Capítulo 13

9K 660 2
                                    

Llevaba tres días en esta mierda de mazmorra, encerrada. Derek no me había dirigido la palabra una vez que había expulsado a los cuatro chavales, simplemente me había echado sobre su hombro y había comenzado a andar. Después se había convertido de nuevo en el lobo y yo me había visto obligada a agarrarme a su pelaje para no caerme. Al llegar a la casa me había llevado hasta un sótano, me había tirado sobre un catre en el suelo que casi me taladra la espalda y el culo con los muelles sueltos, y después había salido, cerrando la puerta tras de mí. Tras eso, se escuchó el sonido de la llave al echar la cerradura. De nuevo estaba encerrada, solo que esta vez era aún peor. 

Una habitación sin ventanas, húmeda y fría. El baño solo era una tina grande con un grifo encima y un agujero en el suelo donde hacer mis necesidades. Además, el guardia que vigilaba mi puerta no me había traído comida en ningún momento, solo el agua justa para no morirme de sed, porque resulta que el agua que salía del grifo no era potable. Y por si no fuera ya lo suficientemente malo, resulta que el puto grifo no cerraba bien y goteaba. Encerrada aquí no podía oír casi nada del exterior, así que la gota se escuchaba amplificada y me ponía de los nervios. Apenas había podido dormir en estos tres días. El hambre y el cansancio iban a conseguir que me volviera loca. 

Durante la última media hora había estado dando vueltas por la habitación sin parar de mirarlo todo. Contaba una y otra los ladrillos de la pared. Las manchas del techo, a las cuales ya les veía hasta formas. Una oveja esponjosa. Un sol sonriente. Una hamburguesa con extra de queso. Joder, mataría por una hamburguesa. Tenía demasiada hambre. La mayoría del tiempo solo podía pensar en comer, y cuando lograba olvidarme de eso solo podía pensar en la puñetera gota de agua que no paraba de sonar en el baño. Me dejé caer sobre el catre que era mi cama. Al menos había conseguido que me trajeran sábanas limpias y un poco de ropa. Hoy había podido lavarme más o menos y al menos no apestaba como había estado haciéndolo durante los dos primeros días. La ropa que llevaba antes la habría quemado si hubiera tenido un mechero, porque el lodo con el que me había cubierto el día de la huida se había endurecido hasta el punto de que casi no me podía ni mover con ella puesta, dejando esa ropa completamente inservible. Pero tampoco me había podido permitir quitármela, porque era lo único que había tenido de abrigo en la habitación. 

Cerré los ojos con la intención de descansar, aunque solo fuera un par de minutos, cuando de pronto la puerta de la habitación se abrió con tal fuerza que ésta choco contra la pared de detrás. Di un respingo debido al fuerte golpe. Levanté la cabeza y abrí los ojos. O al menos lo intenté. Mis párpados se negaban a despegarse. Aunque no me hizo falta hacerlo para saber que el que había abierto la puerta con tanto ímpetu había sido Derek. Este hombre no sabía entrar de otra forma en los sitios, eso me había quedado más que claro. 

-Levántate. Necesito tu ayuda. 

-¿Disculpa?

-Que te levantes. 

-¿Quién cojones te crees que eres? Me secuestraste y me encerraste. De hecho, has hecho eso mismo dos veces. ¿Es que no te cansas de comportarte como un neandertal conmigo?

-Piensa lo que quieras de mí. Me lo merezco. Pero ven-dijo mientras se introducía en la habitación y se quedaba a los pies de la cama. 

-No-dije mientras volvía a echarme sobre la cama y me ponía el brazo sobre los ojos. Pero entonces unos brazos me rodearon la cintura, me levantaron y me echaron sobre un hombro duro. Este hombre me había tomado por un saco de papas. Pero no me iba a dejar. Le empecé a dar patadas en el estómago y puñetazos en la espalda. Puede que también le diera un pequeño azote en el culo. Joder, estaba duro como una piedra. Me entraron ganas de darle un bocado. Pero decidí continuar con las patadas. Por lo que pude ver desde mi posición, acabábamos de llegar al vestíbulo, junto a la entrada principal. 

-Estate quieta de una maldita vez. Ya te he dicho que necesito tu ayuda-dijo mientras me bajaba de su hombro y nos quedábamos en frente el uno del otro. 

-¿Ayuda con qué, imbécil? ¿Es que no me has quitado ya lo suficiente que ni siquiera puedo negarme a ayudarte si no quiero?-volvía a tener la mandíbula tensa. Bien. Ahora los dos estábamos enfadados. 

-Eres médico, ¿no?

-Cariño, tu enfermedad no tiene tratamiento-lo estaba exasperando y lo sabía. Me puso las manos sobre los hombros y antes de que me diera tiempo a quitármelas de encima, me dio la vuelta. Ahora estaba de cara a uno de los salones que había junto a la entrada. Había un montón de gente ahí dentro, pero no nos estaban mirando a nosotros y al espectáculo que estábamos dando, si no a a quien estaba sobre la mesa. Un chico de unos diez años aproximadamente que se retorcía de dolor mientras sangraba profusamente por la pierna, que estaba doblada en una postura antinatural y de la que sobresalía el hueso. Le di un codazo a Derek con todas mis fuerzas, que se vio recompensado con un pequeño gemido de dolor por su parte-. Deberías haberme dicho que era un niño, imbécil. 

Mi Mate. Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora