"Rastros"

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Omnisciente

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Omnisciente


Los días se volvieron tranquilamente en semanas. 

Semanas desde que Ritsuko, ahora conocida como Miyuki-sama por los aldeanos, poco a poco fue encontrando un poco de acogida en la aldea, podía brindar aquel sentimiento de protección a aquellos más débiles que ella, logró hacer un acuerdo con el jefe de la aldea y minimizar el abuso y maltrato de la mujer, no obligar que ellas se casen sin tomar su voluntad. Quiso consolidar un pequeño pleito con otro terrateniente quien deseaba la ahora fructífera tierra del pueblo. 

Pero aquel hombre rehusaba razonar frente una mujer y una "supuesta" diosa. 

—No es más que una mujer cualquiera que engatusó a toda su gente. Exijo que se rindan de manera inmediata.— 

En el santuario prestado, Miyuki mantenía un rostro neutro al igual que el jefe del pueblo y varios vecinos entre hombres y mujeres. Todos aseguraban que Miyuki-sama evitaría a cualquier costa el derramamiento de sangre.

—Lamento decirle que no. Ningún poblador dará su trabajo a una persona como usted— Su ceño se frunció— Si no tiene deseos de hacer una consolidación por la paz y que ambos pueblos tengan un beneficio mutuo. Usted puede marcharse— Sin embargo, el filo de una katana fue apuntado a su rostro. 

La gente de la aldea se alarmó y se levantaron de sus puestos asustados y conmocionados. Los guarda espaldas de aquel terrateniente también se colocaron en posición de ataque, solo bastaba un chasquido para que comenzara un saqueo, mataran a los ancianos, las mujeres sean violadas y masacradas, y niños inocentes sean torturados. 

Aquel rostro engreído del Terrateniente hizo que Miyuki se enojara más y más, pero su rostro se mantenía relajada. 

—Tienes una boca muy grande para solo ser una zorra. 

—¡No le falte el respeto a Miyuki-sama!— El jefe estaba indignado, obviamente recaerá una terrible maldición sobre aquellos que insultaran a su deidad. 

Pero uno de los samurais de parte del Terrateniente se acercó con todas las intenciones de apuñalar al jefe de la aldea, un hombre desarmado. Fueron segundos, escasos segundos y un báculo estaba siendo atravesado el abdomen de aquel sujeto. 

Gotas de color vino caían, ensuciando el tatami y llenándolo a un olor repugnante para Miyuki, ella mantenía su serenidad, pero algo en el ambiente había cambiado. Su rostro solo se mostraba frío. 

—Terrateniente. Usted siempre tuvo la intención de hacernos daño desde un principio ¿O me equivoco?— Aquel hombre reaccionó y observó como las marcas de la frente de la mujer vestida en elegantes ropas comenzaba a cambiar.

Retrocedió al igual que todos en la sala, los aldeanos ya conocían de la fuera de la Diosa que los protege, aquella que es piadosa pero no con quienes abusan de su fuerza. 

【𝘿𝙚𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙞𝙫𝙖𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙩𝙚 𝙨𝙖𝙡𝙫𝙖𝙧é】[Rengoku  Kyojuro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora