"Mala noticia"

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Omnisciente

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Omnisciente

Habían pasado días desde la desaparición de Ritsuko, en la casa de las glicinas las personas se veían preocupadas por la chica, sobretodo la señora Sumeko. 

—Sumeko-sama— Una de las sirvientas deslizó la puerta de la maestra— U-un cuervo ha venido a dejar un mensaje— La señora de edad avanzada se gira y solo asiente con la cabeza, esa era la señal de que podía dejarla.  La más joven deja el papel y se retira con cuidado. 

Sumeko toma la carta en las manos y lo leé:

"Hola Ritsuko

Esta carta es más corta que las anteriores porque tengo una buena noticia. Mañana regreso a casa, pero te visitaré primero.

 

En verdad espero verte.
Con cariño.

Kyojuro."


La anciana solo soltó un suspiro, no sabía como le daría tal noticia a aquel joven vivaz. La mayor se levantó del tatami y caminó hasta el pasillo que daba a su jardín, observó el estanque y varias libélulas estaban posadas en el agua, pero que lentamente se volvían a marchar. 

"Ritsuko. . . ¿Dónde estás"

Tan rápido cayó la noche y el joven cazador estaba parado frente a la gran puerta de su parada, en sus ojos llamativos, vivos como un sol, mostraban toda esa alegría y felicidad que llevaba dentro de él

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Tan rápido cayó la noche y el joven cazador estaba parado frente a la gran puerta de su parada, en sus ojos llamativos, vivos como un sol, mostraban toda esa alegría y felicidad que llevaba dentro de él. 

—¡Buenas noches, Sumeko-san!— Las puertas mostraron a la anciana de baja estatura. Solo sonrió un poco y dejó que pasara. 

Rengoku solo se soprendió, pero su rostro demostraba el buen humor. Tenía ganas de ver a su más apreciada amiga o bueno, algo más que eso. 

—Buenas noches, Rengoku-sama— Los sirvientes se inclinaban ante el muchacho de cabellera rubia y reflejos rojos. Y el mismo les saludó con más energía. 

"Algo anda mal" Pensó el rubio mientras se retiraba su haori y dejaba su espada a un lado, una vez que estaba sentado frente a la comida. Los sirvientes se retiraron y lo dejaron solo, Kyojuro miró a un lado a otro en busca de Ritsuko, tal vez sea alguna de sus bromas. . .

La puerta se abrió y era la anciana Sumeko, su rostro reflejaba tristeza, algo que puso serio al cazador. 

—Disculpe que interrumpa su comida, Rengoku-sama— Habló la anciana, pero el rubio solo negó.

—No es una molestia, Sumeko-san. ¿Puedo preguntar por Ritsuko? No la he visto— Habló tan directo como siempre, pero eso era lo que temía la anciana. 

La mayor entró a la habitación y caminó lentamente hasta quedar frente al joven. Rengoku solo aumentó la sospecha y en lo profundo de su ser sabía que era algo malo.

—Rengoku-sama, temo decir que Ritsuko-san ha desaparecido— El rubio abrió un poco más sus ojos saltones y bajo la mano con la que sostenía los palillos, su rostro no podía reflejar más que sorpresa— Ella no ha vuelto a casa desde hace 3 días. La única vez que la vi, fue a visitar a su padre y entregarle su medicina— Rengoku asimiló todo bastante bien, pero su rostro estaba serio— Hemos buscado por el bosque, pero no encontramos nada más que su viejo broche— La mayor solo sacó un pañuelo blanco y destapó el broche con pequeños pétalos de glicinas, se lo entregó al muchacho y bajó su cabeza. 

—. . .— Estaba impresionado, no había palabras que salieran de su boca. Simplemente no podía reaccionar. 

Los minutos pasaron y el silencio era incómodo para la mayor, sabía que el joven frente suyo ya iba a ser ascendido a pilar y su trabajo sería más y más peligroso. Pero ese no era el caso, ahora el rubio solo soltó un suspiro y su rostro tenía una tierna sonrisa.

—Sé que Ritsuko regresará— Dicho esto se levantó del suelo y caminó hacia la salida— Me aseguraré de traerla de nuevo— Su mirada era optimista y sin más cerró la puerta a sus espaldas. 

La anciana iba a recoger la comida, sabía que su apetito se marchó. Pero al momento de acercarse, observó algo pequeño y circular. Lo levantó y sus arrugados ojos se sorprendieron al ver una delicada flor sobre el metal. ¿Acaso era. . . 

—Iba a pedir su mano. . .— La anciana quien ya daba por muerta a su sucesora sintió las ganas de llorar. Ninguno de ellos se merecía ese dolor, ninguno de ellos merecía que las cosas quedaran así.

Por otra parte, Rengoku estaba parado en el patio, observando directamente a la luna. Su corazón estaba comprimido, y le costaba mantener su rostro sereno. Él había prometido jamás bajar su cabeza ante ningún demonio, y tampoco llorar por alguien. 

Sin embargo, el viento soplaba ligeramente mientras mecía sus cabellos dorados, pero también se notaba que unas gotas también se llevaba. 












【𝘿𝙚𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙞𝙫𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙩𝙚 𝙨𝙖𝙡𝙫𝙖𝙧é】[Rengoku  Kyojuro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora