta que acabó a unos pocos centímetros de mí. Cuando llegó a mi altura, comenzó a jadear, como si hubiera terminado de correr un maratón, y me sorprendí a mí misma haciendo exactamente lo mismo. No me gustaba esta extraña conexión que parecía que teníamos, así que reaccioné de la única forma que se me ocurrió para pararlo. Le dí una bofetada. 

Su cabeza se giró con el golpe, y supe, más que verlo, que estaba apretando los puños, supongo que para evitar responder con otra de su propia cosecha. Pero la verdad es que prefería que lo hiciera. Así podría desahogarse pegándole hasta quedarme sin fuerzas. Pero su reacción no fue la que esperaba. Me agarró por la nuca y me besó. Al momento, un gemido surgió de mi garganta. Un deseo puro fue inyectado en mis venas, obligándome a enredar mis manos en su pelo y tirándole hacia mí para poder hacer el beso más profundo. Abrí mi boca y él aprovechó para meter su lengua profundamente, peleándose con la mía por ser la que dominara el beso. 

Sus manos bajaron hasta mi cintura y me la rodeó estrechamente, apretándome contra él, haciéndome sentir la longitud y dureza de su cuerpo. Después continuó deslizándolas hasta llegar a mi culo, donde apretó y amasó, restregándome contra su entrepierna, haciendo que chocara directamente contra mi clítoris, con la fuerza e intensidad exacta para hacerme gemir de placer. Comenzó a dar pasos, obligándome a retroceder hasta que mi espalda chocó contra la pared. Aprovechó ese apoyo para agarrarme la pierna y levantármela. Yo le rodeé la cadera con ella y comencé a moverme contra él. Ahora yo no era la única que gemía por el placer que ese roce ocasionaba. 

El sexo para mí nunca había sido demasiado importante. De hecho, no me gustaba en absoluto. Debido a mi mierda de pasado, el sexo para mí era un sinónimo de sufrimiento y dolor. Nunca me había interesado realmente ni había sentido verdadero deseo por nadie, sin embargo, ahora sentía que explotaría si Derek no me tocaba más. Necesitaba quitarme la ropa y restregarme contra su piel. Sentir su boca por todo mi cuerpo, en cada recoveco. Al igual que yo quería tocarlo a él, causarle más gemidos como los que había soltado hacia apenas unos instantes. Pero no podía hacer esto. Él me había secuestrado, me había encerrado, decía que yo era su no sé qué mierda de pareja predestinada. Esa evidente que no era la persona adecuada por lo que sentir deseo sexual. No pensaba ser una víctima del Síndrome de Estocolmo. Me negaba en rotundo. Así que con toda la fuerza de voluntad que fui capaz de reunir, le puse las manos en el pecho y lo empujé, separándolo de mí. De nuevo, ambos estábamos jadeando como si hubiéramos corrido una maratón. 

-No te vuelvas a acercar a mí. Nunca más. 

-Yo tampoco estoy contento con esta unión de la Diosa Luna. No me hace gracia el no tener a una loba como pareja. Odio que mis futuros hijos vayan a ser mestizos y no lobos puros. Pero tengo que aguantarme y aceptarlo. Tendré que tolerar que mi Mate sea un lastre como tú, humana, pero te aseguro que si te tengo que soportar lo haré hasta el final de nuestros días. Nunca podrás escaparte de mí. Eres mía, Dana-abrí la boca para responderle y ponerlo en su sitio, pero me había dejado completamente sin palabras. Pero no me había esto por la locura que significaba todo eso que me acababa de decir, sino porque dentro de mí, sentía una verdad en su declaración. Sentía que estaba bien lo que había dicho. Que así es como debía ser. Pero no iba a aceptar eso nunca. Derek se separó de mí con la ira reflejada tanto en su mirada como en su rostro. Se dio la vuelta, yendo a grandes zancadas hacia la puerta y cerrando con fuerza. ¡Qué bien me trata el anfitrión de la casa!

Mi Mate. Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora