🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥El juego comenzaba así. Irremediablemente, sin que importara quién de los dos lo comenzara. Todo comienza por la mirada, el deseo en su primera fase era tan volatil como intangible y así se esparcía, en todo lo que podía ser primero mirado. Tanjirou sentía el peso de su cuerpo, de la gravedad que lo mantenía atado a ese mundo como su único sustento. Era su única amarra para no convertirse en aire, para no abandonar su corporeidad tan mortal y breve, para anudarse en el mismo espacio que Muichirou, para rodearlo por siempre y sin descanso, uniendo su vida a su ritmo.
Aquello debía ser una estampa dulce, un paisaje cotidiano pero le estaba erizando hasta el último de sus vellos. Sólo era Muichirou tendiendo la ropa, extendiendo cada prenda en su improvisado tendedero de ramas y cuerdas. Llevaba el cabello recogido, totalmente sostenido en un imposible anudado que Nezuko había ideado. Dejaba a la vista la primera vértebra, la brizna que amenazaba un incendio, ese cuello delgado, blanco, apenas protegido por los delgadísimos cabellos negros que nacían en su nuca. Su ropa dejaba al descubierto sus piernas, estirándose para alcanzar la altura del tendedero, exhibiendo su suavidad, la curva de sus pantorrillas, sus talones cubiertos por sus sandalias, hacia arriba no podía mirar más que lo que vibraba contra la tela sin delatarse, sin delinearse. Sus brazos, sus hombros, de nuevo su cuello, su cabello. Cerró los ojos, sintiendo el aire entre sus labios, en sus pulmones, rogando le diera la calma suficiente para comprender ¿Por qué se sentía así? Esa era una rutina diaria de limpieza, una escena totalmente insulsa, sin ningún propósito erótico. Y aún así sólo podía ver la figura de Muichirou recortarse contra las prendas que colgaba, su sombra perdiéndose con las demás , lo fácil que sería cubrir sus ojos, besar su nuca, delinear el cuarto menguante de su cuello. Muichirou era un engañoso fuego, fatuo a juzgar por la niebla que le envolvía y si había podido llegar hasta su centro, ya había sido demasiado tarde para alejarse al notar que ese fuego no nacía de nada muerto, sino de un puro y arremolinado desastre. Imán que enloquecía a las brújulas, aurora tragando las estrellas polares. Quería él mismo borrar su paso en el mundo para ser absorbido por Muichirou, ofrendarse él mismo a ese cuerpo, tan largamente adorado que ya debía estar santificado. No podía alejarse, no había ningún otro lugar en el mundo para él, no lejos de esa luciérnaga cegadora, de ese milagro de una fuente eterna. Vio la última prenda ser colgada y el aire de todo el mundo, lo podía jurar por su vida, se detuvo justo en los dedos de Muichirou aprensando la tela. No quería que se diera la vuelta y lo descubriera mirándole así de intenso, derritiendo los colores que anunciaban la primavera, rendido por los escasos fragmentos revelados de su piel. Podía ser que se indignara. Estaba tranquilamente colgando la ropa y Tanjirou estaba ahí, sentado en el pasillo exterior mirándolo de una forma tan descarada que incluso sus ancestros debían estar sonrojados. Nezuko estaba a un escaso par de pasos, remendando la canasta en la que llevaba el carbón día con día, de casa en casa y a veces le tomaba un poco más terminar de vender, pero justo en esas fechas habían podido incluso tomarse unos días libres. No los suficientes para llevarlo a la playa como había pensando prometerle, pero sí para cerrarle unos momentos los ojos a la fortuna para pintarla a su antojo.
Muichirou se dio media vuelta, en el ángulo preciso para que sus ojos se encontraran. Estudiado hasta el último nervio, calculado y controlado hasta el perfeccionamiento. Se agachó para levantar la cesta ya vacía de ropa, levantando el mentón apenas para lucir como un monarca, como un caprichoso Dios inclemente, apartando sus ojos de él aunque caminaba decidido en su dirección. Le pasó por el costado antes que pudiera decir una frase, antes que incluso pudiera intentar levantarse. Giró para verlo acercarse a su hermana, poniéndose en cuclillas a su altura, con una sonrisa totalmente inocente.
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Fresas
Fiksi PenggemarEra extrañamente familiar. Desde el primer momento que lo vio, fue lo único que pudo sentir al respecto. Kimetsu no yaiba , Omegaverse. Tokitou Muichirou x Tanjirou Kamado como pareja principal.